LA LACRA DE LA CORRUPCIÓN

La sombra de la Casa Real

La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, a la salida de una de las sesiones del juicio del 'caso Nóos', en Palma.

La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, a la salida de una de las sesiones del juicio del 'caso Nóos', en Palma. / periodico

MARGALIDA VIDAL / PALMA

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"Fíjese hasta dónde hemos llegado". El exjefe de la Casa del Rey Alberto Aza se lamentaba el 16 de marzo de las dimensiones que ha alcanzado el juicio posiblemente más mediático de los últimos años: el del 'caso Nóos'. La presencia de la Corona en la causa es indiscutible e incómoda por la novedad que supone. La Casa Real se ha convertido en protagonista involuntaria del juicio.

Por primera vez, un miembro directo de la realeza española se ha sentado en el banquillo de los acusados. Cristina de Borbón prestó declaración el 3 de marzo en Palma para defenderse de la acusación del pseudosindicato de extrema derecha Manos Limpias, que solicita una pena de ocho años de cárcel para ella. La falta que presuntamente ha cometido es la cooperación en dos delitos contra la Hacienda Pública.

Testificó sentada justo delante de la foto de su hermano, el rey Felipe VI, que presidía la sala de vistas. Y su amparo iba más dirigido a su esposo que a la institución a la que en su día representó: la Casa Real. "Estoy convencida de su inocencia", decía la infanta sobre Iñaki Urdangarin.

En cambio, su única referencia a la Corona no fue para desvincularla de la causa, sino para justificar su actuación: "En aquella época no teníamos ninguna prohibición de la Casa Real para crear una sociedad; me asesoré con [Carlos García] Revenga, y él, con [Federico] Rubio", exasesores de la Zarzuela. Cristina no se opuso a la estrategia de su marido, que halló en la supervisión de sus actividades por parte de la Casa Real su principal coartada.

OBJETIVO: LA CASA REAL

La abogada de Manos Limpias, Virginia López Negrete, fue la única que interrogó a la infanta Cristina, además de su letrado, que fue el único que obtuvo respuestas. La agresividad de Negrete y su afán por implicar a la Casa del Rey en el caso contrastó con la protección del fiscal, que defendió a la infanta desde el primer momento.

Su intento de evitar la imagen de Cristina de Borbón sentada en el banquillo de los acusados chocó con la firmeza de las magistradas, que decidieron no aplicarle la 'doctrina Botín' y mantenerla como imputada. Fue precisamente durante un interrogatorio de la letrada de Manos Limpias cuando se produjo uno de los momentos que más expectativas había generado. El silencio se apoderó de la sala cuando apareció Juan Carlos en el relato de los acusados. El Rey emérito fue nombrado por tres de los 17 imputados.

EL NOMBRE DEL REY EMÉRITO

Jaume Matas (expresidente de Baleares) fue el primero en mencionarlo. "La única intervención del rey Juan Carlos fue una llamada de felicitación por el nombramiento de [Pepote] Ballester como director general", respondió Matas a Negrete. Con Diego Torres se repitió la escena. Esta vez no hubo pregunta directa, solo el silencio y la desvinculación del anterior Monarca del caso. 

Por su parte, Urdangarin se refería a Juan Carlos como el "padre" de su esposa. De él dijo que hizo dos aportaciones económicas a la infanta, sin involucrarlo tampoco en la causa. La magnitud del caso y la relevancia pública de dos de sus acusados se hizo patente el 3 de marzo, pero no fue por la declaración de la infanta, sino por una pregunta de la abogada de Manos Limpias a Urdangarin.

"¿Qué conocimiento tenía el rey Juan Carlos de sus negocios y los de su esposa?". La magistrada [Samantha] Romero interrumpió con un rápido "espere, no conteste". La cuestión iba acompañada por una prueba inadmitida en la causa. La aparición del nombre del Rey emérito había vuelto a tensar la situación.

En el año 2006, el que era jefe de la Casa del Rey sugirió a Urdangarin que abandonara el Instituto Nóos por "evitar preocupaciones". Con ello buscaba librarse de "cualquier sospecha de tratos de favor" al cuñado del actual jefe del Estado por pertenecer a esta institución. Una década después, Alberto Aza se lamenta: "Fíjese dónde hemos llegado".