Nada volverá a ser igual tras el referéndum del 1 de octubre

Un grupo de padres y vecinos cantan Els Segadors en la puerta del colegio El Sagrer de Barcelona

Un grupo de padres y vecinos cantan Els Segadors en la puerta del colegio El Sagrer de Barcelona / periodico

Fidel Masreal / Xabi Barrena / Barcelona

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La imagen del proceso participativo del pasado 9 de noviembre del 2014 fue el abrazo entre el entonces ‘president’ Artur Mas y alguien que está a sus antípodas ideológicas pero que compartió ese día con él la celebración de la consulta: el diputado de la CUP David Fernàndez. Esta vez también existe una coincidencia notable entre el espacio posconvergente y los anticapitalistas. Está en los discursos del mismo Fernàndez y el ‘president’ Carles Puigdemont. Ambos han proclamado estos días lo siguiente: “Ya hemos ganado”. La tesis es, pues, que pase lo que pase este domingo, el régimen del 78 toca a su fin y las relaciones entre Catalunya y el resto del Estado no volverán a ser iguales. Y las de los partidos soberanistas entre ellos posiblemente tampoco.

La actuación policial y judicial represiva del miércoles 20 –con la detención de 14 personas– ha logrado que el independentismo y la defensa del referéndum amplíen su perímetro de apoyos porque el espacio de los ‘comuns’ y de Podem ha dado su apoyo sin fisuras a la celebración de la consulta vinculante. Valga como ejemplo el contundente respaldo que el 'comú' Jaume Asens dio al ‘president’ este viernes en Montjuïc.

Era una de las asignaturas pendientes por parte del independentismo desde las últimas elecciones autonómicas, bautizadas como plebiscitarias, cuando se vio que el apoyo al secesionismo era el mayor nunca alcanzado pero no superaba el listón del 50% de los votos. Se quedaba rozando el 48% y fue el más radical de los independentismos, el de la CUP, el que la noche electoral admitió que no se había vencido la partida.

Ahora, en cambio, los 'comuns' han acabado abrazando el referéndum unilateral de este domingo, aunque con alguna tensión, como la expresada por Mireia Boya con su "Roma no paga a traidores" al colauismo. Eso sí, eludiendo una posición favorable al 'sí'. Pero eso no es nuclear, sino que lo significativo es el perímetro ampliado de la desobediencia activa al Estado. Y de una posición común: la de explicar que el régimen del 78 está tocando a su fin y que la arquitectura política del conjunto del Estado tiene los pies de barro. Una proclamación en la que coincide Podemos.

Las discrepancias

Ahora bien, el espacio ampliado del soberanismo puede volver a reducirse de nuevo al núcleo duro –PDECat, ERC y CUP- si finalmente este miércoles se proclama la independencia en el Parlament. Algo quem según la versión oficial, sucederá a las 48 horas de que venza el 'sí' en el 1-O.

Extraoficialmente, fuentes del Govern confirman que todo dependerá del número de gente que vote o quiera votar este domingo. Que el líder de la ANC, Jordi Sànchez, hable de un “éxito desbordante” si se alcanza el millón de votos (en el 9-N votaron 2.340.000) puede ser una operación táctica para hablar de exitazo en caso de una votación más amplia, pero también puede ser una muestra de prudencia ante el bloqueo que la policía y la Guardia Civil puedan ejercer este domingo, después de que agentes del instituto armado neutralizase el sistema de recuento de votos tras personarse en el Centre de Telecomunicacions i Tecnologies de la Informació de la Generalitat (CTTI).

Es decir, que el PDECat tiene claro que no se puede proclamar la independencia sí o sí. Mientras que la CUP ha aprovechado los últimos mítines de campaña electoral para proclamar que en todo caso ha de impulsar la secesión a partir del lunes si vence el 'sí' en las urnas.

Fin de una etapa

El 1-O, de hecho, echa el cierre a la etapa abierta el 27-S, hace dos años. Esta era se caracteriza por dos elementos. Por un lado, la lista única y el Govern de coalición entre el centroderecha de Convergència-PDECat y el centroizquierda de ERC. Y, por el otro, el apoyo externo de los anticapitalistas de la CUP.

Como si se tratara de un hechizo, todo esto se desvanece este lunes, aunque formalmente el Govern no se disuelva aún. Los pasos a seguir, por tanto, van a ser expresados por unos y otros con la mayor libertad conocida en el soberanismo desde que empezó el ‘procés’. Hay cierto consenso en que lo último que se desea ahora mismo son unas elecciones. El PDECat porque carece de candidato declarado y su mejor baza, la del ‘president’ Puigdemont, significaría una rectificación que iría en detrimento de su credibilidad.

ERC tampoco ve con simpatías unos comicios por cuanto la excepcionalidad del momento, y a buen seguro, las demandas populares, empujarían a repetir lista única, algo que los republicanos no quieren. Además, una de las variaciones con las que se había especulado, que en un eventual Junts pel Sí 2 sería ERC quien ostentaría la presidencia del Govern, quedaría muy en entredicho si el PDECat presentara al actual ‘president’. Los republicanos temen quedar enredados en la telaraña posconvergente que les permite conservar la presidencia de la Generalitat a pesar de su muy menguante apoyo electoral.

Tampoco la CUP desea esos comicios porque perciben el riesgo de no poder repetir esos 10 escaños que les adornan. Aquí se da el caso contrario que con ERC. Una lista conjunta PDECat-ERC les daría alas, pero si los republicanos les da por plantarse podrían recuperar parte del electorado que cedieron a  los anticapitalistas por su alianza con Artur Mas.