Mirador

Pero, ¿hablaremos de algo más?

JOAQUIM COLL

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Lo que más me irrita del debate secesionista no es la posibilidad de que Catalunya sea independiente. No me parece una solución racional, pero tampoco una pesadilla insufrible. Lo que me enerva es que estamos entrando en un túnel que puede acabar transformándose en un bucle, en una espiral de difícil salida.Artur Masha avisado de que esto iba para largo. Ahora propone que, en la próxima legislatura, la consulta que convoque el Parlament sea sobre la autodeterminación (es decir, sobre si queremos o no decidir). Mientras que la pregunta explícita sobre la independencia, en un referendo legal (autorizado por el Gobierno español, tras arduas negociaciones y presiones, se supone), no llegaría hasta la tercera legislatura de esta inacabable transición nacional. En definitiva, para los que no somos nacionalistas de ningún tipo, la cosa promete ser una auténtica tortura. Y para todos aquellos que, independencias aparte, sean un poco progresistas, va acabar pareciéndoles dentro de unos años una broma de mal gusto.

Porque entretanto la sociedad catalana no deja de acumular problemas, algunos de un dramatismo que hace poco tiempo no hubiéramos imaginado. No es que no se hable de ello, pero se hace de forma espasmódica, a menudo a golpe de sobresalto y sin compromisos colectivos a medio plazo que nos devuelvan la esperanza. Y es aquí donde la política y los medios deben jugar su papel, más aún cuando tenemos unas elecciones inminentes para elegir un parlamento que tiene unas competencias muy concretas, también en política fiscal. DesdeThe New York Timesnos avisan de que los recortes solo traerán más miseria y que la austeridad a ultranza es un suicidio.

Cierto es que ni el Gobierno español ni el catalán tienen en su mano arreglar la economía, pues todo depende de Berlín y Bruselas. Pero hay cosas que sí pueden hacer. En Catalunya, por ejemplo, en política fiscal hay margen para aumentar los ingresos, a través de los impuestos de renta, patrimonio y sucesiones. Y es que los esfuerzos se pueden repartir de forma mucho más equitativa.

En Euskadi, el debate principal va a ser sobre la crisis. ¿Es que podría no serlo? Y eso que allí tienen la mitad de paro que aquí, y no solo gracias al concierto, que sin duda les ha ido muy bien, sino sobre todo porque el motor de su crecimiento fue la industria y la tecnología en lugar de la construcción. Lo alucinante es que en Catalunya no parece que vayamos a ser capaces de discutir de nada más que no sea sobre esa media docena de eufemismos queMasha puesto de moda. El adelanto electoral es obvio que tiene este objetivo. La frustración llegará cuando a CiU le toque aprobar unos presupuestos draconianos. Entonces nos arrepentiremos de no haber confrontado los programas sobre nada más.