Partido de vuelta

XABIER BARRENA / SANT VICENÇ DELS HORTS

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«¿Lo véis como tenemos que estar todos juntos?» suelta Eugenia en un corrillo con trabajadoras del Ayuntamiento de Sant Vicenç dels Horts -tras decir una de ellas que «lo bonito era pluralidad»-, y arranca la carcajada de las mujeres, todas, como mínimo, soberanistas. Eugenia Parejo fue el gran descubrimiento del programa Salvados de Jordi Évole en que Oriol Junqueras compartía mantel y garbanzos con una familia andaluza. Tras esa comida en Ginés (Sevilla), ayer se produjo el partido de vuelta, en Sant Vicenç dels Horts.

Y Eugenia rompe tópicos. Sin compartir, obviamente, el mensaje independentista del invitado republicano, mostró un grado de empatía tal que cautivó a la audiencia, sobre todo catalana, y, de esta, a la más soberanista. «¿Por qué la gente se quiere hacer fotos conmigo aquí en Catalunya?», se preguntaba ayer atónita por su popularidad en la plaza del ayuntamiento vicentino. Y en cierto modo se responde: «Hace falta más diálogo» entre catalanes y el resto de españoles, dice esta votante siempre del espacio electoral que se mueve entre el PSOE (siente devoción por la presidenta andaluza, Susana Díaz -«es una persona normal, como Oriol [Junqueras]»-) e Izquierda Unida, pero que en las últimas europeas votó a Podemos.

Cuando Junqueras se separa de ella para atender algún asunto propio de su cargo como alcalde de esta localidad con un altísimo índice de paro -la Andalucía metropolitana, se podría llamar-, Eugenia se arranca con el líder de ERC.

«Le echó valor», apunta en referencia a la audacia de enfrentarse a sus hijos y a ella misma en campo contrario. El republicano le pareció «cercano y culto, se puede hablar con él de cualquier cosa», una realidad contraria a la imagen que se había creado de persona «hosca».

A pesar de que el viaje relámpago a Sevilla se produjo en plena ola de cumbres de partidos proconsultas tras la impugnación del 9-N por parte del Tribunal Constitucional, Eugenia revela que no vio al político «ni nervioso ni preocupado y que en ningún momento consultó su teléfono móvil» para conocer novedades sobre la porcelana, como bautizó Mas a la unidad de los partidos.

¿Qué comentaba Junqueras fuera de pantalla sobre Mas y el resto? «Nada. No se mete con nadie, y eso está muy bien. Como mucho sonreía si decíamos algo sobre el presidente de la Generalitat».

Conoce y le gusta Barcelona. Desde hace años, de cuando era más joven. «Venir aquí era encontrarte algo distinto, era Europa. En un momento en que en Andalucía o era todo pecado o era delito, susceptible de acabar en la cárcel, venir a Barcelona era algo excitante», sintetiza esta clienta del Café de l'Òpera, del propio Liceu y también de la tienda Santa Eulalia, del paseo de Gràcia, donde compraba telas décadas atrás.

Con todo, de lo que más orgullosa está es de haber roto un tópico. «La imagen de Andalucía está siempre muy polarizada, parece que solo haya señoritos y lolailos. Y no, también hay una extensa clase media, como nuestra familia. Me gusta el flamenco, pero también la música clásica, Antonio Machado y mil otras cosas», remacha.

Y si Junqueras comió pringá en Ginés (además de los universales garbanzos), Eugenia Parejo atacó ayer una butifarra carallota (especialidad de Sant Vicenç) i un mel i mató. Hay tópicos que ni se rompen ni apetece romperlos.