II ASAMBLEA CIUDADANA

¿Pactarán Iglesias y Errejón?

Los máximos dirigentes de Podemos han comenzado a hablar sobre un acuerdo que determina todo su congreso estatal y es, todavía, la mayor incógnita

Iglesias y Errejon

Iglesias y Errejon / periodico

IOLANDA MÁRMOL / MADRID

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Los máximos dirigentes de Podemos tienen de plazo hasta el dos de febrero para intentar alcanzar un acuerdo que les permita concurrir juntos a su asamblea estatal, Vistalegre II. El liderazgo de Pablo Iglesias como secretario general no está en cuestión. Pero si no logran entenderse, los simpatizantes tendrán que elegir entre dos rumbos distintos para la nueva fase del partido. Hay argumentos para el pacto y también razones para el desencuentro. Las más graves, humanas.

FACILIDADES

LENGUAJE AMBIGUO. Algunas de las discrepancias más determinantes que Iglesias y Errejón fijan en sus documentos políticos son tan ambiguas que permitirían transacciones por ambas partes. Los dos piden que Podemos sea “ganador” pero no detallan cómo lograrlo ni ponen líneas rojas. También reivindican que el partido sea “útil”, otro adjetivo tan genérico en el que cabe tanto estrategia de calle defendida por Iglesias como la institucional que reivindica Errejón. Los términos en sí son permeables y defendibles por ambas familias: nadie quiere un Podemos perdedor e inútil.

ACERCAMIENTO. Ni Iglesias ni Errejón han desvelado cuándo van a sentarse a dialogar pero y han tenido conversaciones preliminares sobre los documentos y podría buscarse una imagen de acercamiento en los próximos días. El clima es, en público, menos tenso que el que hubo en Navidad, tras la campaña #ÍñigoAsíno. Errejón se ha mostrado “optimista”, ha manifestado que confía en lograr el pacto y que sería lo más deseable. Iglesias ha insistido en que su candidatura debe ser integradora.

LA BRONCA DESGASTA. Ambos son conscientes de que las bases desaprueban la bronca en público y que les piden debatir con corrección. Los pablistas han aprovechado este sentimiento para imponer un marco de unidad que evite el enfrentamiento. Los errejonistas saben que, si discrepan hasta el final, corren el riesgo de que les etiqueten como facción traidora y asumen que si se instala esa visión no podrían ganar.

MONEDA AL AIRE. El referéndum interno de diciembre para elegir las normas de Vistalegre II demostró que el pablismo y el errejonismo están ingualados en fuerza. Solo les separaron 2.000 votos del casi medio millón de simpatizantes con derecho a participar. Ni Iglesias ni Errejón tienen ninguna evidencia de cuál sería el resultado si acaban por enfrentarse. Sería asumir un enorme riesgo puesto que podría ganar cualquiera de los dos.

AMISTAD. Es cierto que la amistad que Iglesias y Errejón forjaron en la universidad se ha ido enfriando en el último año y que, desde la vuelta del verano, su relación personal es casi nula. Aún así, el respeto intelectual y el cariño que se tienen siempre ha funcionado como facilitador del entendimiento entre ambos, incluso en los momentos más duros. Esa amistad les ha ayudado en el pasado a redactar conjuntamente propuestas en las que partían de puntos de vista significativamente distanciados.

DIFICULTADES

ENTORNOS RIVALES. Sus equipos prefieren que no haya pactos. Prefieren que defiendan sus ideas hasta el final porque existe una desconfianza mútua. Ambos entornos estiran de su líder en direcciones opuestas. La relación entre los colaboradores de Iglesias y Errejón es prácticamente nula, tienen grupos de afinidad diferenciados y los reproches están enquistados. La reconciliación entre entornos es mucho más compleja que la de los líderes.

BICEFALIA. Podemos nació con una estructura distinta a la de la mayoría de partidos. El secretario general concentra un enorme poder: nombra y destituye a la ejecutiva, y convoca consultas a la militancia sin necesidad de que su decisión sea refrendada. Sin embargo, el rumbo político está en manos de Errejón. Ahora el entorno pablista aduce que hay que corregir la anomalía y reclama esa potestad para el líder. El pacto implicaría mantener la estructura bicéfala, con todas las implicaciones que ello comporta cara a 2020.

EL RUMBO POLÍTICO. Ni Iglesias ni Errejón quieren hablar de líneas rojas pero reconocen que lo más complejo es ponerse de acuerdo en la hoja de ruta política. Aunque existen ambigüedades que permitirían el pacto, los pablistas quieren poner el acento en las movilizaciones sociales y las protestas en las calles. Se niegan a pactar con el PSOE iniciativas en el Congreso. Errejón cree que puede arrastrar a los socialistas a acuerdos que deroguen los recortes del PP. Su empeño es mostrar que Podemos funciona como locomotora, pide cambio pero garantiza también “un cierto orden”.

REPARTO DE PODER. La defensa de la nueva estructura que debe tener Podemos a partir de ahora está férreamente vinculada con el reparto de cuotas de poder para poder imponer los criterios políticos que cada uno defiende. Ni Iglesias ni Errejón quieren ceder sus atribuciones para poder seguir marcando rumbo. Además, buscan que la mayor parte de sus colaboradores sean elegidos en los órganos de decisión del partido: el Consejo Ciudadano Estatal (CCE) y la ejecutiva. En Madrid, la llegada del oficialista Ramón Espinar a la secretaría general se ha traducido en sonadas destituciones.

QUÉ ES PODEMOS: EL ADN. Pablo Iglesias ha intensificado en los últimos meses su reivindicación del orgullo de la clase obrera. Considera que un político como él tiene que ser reflejo del modo de vida de la gente humilde y que Podemos debe ser el instrumento que resuelva sus conflictos. Ha multiplicado su presencia en las reclamaciones de los trabajadores de Coca-Cola. Errejón opina que el partido debe apelar no solo al mundo obrero, sino al resto de clases, y ofrecer una respuesta transversal a los anhelos de las personas más allá de las etiquetas. Identificarse con una sola clase, opina, dejaría fuera de Podemos a la mayoría de la población y encasillaría a la fuerza morada en una identidad excluyente.