La batalla de la capital catalana

Hora de domar el turismo

Turistas en el centro de Barcelona

Turistas en el centro de Barcelona / periodico

PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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En mayo del 2011 a ningún candidato a la alcaldía de Barcelona se le hubiera ocurrido buscar remedios de emergencia para aliviar los imprevisibles efectos secundarios del éxito turístico de la ciudad. Con la crisis en todo su apogeo, el barómetro municipal de esa lejana primavera corroboraba la reconciliación del barcelonés con la creciente legión de visitantes: casi el 96% lo veía beneficioso para la ciudad y más de la mitad pensaba que era el sector económico que más riqueza aportaba. Han pasado cuatro años y con la gráfica de viajeros aún al alza, el turismo está en tela de juicio para algunos sectores de la población, que hablan de saturación, tematización y excesos. Tanto que todos los alcaldables le dedican inusitada atención en su programa, culpando al alcalde Trias del efecto bumerán.

Casi todos en la oposición abogan por que Barcelona se quede íntegramente la tasa turística que recauda el Govern, de la que este año percibirá el 48%, y todos piden que ese montante se invierta en la ciudad. La mayoría quiere regular la nueva oferta de alojamiento. Reivindican más inspecciones. Más participación ciudadana en la gestión del sector. Más mano dura contra los excesos... Pero cada uno aporta su creatividad.

Entre los pros y contras

No será fácil domesticar a un motor económico que ronda el 12% del PIB local (14.000 millones de euros al año), al que se atribuyen unos 120.000 puestos de trabajo, que reporta 21 millones anuales por la tasa y que en el 2014 sumó 7,9 millones de visitantes alojados en hoteles (creciendo un 4%), a los que hay que agregar otros 20 millones entre pisos turísticos y de conocidos, así como excursionistas de un día. En la cara B del mismo disco, masificación en barrios con iconos turísticos, incivismo, economía sumergida, sobredosis de plazas de alojamiento en algunos puntos y sensación de que los beneficios quedan en manos de algunos sectores de servicios, mientras la ciudadanía sufre los efectos secundarios, según se desprende de las mesas de trabajo multisectoriales del Pacto Local del Turismo.

El propio Trias ha anunciado la creación de un fondo turístico público-privado como "compromiso", donde las empresas del sector podrían financiar "proyectos para la ciudad" en base a sus programas de responsabilidad social. Todo es poco ahora para borrar la impresión de que el turismo tiene secuelas. En su programa para la reelección, CiU plantea como prioridad "el equilibrio entre el bienestar de los ciudadanos y los turistas" y buscar un sector "responsable y sostenible".

Trias reitera su apuesta por "medidas concretas de desconcentración" de zonas al límite, parte del IVA local, ingresos de la tasa aplicados a promoción turística y también para apagar los fuegos de los barrios más saturados: el Gòtic, la Barceloneta, la Sagrada Família... "Hemos de lograr que el éxito del turismo revierta en la calidad de vida de la gente", clama, dispuesto a incrementar agentes cívicos, mejorar problemas de movilidad, promover buenas prácticas entre el visitante, tolerancia cero al incívico, más inspectores…

¿Demasiado tarde?

La oposición cuestiona por qué no ha hecho todo eso antes. Ahora el turismo ocupa el sexto puesto del barómetro local sobre los problemas de la metrópoli. "Ha convertido lo que era una oportunidad en un problema y ahora hay riesgo de morir de éxito", dice Alberto Fernández Díaz, candidato del PP, dispuesto a multiplicar la presión inspectora y radiografiar la actividad turística de la ciudad antes de impulsar un plan general para todo el territorio, según densidades.

Como ya proclama desde hace dos años, su prioridad es poner orden en los pisos turísticos. Pero luego, con el tiempo, abre la puerta a los ajustes hoteleros y la regularización de nuevas actividades emergentes, como los 'bed and breakfast', donde el viajero se aloja en la casa de un barcelonés que ejerce de anfitrión. Esta tendencia crece sin parar y sin amparo legal y hasta Trias está por la labor de regularla por fin. Fernández pide también el 100% de la tasa turística local.

En este punto, coincide con otros alcaldables. También desde Barcelona en Comú reivindican este impuesto para el propio beneficio de la ciudad, así como ayudas fiscales al comercio de proximidad, campañas de sensibilización del turista, apoyo a iniciativas colectivas  de pequeños comercios o cooperación relacionadas con el turismo... Pero Ada Colau, que ha rebajado el tono de su ofensiva antiturística (tras cuestionar hoteles, cruceros y demás), habla de acelerar la guerra al piso por días ilegal y auditar las licencias otorgadas al sector del alojamiento (todo) por si hay malas prácticas. Y como eje plantea que la moratoria turística afecte a todo el alojamiento, para evaluar su impacto e impulsar un plan de desconcentración.

Surrealistamente, hace cuatro años el sector clamaba por una mayor inversión en promoción -de Barcelona apenas suponía un tercio de lo que gastan otras ciudades de la Champions turística-; y justo ahora que la tasa sube ese listón, la tortilla se ha girado y todos quieren revertir la otrora controvertida tasa para poner parches urbanos. Jaume Collboni (PSC) también reclama el impuesto íntegro. Y agrega que el sector, pese a su potencia económica, "no puede crecer ilimitadamente como ha pretendido Trias, sobre todo a costa del centro".

Promete proteger las zonas emblemáticas bajo presión y un plan especial de ciudad que ponga límite a la carga de camas para favorecer la "desconcentración". Además de promover la legalización de los 'bed and breakfast', crear una concejalía de turismo, favorecer los pisos turísticos agrupados y los periodos mínimos de alquiler según la densidad del barrio, el socialista pide cosas que ya están vigentes.

En cambio, desde ERC, Alfred Bosch cree que existe la sensación de que el turismo tiene "barra libre" e insiste en combatir los excesos incívicos y redirigir actividades y alojamientos "hacia las zonas periféricas" con herramientas normativas y licencias. De cosecha propia, la idea de crear una unidad turística de la Guardia Urbana que vele por el turismo de "calidad, familiar y cívico", en varios turnos e idiomas.