ANÁLISIS

¿Principio o final?

La secuencia lógica es elecciones y negociación con el Gobierno de Madrid si los independentistas logran mayoría

JOSÉ A. SOROLLA

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Pasado el 9-N, llega el 10-N, el día en que las dos partes que se han enfrentado durante dos años -el Gobierno de Mariano Rajoy y el soberanismo catalán, con el Govern de Artur Mas al frente- han dicho que debía empezar un tiempo nuevo. El "proceso de participación" -último eufemismo del referéndum o la consulta- transcurrió como estaba previsto: normalidad, emoción en muchos, indiferencia en otros más, votación considerable y escasas garantías para que sea homologable a unas elecciones democráticas. Pero el 9-N confirma el mensaje de que Catalunya plantea al Estado un reto que un día u otro habrá que afrontar.

El proceso ha estado hasta aquí  tapizado de errores. El mayor error de Rajoy ha sido enrocarse en la ley y cerrarse en banda a cualquier negociación. Y la última equivocación lo convierte en Mariano El Empecinado. Si al final el sucedáneo de consulta era inevitable, aunque lo organizara la Generalitat, ¿a qué venía la segunda impugnación ante el Tribunal Constitucional? Hubiera sido mejor y más inteligente mirar hacia otro lado, como el Gobierno hizo al principio, y ahorrarse el ridículo posterior. A no ser que en las conversaciones secretas reveladas por este diario se acordara ya lo que finalmente ha sucedido.

El error principal de Mas y del soberanismo ha sido plantear el referéndum de autodeterminación, que de eso se trata, al inicio del proceso y no al final, como es de rigor. La estrategia de poner el carro delante de los bueyes ha hecho perder dos años en la gobernación de Catalunya, ha provocado una fractura en algunos partidos catalanes y en la sociedad, y ha hecho creer a algunos -Oriol Junqueras y su partido, la ANC y otras organizaciones soberanistas, y mucha gente con buenas intenciones y poca preparación política-  que la independencia unilateral es posible y es para pasado mañana.

La secuencia lógica, sin embargo, consiste en que ahora o en unos meses se celebren unas elecciones en las que los partidos independentistas se muestren claramente en sus programas -cosa que en el caso de CiU aún no ha ocurrido- y, si obtienen una mayoría amplia y sostenida, negocien con el Gobierno de Madrid un acuerdo que, entonces sí, debería ser sometido a referéndum.