Análisis

El papelón de Trias

Xavier Trias.

Xavier Trias.

LUIS MAURI

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¿Cuánto pesa la palabra de Xavier Trias?  Al parecer, es tan liviana como corto es el tiempo que separa la noche del domingo, cuando proclamó gentilmente que cedía el paso a la vencedora, Ada Colau, de la mañana del jueves, cuando anunció un plan para retener la alcaldía. El plan se hizo añicos apenas tres horas después de ser expuesto en riguroso directo televisivo por el alcalde saliente, cuya volubilidad poselectoral ha recibido no pocas críticas.

Lo peor, con todo, no es esa vena veleidosa que se ha apoderado de sus últimas declaraciones de intenciones. A fin de cuentas, que Trias ambicione conservar la alcaldía en su poder y para ello tiente a posibles aliados es legítimo. En esencia, esa jugada política no es tan distinta de la que llevará a la exjueza Manuela Carmena a la alcaldía de Madrid ni de las que auparon a Pasqual Maragall y a José Montilla a la presidencia de la Generalitat. Lo peor, para Trias, no es eso, sino haberse expuesto a la ridícula situación de tener que ver su propuesta despeñándose abismo abajo casi antes de haber echado a andar.

¿Acaso no podía figurarse el aún alcalde el portazo en las narices que  le darían el independentista Alfred Bosch y el socialista Jaume Collboni? ¿Cómo es posible que un político de su veteranía se arrojase desde el trampolín sin cerciorarse antes de que había agua en la piscina?

Sin duda, Trias recibe estos días ruegos y presiones de la burguesía local para que intente barrar el paso a la izquierdista Colau. Faltaría más. Esa misma burguesía que hoy teme a la vencedora de las elecciones en Barcelona y la pinta encarnada,  con cuernos y tridente es la misma que en 1980 temía y pintaba de igual modo a los socialistas y los eurocomunistas ante los primeros comicios autonómicos. Entonces no reparó en gastos. La patronal Fomento del Trabajo Nacional (hoy, Foment del Treball) hizo una formidable campaña de inoculación de miedo a las hordas marxistas. Y Jordi Pujol ganó contra pronóstico a una izquierda que hasta entonces se creía hegemónica en Catalunya.

Sin duda, Trias también recibe presiones procedentes de sus propias filas. De un lado están los suyos, su equipo municipal: en los bancos de la oposición hace mucho frío. Del otro, están el president y sus circunstancias. Pese al infatigable sonsonete del agit-prop convergente («CiU ha ganado las municipales en Catalunya»), las circunstancias de Artur Mas son que ha perdido la capital catalana, ha retrocedido en toda la región metropolitana y en plazas emblemáticas como Berga, así como en el conjunto de Catalunya (del 27% al 21%).  Las circunstancias del presidente catalán son que ha anunciado unos comicios plebiscitarios para septiembre y el veredicto electoral no lo coloca en la mejor posición para materializar ese anuncio. Las circunstancias de Mas son que la correlación de fuerzas con su socio en el proceso independentista se ha movido en favor de ERC, pese a que este partido ha crecido menos de lo que ambicionaba. Las circunstancias son, en fin, que el 24-M ha puesto de manifiesto que la ecuación según la cual en Catalunya la voluntad de ruptura solo puede traducirse en votos independentistas no es válida.

En este punto, Mas podría sentir  la necesidad de demorar la cita plebiscitaria. En tal caso, cuando ERC le acusara de traición al procés, él siempre podría replicar que el camino no se puede andar habiendo perdido Barcelona y que si Trias no sigue siendo alcalde es porque ERC no aceptó su plan. Josep Antoni Duran Lleida lo subrayaba ayer: «Que Trias sea alcalde, y no Colau, depende de ERC».

Pero nada de todo ello obligaba a Trias a hacer este papelón, menos aún en el crepúsculo de su carrera. Si quería dar satisfacción al empresariado y a su partido, podría haber tanteado el terreno lanzando el mensaje mediante una filtración calculada, una táctica que ni el político más pardillo desconoce. ¿O no tuvo más remedio?

Amortización

Quizá sentía que le había fallado a Mas, así pareció sugerirlo él mismo en la noche electoral. ¿Pero nadie en su partido quiso evitarle la exposición al ridículo? Esto no resulta extraño. Desde la retirada de Pujol, Trias no era muy apreciado en CDC. Ya en las municipales del 2007, la mano derecha de Mas, David Madí, intentó que el partido designara a otro alcaldable. No lo logró, pero quedó claro que iba a ser la última oportunidad del veterano. Y así habría sido si el socialista Jordi Hereu y los suyos no le hubieran regalado la alcaldía en el 2011. Tras el 24-M, Trias parece definitivamente amortizado. Tanto, que su partido no ha considerado necesario ni importante ahorrarle el papelón.