LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LAS TRANSFORMACIONES ESTATUTARIAS

Yo participo, yo importo

Jane Suiter, del movimiento irlandés por el proceso constituyente

Jane Suiter, del movimiento irlandés por el proceso constituyente / RICARD CUGAT

FIDEL MASREAL / BARCELONA

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El Govern, en concreto la 'conselleria' de Exteriors de Raül Romeva, ha dejado para más adelante -para después del referéndum- el llamado proceso constituyente. Es decir, el mecanismo de participación ciudadana para construir una constitución catalana. Se creó una comisión parlamentaria (cuyas conclusiones fueron impugnadas también por el Tribunal Constitucional, por cierto) tras la cual se tenía que comenzar a forjar una serie de mecanismos políticos y ciudadanos respecto a esta constitución. Pero nunca más se supo y entidades como Reiniciacatalunya.cat han congelado los trabajos de acompañamiento a este tipo de convenciones, que son ya habituales en otros países.

Es el caso de Irlanda, que va impulsando reformas constitucionales sobre asuntos clave (igualdad en el matrimonio, aborto, edad mínima para ser candidato) a golpe de convención constitucional con la presencia de 33 políticos y 66 ciudadanos anónimos escogidos al azar de forma proporcional por edad, sexo y procedencia. Jane Suiter forma parte del equipo organizador y como tal es una de las ponentes en el ciclo que ha organizado el Govern sobre procesos constituyentes en el mundo, con representantes de Islandia, Bolivia, Ecuador, Chile y Escocia.

LOS POLÍTICOS LO ENTENDIERON, AL FINAL

Suiter es concretamente la subdirectora del equipo de la convención irlandesa y profesora de Ciencia Política de la Universidad de Dublín. Explica que al principio los políticos no querían la convención porque tenían la idea de que se estaba convirtiendo a los ciudadanos en políticos alternativos. "Pero entendieron que era por un breve período y que no se dedicarían a la política. Ahora tenemos dos ministros que creen que la convención es buena porque pasaron tiempo en ella, hablaron con la gente y vieron que no es una alternativa, sino que es una vía complementaria de representar la democracia", añade.

Una vía que Suiter cree básica y exportable a situaciones como la de Catalunya, en parte para lograr uno de los retos clave del soberanismo: ampliar su base social. "Un proceso de este tipo para involucrar a la gente es importante porque el número de personas que votaron en el último referéndum en Catalunya no es alto, estuvo por debajo del 50%. Para construir legitimidad sería bueno lograr más del 50% y para ello necesitas involucrar a la gente, que entiendan las diferentes cuestiones implicadas en la decisión; un referéndum es muy simple, blanco o negro, sí o no, y si la gente no entiende todas las consecuencias es muy fácil que se guíen solo por las emociones, no por pensar con claridad las diferentes opciones", subraya.

En este sentido, añade que para la gente que no está pensando cada día sobre esto, es difícil entender las diferencias entre las opciones. "Por ello, procesos que hablen de estas opciones ayudarán a ver lo bueno y malo de cada posibilidad, de lo contrario será como el 'brexit', donde se dio una respuesta emocional y se invirtió un montón de dinero en una sola dirección; lo importante es que la gente pueda pensar qué es más cercano a sus valores e intereses, a los de su comunidad".

ESCUCHAR PARA RECONSTRUIR CONFIANZAS

Además, según explica la profesora e investigadora, estas convenciones son antídotos contra experiencias como el 'brexit' o la victoria de Donald Trump. "La mejor manera de reconstruir la confianza es escuchar a la gente. Estas personas que participan en la convención después van a su casa, o hablan en la radio local con el mensaje de 'estamos siendo escuchados'". "La gente se da cuenta de que esto es sobre personas como yo –añade-, porque si yo participo, yo importo, no es algo de las élites", asegura.

Y también los representantes políticos salen con buen sabor de boca de este tipo de experiencias, que suponen reformas a fondo de un sistema constitucional -o la creación de uno de nuevo, como intentó Islandia y pretende el 'procés constituent' catalán- porque "se dieron cuenta de que era un debate más libre, no tenían que sujetarse a lo que era el argumentario del partido prevé en cada asunto, y también les sorprendieron los ciudadanos". "Creíamos que no entenderían los temas pero cuando tuvieron el tiempo de hablar con ellos vieron que no había problema". Quizás es que la gente es más inteligente... "de lo que los políticos pensaban", concluye Suiter riendo.