LA AMENAZA DE LA POSVERDAD

Es mentira ¿y qué?

El diccionario Oxford ha elegido 'posverdad' como la palabra del año por resultados electorales como el 'brexit' y la victoria de Donald Trump. En este concepto convergen tendencias como la nueva propaganda, el populismo y el auge de las redes ante los medios.

POR joan cañete BAYLE

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Un autobús rojo se convirtió en la imagen de los partidarios del leave en el referéndum sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE), el 'brexit'. El autobús llevaba escrito un gran eslogan: "Enviamos a la UE 350 millones de libras a la semana. Financiemos en su lugar nuestro sistema de salud". Tras ganar el referéndum, Nigel Farage, entonces líder del xenófobo UKIP, admitió que la promesa era una falsedad, que ese dinero no podía destinarse al sistema de salud entre otros motivos porque la cantidad semanal que aporta el Reino Unido a la UE es de unos 160 millones de libras.

Pero,¿a quién le importan estos detalles? Sin duda, no a Nigel Farage, o a Donald Trump, o a Álvaro Uribe, por citar los protagonistas de tres votaciones que en los últimos meses han impactado a la comunidad internacional. Tampoco parece que les importe a sus votantes, los millones de personas que en el Reino Unido dijeron sí al 'brexit', en Colombia no al acuerdo de paz con las FARC, y en EEUU eligieron como presidente a un magnate mentiroso, xenófobo y misógino. La concatenación de estos resultados electorales marcados por unas campañas llenas de falsedades ha hecho que el diccionario Oxford haya elegido la palabra 'posverdad' como el vocablo del año.

Su definición: "La política posverdad se refiere a las circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en modelar la opinión pública que las apelaciones a la emoción o a las creencias personales". Leído así, no suena muy novedoso –engañar, ocultar, exagerar, tergiversar y apelar a los sentimientos por encima de la razón son clásicos del manual de la propaganda política– pero el término 'posverdad', acuñado en los años 90, es mucho más amplio que mentir. "En su libro Ideas y creencias, de 1940, José Ortega y Gasset explica que existen las creencias, que no nos cuestionamos, y las ideas, que sí son objeto de discusión. El concepto de 'posverdad' dice que en muchos votantes es la creencia, no los datos, la que dicta si algo es verdad o mentira, y una creencia no se cuestiona, es casi una cuestión de fe", explica Verónica Fumanal, profesional de la comunicación política.

REALIDAD VIRTUAL

Lo nuevo no es que los políticos mientan y que los electores no se cuestionen esa mentira, sino "la construcción de una realidad virtual en la que la verdad y la mentira son lo mismo", en palabras de Gabriel Colomé, profesor de Ciencia Política de la UAB. Para ello, confluyen principios clásicos de la comunicación política y elementos sociales, políticos y comunicativos propios de estos tiempos: la crisis económica primero y su falsa salida después, la aparición de un viejo/nuevo populismo, el declive de la prensa como un referente creíble para muchos ciudadanos y la irrupción de las redes sociales, un 'boom' que ha tenido muchas consecuencias, desde la fragmentación de la opinión pública en pequeñas comunidades impermeables a otros argumentos que no sean los suyos hasta la difusión acrítica de contenidos falsos.

"Hay diferencias notables entre los resultados electorales del Reino Unido, EEUU y Colombia, pero tienen en común que fueron tres bofetadas al establishment, una rebelión social frente a los establecido", reflexiona Iñaki Gabilondo desde una posición escéptica ante el concepto de 'posverdad'. "La posverdad va asociada al populismo", recuerda Colomé y, por tanto, a los factores que nutren y se asocian a este fenómeno político: el abismo entre la ciudadanía y la clase política, la degradación de la clase media, el deterioro del Estado del bienestar, el auge de la xenofobia, del etnicismo y del nacionalismo… "Trump conectó con los indignados y sus sentimientos más profundos. Les dijo: 'Lucharé contra la casta, yo soy como vosotros'. Y a pesar de que es un millonario, muchos le hicieron caso porque no es un político. Su discurso es muy similar al de asaltar los cielos. Da esperanza, construye una realidad virtual", amplía Colomé. "Más que populismo, sería mejor llamarlo demagogia, y en este sentido la 'posverdad' sería un concepto sofisticado de la demagogia", puntualiza Fumanal.

EL CAMBIO CLIMÁTICO NO EXISTE

Trump ha alcanzado la Casa Blanca gracias al voto de una gran masa de electores de clase trabajadora media baja blanca, castigados primero por la crisis y después por la desigual recuperación económica, que considera enemigos a la globalización y la inmigración, que culpa a Washington (es decir, a la alianza de los políticos con el poder económico) de sus males y que percibe como una amenaza la pluralidad de la sociedad estadounidense. Para estos ciudadanos, las regulaciones contra el cambio climático equivalen a salarios más bajos o despidos, y poco les importa que se deba a que algunas empresas repercuten en los sueldos los costes de adaptarse a las normas: el cambio climático no existe, y punto. Y así, una a una, se redacta una larga lista de agravios, falsos, o con un culpable equivocado, o con una base muy discutible con la realidad.

Son estereotipos que surgen del estómago, como los que en Europa culpan de todos los males a los emigrantes: que copan los empleos, que si colapsan los servicios de salud, que si reciben ayudas económicas que a los autóctonos les están vedadas, que si no se adaptan, que si no aprenden el idioma, que si hay algo siniestro en el islam. Exageraciones, tópicos y mentiras que los datos desmienten o matizan.

Hace años que desde muchos ayuntamientos españoles y oenegés se lanzan campañas contra los falsos rumores anti-inmigración, pero su fuerza es tal que parece imposible desactivarlos. "Para quienes toman sus decisiones en función de unas creencias que no pueden ser cuestionadas, no se trata de mentiras. La creencia es un mapa mental ético y de valores para organizar la vida", explica Fumanal. Por eso da igual que en EEUU haya "tres millones de inmigrantes ilegales. O 30", como dijo Trump. Lo que cuenta es que él fue el único que dijo que eran demasiados. Lo que cuenta es reforzar lo que sienten, lo que creen, los electores cuyo voto el candidato ansía. 

ELLOS Y NOSOTROS

En este contexto, las cifras, los datos, la ciencia, son vistas como las herramientas del 'establishment' para defenderse. Ellos y nosotros. Puro sentimiento basado en la irracionalidad. "En el 'brexit' el 'remain' hizo un discurso racional, y entre la emoción y la racionalidad siempre gana la emoción", afirma Colomé. "Las sociedades se están polarizando en un claro 'nosotros' y 'ellos'. La parcialidad está plenamente instalada en el cerebro y en el corazón social. Los míos son los míos. Es muy decepcionante. Todo el discurso es un juego de 'nosotros' y 'ellos' y esto alimenta parcialidades que mucha gente sigue con escaso raciocinio", diagnostica Gabilondo.

COMUNIDADES AFINES

Para construir esta división entre un 'ellos' y un 'nosotros' impermeables al 'otro' es básico el papel de las redes sociales, donde los usuarios se rodean de seguidores o amigos afines desde un punto de vista ideológico. "En comunicación política está estudiado que todo el mundo lee, escucha y mira los medios que le reafirman en su ideología y en su comportamiento político.

En las redes sociales sucede lo mismo, se crean comunidades de personas afines que comparten una misma ideología", explica Fumanal, que ironiza: "Un neoyorquino debe de pensar: ‘¿Cómo puede ser que ganara Trump, si en mi ‘timeline’ no tengo ni un seguidor suyo?". Algo así sucedió. La victoria de Trump (o la de Mariano Rajoy el 26 de junio) y el resultado del 'brexit' desataron una enorme ola de incredulidad entre quienes votaron otras opciones. ¿Cómo es posible? bramaron muchos en las redes sociales, que hayan ganado ellos y no nosotros y nadie lo hubiera predicho. Cierto, fallaron las encuestas (ahí tuvo mucho que ver la espiral de silencio, es decir, que muchos no quisieron decirle al encuestador lo que planeaban votar porque no era políticamente correcto), y los medios de comunicación tampoco supieron verlo pero, como recuerda Gabilondo, "en las redes sociales también se criticó a Trump". En algunas zonas de las redes, al menos.

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Y es que es muy sencillo caer en el espejismo de que las redes son la realidad ("Twitter arde", "Twitter se enciende", "Twitter se indigna") y olvidarse de que en otras partes de Facebook y Twitter hay comunidades en las antípodas ideológicas en las que se difunden mensajes radicalmente diferentes. Donde la narrativa es otra. "E igual su comunidad es mayor que la tuya", bromea Colomé, que añade: "Los dos mundos se retroalimentan pero no conectan, no hay diálogo, controversia ni contacto".

Es este el medio ideal de difusión de la política 'posverdad'. Según datos de un estudio de The Pew Research Center, el 66% de los usuarios de Facebook en EEUU y el 59% de los de Twitter se informan en el sitio. Puesto que dos tercios de los adultos de EEUU tienen cuenta en Facebook, el informe concluía que el 44% de los estadounidenses acceden a las noticias a través de una red social.

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Con la fragmentación de la audiencia han aparecido centenares de webs y blogs que difunden todo tipo de información, los retuits y los 'me gusta' multiplican su alcance y las comunidades ideológicas cerradas consumen solo estos mensajes porque refuerzan lo que piensan y lo que sienten. Muchas de estas noticias son falsas o tan descabelladas que provocan rubor, pero su peso en la opinión pública hoy es indiscutible. Como símbolo, uno de los promotores de una de estas webs, Steve Bannon de Breitbart News, es uno de los principales asesores de Trump. En una rueda de prensa en Berlín, Barack Obama denunció estas webs de noticias falsas: "Si no hablamos en serio sobre hechos y lo que es verdad y lo que no es, si no podemos discriminar entre argumentos serios y propaganda, entonces tenemos problemas".

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TRUMP "MENTIROSO"

Se supone que ese era el papel del periodismo tradicional. "Los seguidores de Trump usaron Facebook no solo para viralizar una serie de afirmaciones que eran mentiras flagrantes, sino para darles una autoridad basada en la audiencia. Cuando los periodistas iban a cubrir actos de Trump, en muchas ocasiones eran increpados por los asistentes, que les exigían que dejaran de ‘mentir’", explica Fumanal. En una decisión que rompe los principios de la imparcialidad, The New York Times llamó en su portada "mentiroso" a Trump, y en general la prensa estadounidense rompió la norma de no implicarse informativamente (editorialmente es otro asunto) para mostrar sin ambages sus preferencias por Hillary Clinton. "Entiendo que pueda haber debate, pero es razonable que la prensa estadounidense se posicionara ante un fenómeno como el de Trump, anómalo, escandaloso, atemorizador, pro-fascista", defiende Gabilondo.

Pero el efecto fue el contrario. El esfuerzo por desmontar las mentiras de Trump solo sirvió para reforzar su mensaje de adalid contra el 'establishment'. Porque mucha gente en EEUU y en Europa tiene la creencia (en ocasiones, con buenas razones) de que la prensa forma parte del 'establishmen', de la casta, que en la dicotomía ellos y nosotros, engorda las filas del ellos. Y se dio así la paradoja de que cada denuncia de falsedades era una prueba de que Trump tenía razón. Y pese a tener los medios en contra, el magnate ganó. En el Reino Unido, la BBC, santo y seña del periodismo público, ha sido duramente criticada porque su postura en la campaña del 'brexit' fue la contraria: en nombre de la imparcialidad apostó por una información en la que, en general, se daba el mismo peso a las dos versiones de la realidad, como si pudiera haber dos opiniones respecto a cuánto dinero aporta el Reino Unido a la UE.

LA CREACIÓN DE UN MONSTRUO

"Es un hecho muy evidente el decreciente poder de influencia de los medios", reflexiona Gabilondo. En el caso de Trump, en cierta medida la prensa paga su papel en la creación del monstruo. Es famoso el vídeo de la cena de corresponsales de la Casa Blanca en el que Obama se mofa sin piedad de Trump. No lo es tanto que en ese mismo discurso el aún presidente cargó contra la prensa por haber alimentado el fenómeno. Al principio, Trump daba audiencia. Y se le dio una atención desproporcionada. Así, ganó legitimidad. Después, fue demasiado tarde.

Poco después del 'brexit', Greenpeace adquirió el autobús de la campaña a favor del 'leave', borró el mensaje falso sobre los 350 millones, lo aparcó en Westminster y escribió otro lema: "Es tiempo para la verdad". Decenas de personas engancharon 'post-it' exigiendo la verdad. Un fenómeno parecido ha sucedido en el metro de Nueva York tras la victoria de Trump. Pero lo cierto es que hoy una mentira en un tuit pesa más que miles de verdades garabateadas en un 'post-it'.