los otros políticos

De suicidios y otros retos

Los partidos tienden al suicidio. No es un proverbio amable pero sí una de las maneras con las que Josep Burgaya describe la situación de ciertas fuerzas ante el cambio de ciclo. Pero su análisis evita entregarse a la llamada nueva política, a la falta de respuesta a los grandes retos: desigualdad, medioambiente y apelación a la responsabilidad del ciudadano. Votante. Consumidor.

Josep Burgaya, en Valencia, en octubre del 2013.

Josep Burgaya, en Valencia, en octubre del 2013. / periodico

FIDEL MASREAL / BARCELONA

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Josep Burgaya fue concejal socialista en Vic y apoyó al gobierno municipal del democristiano Josep Maria Vila d'Abadal. La ciudad dio la vuelta a España con la polémica amenaza de hacer listados de simpapeles empadronados y entregarlos al Gobierno. Fue la punta del iceberg de un problema de fondo de la política de ayer y de hoy: la convivencia en tiempos de crisis.

Burgaya, profesor de Historia en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), admite que la gestión de esa crisis no se hizo bien. Trataban de alertar de que los ayuntamientos no pueden resolver la cuestión de la inmigración sin recursos y si las instituciones miran hacia otro lado. "No fuimos suficientemente prudentes, deberíamos haber previsto el uso partidario que se haría fuera de Vic", reflexiona. Y señala al PSC, al que "no le interesaba el tema de fondo, sino el problema que le generaba con el PSOE". Burgaya hoy no se muerde la lengua. Se desmarca del "buenismo progre del cine Verdi" y también de "la línea dura de Corbacho, como la de Manuel Valls en Francia". Y denuncia que la xenófoba Plataforma per Catalunya fue fomentada desde CDC y sectores poderosos de la ciudad. Pero no se olvida de algo, los que les votan: "No puede ser que quien habla desde las tripas sobre la inmigración reciba representación política".

Burgaya reconoce que entró a militar en el PSC por la seducción que ejerció sobre él Pasqual Maragall. Le recuerdo que sus críticas al PSC pueden ser replicadas diciendo que lo hace ahora que no ya no está... "No, defiendo el papel que ha tenido el PSC en Catalunya, y algunos mientras formamos parte de él quizás nos equivocamos también. Creíamos que la política era eso y... hemos visto que no". Y añade: "Se hizo con el control un tipo de gente con un modelo leninista, de comisario político, de vale más que seamos pocos pero fieles".

Lo que más lamenta es la falta de debate de ideas en los consejos nacionales a los que asistía. "Pero este no es el mal del PSC, sino de la mayoría de partidos, de ahí que la política haya perdido el interés por participar en ella". Le pregunto si ve capacidad de reacción, desde dentro. "Los partidos acostumbran a suicidarse", concluye sin dudarlo. "El PSC ha hecho una función muy importante en este país, pero es una marca quemada. Los partidos son instrumentos y el PSC como instrumento ya no sirve".

Pero Burgaya también censura el exceso de eslogan en la llamada nueva política. Ve a los de Podemos hablando como la socialdemocracia de los 80 del PSOE o el socialismo francés. Y reprocha a la actual socialdemocracia oficial que se haya acomodado en la alternancia, no en alternativa. No en generadora de respuesta a los grandes retos, que no son, avisa, ganar elecciones sino la creciente desigualdad o el reto medioambiental que pueden hacer colapsar el planeta. Lo dice citando un informe de la NASA.

Recomienda leer a Zizek y también el proyecto Carro de combate, un proyecto que apela a la responsabilidad de cada cual porque el consumo es "un acto político".

Burgaya acaba con un último dardo: "Todos estos son problemas de gran magnitud, mucho más grandes que la dimensión de las banderas". Y sonríe.