Podemos o el pragmatismo morado

¿El comunismo es un movimiento político o un estado de ánimo? Si se acude a los manuales doctrinales la respuesta parece evidente. Pero cuando existe la posibilidad de alcanzar el poder real tal vez no lo es tanto e incluso se vincula a una cuestión de edad, como si ser comunista fuese un pecado de juventud. Eso es lo que se desprende de las reflexiones que Pablo Iglesias lanzó este domingo a preguntas de la periodista Ana Pastor."Nos hacemos mayores", argumentó el líder morado. Según sus explicaciones, ya no es comunista porque ahora es candidato a la presidencia del Gobierno. Y los que vieron en él a un alumno aventajado de Marx que sepan que solo fueron "provocaciones de 'enfant terrible'".

Algo parecido pasa con una de las promesas estrella de Podemos, un referéndum para avanzar en una solución al conflicto abierto con Catalunya. De ser una condición sine qua non (literal) en la pasada campaña, a mantenerse como una línea roja al día siguiente del 20-D, a convertirse en una propuesta. La hemeroteca es cruel, ya no solo con los partidos de la ‘vieja política’.                                                                                                                                                                                                                                                               

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El podemismo, pues, avanza hacia el pragmatismo y la justificación hay que buscarla en las expectativas demoscópicas creadas y que señalan que Iglesias puede convertirse en presidente del Gobierno. De ahí que aquel ‘enfant terrible’ se presente como adalid de la socialdemocracia, que, a diferencia del comunismo, no aspira a una sociedad sin clases y bendice el capitalismo, también sus defectos.Tal vez por eso haya tanto indeciso aún en las filas de Izquierda Unida. De su decisión así como de la capacidad del PSOE de despertar a los suyos dependerá que pueda configurarse un pacto de izquierdas. Otra cosa será que los socialistas, llegado el caso, estén dispuestos a apostar por esta opción. Pedro Sánchez, el pasado 28 de mayo y ante los asistentes a las jornadas que el Cercle d’Economia celebra cada año en Sitges, aseguró que no habría unas terceras elecciones. Pero este lunes ha complicado aún más el escenario al afirmar que ni facilitará una investidura de Mariano Rajoy ni una de Iglesias. Más allá de los discursos, el apoyo del PSOE, por activa o pasiva (abstención), puede ser imprescindible para evitar una repetición de los comicios.

Podría pensarse que la estrategia de Sánchez responde al principio del manual de campaña que obliga a no enseñar las cartas antes de tiempo, pero esta no es una campaña de manual. Tampoco lo es en Catalunya, donde el independentismo vive inmerso en su propio 'dragon khan'.

MEDIR FUERZAS

Esquerra, casi sigilosamente e intentando incomodar lo menos posible a CDC, va dando pasos para convertirse en el referente del soberanismo y, en la medida de lo posible, darle una pátina de izquierdas. Su candidato, Gabriel Rufián, ha ganado tablas respecto al 20-D como se pudo comprobar en el debate a seis que protagonizaron este domingo los aspirantes catalanes. Él y Francesc Homs evitaron contradecirse para no evidenciar las tensiones subyacentes entre Convergència y ERC. Aunque sean unas elecciones generales, el resultado del próximo domingo servirá también de termómetro para medir fuerzas y contrapesos entre unos y otros. Homs confía en poder aglutinar una parte del voto ‘anticup’. Rufián aspira a todo lo contrario: lograr el apoyo de los electores cuperos que pese a que su partido no se presenta van a ir igualmente a votar. Sus papeletas se repartirán entre Rufián y el candidato de En Comú Podem, Xavier Domènech (que fue votante de la CUP).

En función del gobierno que se configure tras el 26-J, las estrategias de las fuerzas catalanas pueden también sufrir modificaciones. Teniendo en cuenta que Podemos ya ha dejado claro que el referéndum no es una línea roja en las futuras negociaciones, ¿qué  harán CDC y ERC si su apoyo es  imprescindible para conformar una alianza de izquierdas? ¿Qué podrá más, el rechazo a un nuevo Ejecutivo del PP o la defensa de una consulta? Puede parecer política ficción, pero la aritmética ya ha demostrado que los votos de estos partidos pueden ser decisivos.                                                                                                                                                          

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Tal vez se trata de volver a aplicar un cierto pragmatismo, que no tiene por qué ser un defecto. Incluso puede ser un atractivo electoral. Bien lo sabe Ada Colau, que en sus entrevistas reconoce que gobernar implica una responsabilidad que no siempre se intuye cuando la política se practica fuera de las instituciones. La alcaldesa de Barcelona, en el libro ‘Ada, la rebelión democrática’ (Ara Llibres), escrito por el colega Joan Serra, resume así el fenómeno que representa el partido de Iglesias:“Podemos hizo un análisis político frío y racional, describiendo una ventana de oportunidad. En eso acertaron, nadie había dado el paso y ellos eran los primeros. Había un contexto de oportunidad, pero no lo habían generado ellos, lo había generado mucha gente, como la PAH, a la que no supieron entender ni respetar”. Esa gente también vota el próximo domingo.