Los antecedentes

Problema con final abierto

JOAQUIM COLL

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Cada momento de la historia es, en mayor o menor grado, una situación con final abierto. En las circunstancias críticas, las utopías juegan un papel crucial y es erróneo despacharlas como «lugares que no existen» o «falsas ideas». Hasta ahora, la independencia era un sueño inabordable. En poco tiempo, la utopía secesionista se ha encarnado en un proyecto político con una fuerza arrolladora. Las razones son diversas, pero resumiré diciendo que ha habido dos precondiciones y un precipitante. Por un lado, ha penetrado en la sociedad el argumento falaz de que somos víctimas de un expolio económico, relato que mezcla agravios incontestables con exageraciones y mentiras deliberadas. Por otro, desde el 2010 se ha ido produciendo un gradual desprestigio de la política y las instituciones españolas a todos los niveles. Pero el precipitante, la chispa que ha encendido este fuego, no es otro que la crisis económica, que lo pone todo patas arriba.

La independencia se ha transformado, pues, en una utopía activa, que ha seducido a sectores diversos, sobre todo de clases medias y medio altas, ingenuamente convencidos de que el viaje secesionista será gratis o con unos costes socioeconómicos reducidos. Tras la multitudinaria manifestación del martes y la calculada intervención de Mas al día siguiente, ya no cabe duda de que el envite va en serio, y va a influir poderosamente en el curso de los acontecimientos en toda España.

Ahora bien, los ideales utópicos se modelan bajo la presión de las realidades, que acostumbran a ser tenaces. Es curioso que Mas no haya pronunciado estos días la palabra independencia, sino que se ha referido a que Catalunya tiene que dotarse de estructuras de Estado. Algunos lo interpretarán como un eufemismo para no asustar demasiado. Otros, como la búsqueda de un nuevo acomodo, sin despegarse del todo de España, que pretende romper pero sin rasgar: la cuadratura del círculo. Poco importa. En realidad, la apuesta secesionista es clara y su posible modulación dependerá de la resistencia que en los próximos meses, y en las elecciones que se avecinan, encuentre en Catalunya.

Sin duda, aquí el papel del PSC va a ser clave, determinante. Por eso, el soberanismo, con sus potentes altavoces mediáticos, ha intentado el desguace del socialismo catalán. La ofensiva ha sido brutal y nada casual. Pero si el PSC hace bien las cosas, habla sin complejos y con claridad, puede convertir estas circunstancias en su gran oportunidad. En el PSOE se lo van a comprar todo. Porque el duro combate que se avecina no puede ser otro que entre federalismo y soberanismo. Y de esta crisis, o el Estado sale reformado, o la implosión territorial está servida. Pere Navarro ha sido claro: España será federal o no será.