La oposición, incluso C's, afea el discurso de "perdedor" de Rajoy

Pedro Sánchez y Antonio Hernando en la bancada socialista.

Pedro Sánchez y Antonio Hernando en la bancada socialista. / periodico

IOLANDA MÁRMOL / MADRID

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“¿Has visto Harry Potter? Mariano Rajoy es como los dementores. Esas criaturas que quitan la ilusión a los magos, y mientras, ellos van viviendo”. La comparación la hacía a las puertas del hemiciclo un podemista tras haber asistido durante hora y media a un discurso plúmbeo, al que algunos diputados parecieron enfrentarse tras un ejercicio de autohipnosis y control de la respiración. Si algo consiguió el candidato popular es poner a toda la oposición de acuerdo en que su intervención no había estado a la altura de las circunstancias y que resultó soporífera. Aunque el PP salió después a vender ese tono gris como un discurso responsable en pos del consenso, nadie compró ese billete. Ni siquiera sus socios más

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recientes, Ciudadanos, sorprendidos por la “falta de fe” de Rajoy. La intervención resultó tan adormecedora y las explicaciones de los suyos tan extemporáneas que solo cabe pensar que Rajoy se guardó las balas contra Pedro Sánchez, a quien ni siquiera mencionó, para las réplicas del miércoles.

Los socialistas salieron perplejos del hemiciclo porque Rajoy ha demostrado en su larga vida parlamentaria que no es un dirigente dado a la épica, pero sí echa mano con frecuencia de su conocida retranca gallega. Tras oirle, el PSOE afirma que el proyecto del líder del PP está agotado y que se limitó a cumplir con un trámite burocrático, convencido de que va a perder la investidura.

El portavoz, Antonio Hernando, le criticó su “falta de ambición”, dijo que es un “candidato cansado” y que no había hecho ni una sola reflexión que hubiese despertado entre los socialistas el más mínimo atisbo de confianza. A su juicio, las formas desapasionadas del discurso dejan en evidencia que la solución al bloqueo no puede llamarse Mariano Rajoy.

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La misma lectura hizo Podemos, que le afeó el empeño en plantear la investidura como una elección entre él o el caos. Saben los podemistas que esa disyuntiva funcionó muy bien a Rajoy durante la campaña del 26-J, pero -reclaman- no se puede pedir a los diputados que apoyen a un gobierno conservador por aburrimiento. “Rajoy no tenía la intención de convencer a nadie, que quiere que España se resigne. Usa un tono soporífero y dice que no hay alternativas, pero si no las hubiera no dedicaría media hora a desmontarlas”, señaló el portavoz morado, Íñigo Errejón. Pablo Iglesias evitó enfangarse en la crítica y se volvió al despacho a ultimar su discurso sobre el sugirió que podría dar a alguna sorpresa, sin que nadie sea capaz de definir qué significa eso en un partido, Podemos, determinado a dejar de ser sexy.

Los peores golpes, por inesperados, se los llevó Rajoy de Ciudadanos, que no por ser socio de investidura fue benevolente. Al contrario, el partido de Albert Rivera vivió con desencanto que el candidato no diera más vuelo al pacto firmado el domingo y vio una falta de ímpetu, de ganas, de

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energía y de coraje que les enervó. “No entendemos que no haya habido ni una sola referencia al PSOE para pedirle la abstención”, explicó Juan Carlos Girauta, el portavoz parlamentario, que afeó a Rajoy su “falta de fe” y le animó a que “confíe más en su candidatura”. 

CONFLICTO CATALÁN

Trascendiendo al sopor, a los grupos catalanes les molestaron las menciones de Rajoy a Catalunya. Xavier Domènech, líder de En Comú Podem, le reprochó su ataque “brutal” para plantear “una gran división en torno al derecho a decidir que solo esconde su falta de proyecto”. También Joan Tardà, portavoz de ERC, lamentó que el popular emplee Catalunya como arma. “Ahora necesitan enemigos interiores, porque no se habla ya de Irak, y esos enemigos son los catalanes”, censuró. El portavoz convergente, Francesc Homs, aseveró que solo comprende que Rajoy hiciese un “discurso de perdedor” porque ha entendido que “se le está escapando Catalunya, porque va a ser un país independiente”.

Tampoco tuvo suerte Rajoy con el voto que quiere cortejar tras el 25-S, el del PNV. Los nacionalistas vascos -con las elecciones por delante- se desmarcaron del candidato popular y su portavoz llegó a decir que es el discurso “más rancio” que recuerda en el Parlamento.