Posturitas en la tele

FERRAN MONEGAL

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Hacen lo que sea para aparecer en los programas de tele. Están convencidos que así conectan y crean empatía con la audiencia. Cuanto más se acercan las elecciones, más intensifican sus apariciones. Hablo fundamentalmente de los políticos que aspiran a llegar a la Moncloa. O sea, ese trío de pretendientes al poder: Sánchez, Rivera e Iglesias. El cuarto elemento, el que todavía mantiene el título de Presidente, difiere. Rajoy está convencido de que cuanto más aparezca en la tele, más puede perder. Hace del quietismo su estrategia. Él ya tiene ganada la posición. Solo aspira a retenerla. Es curioso, en la reseña biográfica oficial de la Wikipedia pone que Rajoy sigue manteniendo el título de registrador de la propiedad de Santa Pola.

¡Ahh! Los registradores, los notarios y los banqueros son tres profesiones que huyen sistemáticamente de la tele. Su privilegiado oficio detesta la espuma que irradian los televisores. La suya es una aristocracia silente. Opaca. Poco ruido y mucho secreto. Por eso, Rajoy se resguarda -Rivera dice que se esconde- y manda a Soraya en lugar de presentarse él. Atrás quedan aquellos tiempos en que Rajoy era ministro solamente, y tenía aspiraciones de progreso, y entonces sí que buscaba la tele, como aquel cameo que realizó como actor en el 2000, en la telecomedia Jacinto Durante representante (TVE-1).

Se ha filtrado que la entrevista que va a conceder a Bertín proximamente (En la tuya o en la mía), ha sido forzada, impuesta, por sus propios asesores monclovitas. ¡Ah! Con Bertín sí que interesa. Son encuentros sin peligro. Sin sorpresas. Amigables pourparler. Suaves. Cómodos.

 En la tuya o en la mía - El pasado 'breaker' de Pedro Sánchez

Como aquella otra que mantuvo tiempo atrás con Ana Rosa (T-5). O como esta aparición radiofónica, en el programa de fútbol de la COPE, en donde hemos escuchado a un Rajoy insólitamente dicharachero, encantado, confortable, suelto. Hombre, ya sabemos que el fútbol le apasiona. Y que el Marca es su diario de cabecera. Pero ahora sospechamos seriamente que a lo mejor lo que de verdad querría Mariano Rajoy es ser presidente del Real Madrid en lugar de presidente del Gobierno.

Los aspirantes, en cambio, ven en la tele una plataforma idónea. Se pirran por salir en ella. En cualquier programa, en cualquier plató, con tal de que les vea mucha gente. Con Jesús Calleja (Cuatro) ya saben que tendrán siempre algún accidente, controlado, pero que asuste un poco. Es el gancho, el impacto, el anzuelo, para concitar interés. Lo aceptan de mil amores.

Con Pablo Motos (A-3) se prestan a hacer alguna cosita simpática y gaseosa: bailar, cantar, tocar la guitarra (SorayaIglesias), encestar unas canastas (Sánchez), conducir un kart a toda mecha (Rivera). Con Évole, con Wyoming y, en general, con toda La Sexta, tienen garantizada una audiencia progre, nada casposa. Abrigan la esperanza de conectar con ese público que suponen avanzado e ideológicamente muy estupendo.

A la señora Campos (T-5) también la visitan con mucha devoción. Les dicen sus asesores que el almíbar nostálgico y un poco retro que impregna ese programa les garantiza una audiencia de panteras grises fabulosa. ¡Ah! La gracia de la democracia es que el voto de un universitario veinteañero vale lo mismo que el de un pensionista del Imserso. En España hay ahora mismo ocho millones y medio de criaturas mayores de 65 años. Son muchos votos, sí señores.

Aquí lo meditable es preguntarse qué les reportan los programas de entretenimiento de la tele en su carrera hacia la presidencia. Una cosa es la visibilidad, la popularidad, la fama, incluso, y otra muy distinta adquirir solvencia y crédito. Suelen repetir estos tres mosqueteros aspirantes que la tele es un medio fantástico para exponer sus ideas. Es una ilusión muy ingenua. Lo que la tele proporciona es posturismo, que es otra cosa.

De las 24 horas que pasó Pablo Iglesias con Ana Rosa, por ejemplo, la gran idea que quedó en la audiencia, y que causó un gran impacto admirativo, es que, en un momento dado, Pablo lanzó su melena al viento. O sea, que estuvo horas hablando con ella de reformas sociales, de regeneración política, de construcción de un paisaje más justo, más solidario y más honesto, y resulta que el gran mensaje que nos llegó, y del que hablamos luego días enteros, en plan colosal trending topic, fue que de pronto desembridó su famosa coleta.

¡Ah! Volvamos a lo fundamental. A nuestro recordado Eduardo Galeano, por ejemplo, cuando decía «Si los pelos fueran importantes estarían dentro de la cabeza, no fuera». Es tremendo: en la tele, los pelos siempre están fuera.