la relación entre dos socios parlamentarios

La peor semana del pacto

Artur Mas y Oriol Junqueras, el pasado miércoles, durante el pleno del Parlament.

Artur Mas y Oriol Junqueras, el pasado miércoles, durante el pleno del Parlament.

XABIER BARRENA / FIDEL MASREAL
BARCELONA

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El pacto de estabilidad parlamentaria entre CiU y ERC cumplirá en breve 11 meses. No ha llegado, por tanto, al primer aniversario. Han sido 11 meses de etapas llanas, siguiendo el símil ciclista, con alguna subida, no muy pronunciada. Ahora que el calendario acerca la legislatura a su Tourmalet, léase la consulta y su pregunta y su fecha, los repechos de las primeras estribaciones tensan el acuerdo. Nada que haga peligrar, por sí solo, ni la relación entre Artur Mas y Oriol Junqueras ni la cohesión del pacto, pero sí unos indicios de lo que puede pasar si nacionalistas y republicanos no pedalean al unísono cuando la carretera se empine.

La suma de episodios sucedidos esta semana puede llevar a confusión. ¿Puede ser la semana de la presentación de los presupuestos conjuntos la más dura del pacto? Sí. Las cuentas de la Generalitat pertenecen a la fase de llano. El calendario parlamentario ha dictado que la presentación se produjera estos días, pero el acuerdo que lo hace posible es de hace dos meses. ¿Y qué es lo que empina la carretera? La cercanía de la pregunta de la consulta.

Todo el pacto, todo, decae de esta consulta para los republicanos. Por ella, ERC  lo negocia todo. Puede salvar, incluso, la cabeza de un director general de los Mossos (Manel Prat) cuando las responsabilidades por lo sucedido en el Raval ya lo han ultrapasado y lo más audaces ya miran, incluso, a Ramon Espadaler.

Por la consulta, los republicanos pueden aceptar que lo que se había pactado como retirada definitiva de las pelotas de goma (el caramelo que ofrecer a su electorado más progresista a cambio de no cercenar la cabeza de Prat) se convierta en una especie de moratoria previa a la prohibición expresa para el 30 de abril.Puede, claro está, llevar a los independentistas a apoyar las cuentas más restrictivas de la historia.

Pero todo tiene un límite. Por ejemplo, las estructuras de Estado, como TV-3, cuya externalización del departamento comercial ha abierto otra brecha entre los socios. O demostrar siempre que se pueda, por ejemplo con la moción de la CUP sobre un referendo unilateral de independencia que apoyaron, y CiU no, su plena voluntad soberanista. Algo que les vale las críticas de los convergentes: «Estas pequeñas cosas demuestran que no hay base para pensar que puedan gobernar un país en plena transición nacional», afirma una voz de la federación.

Y, por supuesto, la consulta. Por ella, casi todo. Sin ella, casi nada.

ERC no piensa ceder en cuanto a la aparición del término independiente (o como máximo, algo muy parecido) en la pregunta que debe formular Mas antes de fin de año. Tampoco en la fecha: «Tan pronto como sea posible», repite una y otra vez Junqueras.

En la balanza republicana se halla, de un lado, su partido, la cúpula y las bases de CDC y los cientos de miles de participantes de la Via Catalana. Al otro lado del fiel, Unió e ICV-EUiA. A sus ojos, la elección es clara.

CONLLEVANCIA CON ORTEGA / ¿Enervaron las palabras de la vicepresidenta Joana Ortega sobre la imposibilidad logística de llevar a cabo la consulta antes de octubre del 2014? Sí, claro. Pero no más que cualquier carta semanal del líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida. Por ejemplo, la de ayer, en la que el democristiano subrayó que «Catalunya hará algo más que el ridículo si no se llega a un acuerdo amplio sobre la pregunta». En Esquerra está muy afianzado cierto ademán de decir «ellos mismos. Si intentan poner palos en las ruedas, el país les pasará por encima».

También CiU ha acumulado resquemor hacia ERC. Cuando Ortega pospuso la fecha del referendo más allá de lo que ERC pretende -celebrarla en septiembre- estaba lanzando implícitamente un mensaje a sus socios: «No puede ser que digan que yo opino y que el mundo me lo arregle todo, hay que mojarse».

Un dirigente de CDC, tras el ultimátum de Junqueras por las pelotas de goma, resumía: «Son como son». Algo que tiene su réplica inversa. Tras la moción sobre TV-3, un republicano apuntó: «Ya sabemos como son los convers».