Paisaje tras la batalla

Hace una semana los catalanes batieron un récord de participación en unos comicios autonómicos. El resultado arrojó una mayoría independentista en escaños nada fácil de gestionar. Junts pel Sí depende de la CUP, cuya concepción de la economía es antagónica a la de CDC. En el otro bloque, el PP, pese a su debacle no parece dispuesto a cambiar su discurso en Catalunya. C’s, triunfadores, se preparan para el 20-D. En ICV asumen que el resultado ha sido pésimo mientras el PSC saborea su dulce derrota.

EL PERIÓDICO / BARCELONA

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Una victoria de difícil gestión y aún sin presidente claro

La euforia no se puede prefabricar. La noche del 27-S, Junts pel Sí abrió botellas de cava, bailó, anunció el inicio de la libertad y sus seguidores aplaudieron y ondearon las estelades ante el escenario. Pero no hubo celebraciones espontáneas en las calles.

Como dicen en CDC, si un guionista hubiera diseñado una ecuación tan diabólica como la de los resultados, no lo habría hecho mejor. Sí, es una victoria incontestable, en los comicios con la mayor participación. Pero la sensación es «agridulce». Depender de la CUP para la investidura y no lograr la mitad de los votos hace más difícil el camino. Como anunció Mas en precampaña, tocará gestionar el proceso con otro ritmo, distinto al deseado.

La pluralidad interna de JxSí lleva a respuestas distintas sobre qué significa este otro ritmo. Los independientes más progresistas y, como no, ERC, están encantados de que la CUP fuerze a los de Mas a virar sí o sí hacia la izquierda. CDC hace valer su posición preeminente y recuerda a todos sus socios que el acuerdo incluye a Mas como candidato a president. Respecto a la hoja de ruta, después de que la CUP haya admitido que no se puede proclamar unilateralmente la independencia, en CDC muchos han respirado («esto nos libera de presión»), pero escuchando al líder de ERC, Oriol Junqueras, parece que, al contrario, la independencia llegará sí o sí. Añádase a ello que resta por tejer el día a día del grupo parlamentario, es decir, las atribuciones de cada cual y la disciplina (o no) de voto, parcial o total. Así como la composición del Govern, preacordado entre CDC y ERC.

Y por supuesto, súmese a todo, last but not least, el factor Artur Mas. Formalmente, JxSí mantiene intacta su candidatura frente al rechazo de la CUP. Argumentan los convergentes que hay que respetar a la fuerza con más peso, que su líder aporta gran cantidad de votos moderados, que si se le veta iremos de nuevo a elecciones y que se pueden hallar fórmulas imaginativas pero no vulnerar la ley respecto a sus atribuciones. En cambio, el líder de ERC Oriol Junqueras juzga «irrelevante» el factor personal porque lo importante es la secesión. Y algunos independientes de la lista no vetan ninguna opción. Todos creen que otras elecciones equivalen a hacer estallar el proceso. Un proceso con una navegación larga y turbulenta y escollos como el día a día de la convivencia con la CUP (si hay acuerdo inicial), la cohesión interna de JxSí y la paciencia del independentismo cívico, que acumula un gran desgaste.

La consolidación de la tercera vía entre el PSOE y el PP

Si hay que ser coherente con la campaña planteada por Ciudadanos es obligatorio decir que el 27-S supuso la presentación formal de credenciales de Albert Rivera como nuevo VIP de la política española, más allá de las tertulias nocturnas de La Sexta. El partido naranja se ha convertido en la tercera vía en el bipartidismo español con más de 734.000 votos y 25 escaños. Una cifra de asientos que, por ejemplo, nunca ha alcanzado el PP y que ahora mismo parece una entelequia para un PSC que se da por contento con haber perdido un 20% de las actas de diputado.

Ciudadanos planteó la campaña electoral como una rampa de lanzamiento de Rivera y en ese plano el triunfo es absoluto. Son la segunda fuerza, tras la coalición entre CDC y ERC. En las próximas semanas, sin embargo, la figura de Rivera se desplazará a la capital de España y será el momento de que asome Inés Arrimadas, la jefa de la oposición in pectore.

¿Cuál es el plan de Arrimadas? Afianzar el voto metropolitano, que ha convertido el antaño cinturón rojo en un anillo naranja. Y tomando en cuenta que los partidos políticos son como las grandes empresas, que si no crecen significa que pierden terreno, explora ya nuevos terrenos que conquistar. Por ejemplo, el del voto moderado de antiguos votantes de CiU. No son casuales las identificaciones de Ciutadans con la UCD de Suárez, ni tampoco alguna mención de la propia Arrimadas al seny, haciendo un guiño a sectores de Unió.

La forma que Ciudadanos tiene para separarse del inmovilismo del PP, así lo tildan los partidarios de Rivera, es una propuesta de reforma de la Constitución que se hará pública en las próximas semanas. Un indicio más de que todo se ha organizado pensando más en los comicios del 20-D, más que en el del 27-S. O que para las elecciones al Parlament poco o nada se precisaba anunciar a bombo y platillo una adecuación del texto constitucional, como se ha visto. Reforma aparte, la otra gran baza naranja es la reforma del sistema de financiación. Pragmatismo

Segundo ‘match ball’ salvado antes del gran envite

En el calendario del 2015 de Miquel Iceta, la fecha señalada en rojo era la de las elecciones generales. Al triunfo de Pedro Sánchez fía el PSC toda su estrategia de supervivencia: o se abre paso la reforma federal de la Constitución, o la credibilidad del mensaje socialista naufragará sin remisión. Sin embargo, los dos obstáculos previos, las elecciones municipales y las catalanas, creen haberlos salvado con creces... para lo que podría haber sido. En mayo lograron mantenerse como segunda fuerza municipalista y el domingo pasado amortiguaron un golpe que se presagiaba muy doloroso.

En la sede del PSC vuelven a ver el vaso medio lleno, pese a encadenar los séptimos comicios con pérdida de votos. La dirección subraya que esta vez apenas cedieron 2.498 papeletas respecto al 2012 y que los 16 diputados arañados son meritorios dado el contexto bipolar de las elecciones –independencia sí o no– y las escisiones sufridas por el partido en el último año y medio. «Hemos estabilizado el barco», metaforizan en la cúpula de Iceta. Antes de las vacaciones de verano, las encuestas situaban al PSC por debajo de la decena de escaños.

Para explicar esta remontada, los socialistas concluyen que la marcha de los dirigentes críticos ha sido buena porque ha ayudado a clarificar la posición del partido contra el proceso soberanista y contra todo referéndum que no sea el de una reforma de la Constitución. Eso ha contribuido, aseguran, a frenar la fuga de votos a Ciutadans, que al final erosionó más al PPC. También reconocen haberse aprovechado de la mala campaña de Catalunya Sí que es Pot y, en concreto, de Pablo Iglesias, lo que les ha permitido mitigar la pérdida de apoyos por el flanco izquierdo.Según Iceta, el PSC «ha tocado tierra y ha empezado a remontar». Además de ser la segunda fuerza a nivel municipal, el 27-S los socialistas retuvieron la tercera plaza en el Parlament, la condición de «primera fuerza progresista» y la de «primera fuerza catalanista no independentista». Buen colchón, dicen, para tratar de salvaguardar a Sánchez.

Autocrítica limitada a la «polarización» soberanista

Tras despertar del sueño de hegemonizar la izquierda catalana, la resignación parece haberse adueñado de las diferentes marcan que formaron Catalunya Sí que es Pot tras el fracaso del experimento. La autocrítica va por barrios: mientras el candidato, Lluís Rabell, y el líder de Podemos, Pablo Iglesias, han reconocido que erraron en el enfoque de la campaña, los dirigentes de ICV optan por echar la culpa casi de todo a la «extrema polarización» de las elecciones entre el sí y el no a la independencia.

Más allá de esta constatación, el malestar por la fragilidad del mensaje soberanista, anclado a un referéndum cuya viabilidad se fía a un cambio de inquilino en la Moncloa tras las elecciones generales de diciembre, se percibe en algunos sectores ecosocialistas, que creen que el estilo y el lenguaje de Iglesias no eran una buena carta de presentación dadas las singulares características de la política catalana. En Podemos admiten no haber sabido detectar esas particularidades, pero unos y otros sostienen que la hoja de ruta de Sí que es Pot irá tomando fuerza a medida que se demuestre infructuosa la estrategia de Junts pel Sí.

Por lo pronto, entre las prioridades que se ha fijado el nuevo grupo parlamentario –11 diputados, dos menos que la cosecha de ICV-EUiA en solitario en el 2012– está la de impulsar una declaración a favor de la celebración de un referéndum soberanista «en los primeros meses del 2016». Una apuesta que, tras revelar su «incomodidad» en el debate soberanista, es probable que Iglesias tenga que dosificar durante la campaña de las generales para que su discurso no chirríe fuera de Catalunya.

Sí que es Pot obtuvo el pasado domingo 366.494 votos, un registro levemente superior al conseguido por ICV-EUiA en el 2012, pero lejos de las expectativas demoscópicas de antes del verano. «La marca nos ha complicado la vida», admitió Rabell tras reconocer también que su baja popularidad fue otro lastre. Sin embargo, en lo que coinciden podemitas y ecosocialistas es en que a ambos les conviene seguir aliados.

El fracaso del ‘efecto Albiol’ que salpica de lleno a Rajoy

El resumen, clarificador, contundente, irrefutable, lo ofrece un dirigente del propio partido: «El PP, el partido del Gobierno de España, el mismo que tiene mayoría absoluta en el Congreso, sacó en las elecciones del 27-S solo 12.000 votos más que la CUP». A partir de ahí, todo escrutinio que se haga de los resultados de los populares en los pasados comicios no hace más que apuntalar lo que algunos cargos han llegado a definir como «la crónica de una debacle anunciada».

Pese al aumento de la participación, el PPC de Xavier García Albiol ha perdido 123.000 votos respecto del 2012 (ahora tiene 348.000) y ha pasado de 19 diputados a 11, lo que le ha deparado el peor resultado desde 1992, cuando Alejo Vidal Quadras se quedó en siete escaños y 157.772 papeletas. El efecto Albiol que acompañaba a su estela de ganador en Badalona ha fracasado.

Por mucho que el candidato se escude –con parte de razón– en que le nombraron a solo dos meses de las elecciones, cuando las encuestas les daban seis escaños; por mucho que sostenga que ha acusado el desgaste del Gobierno de Mariano Rajoy; por mucho que la corrupción en el PP también haya sido un lastre, lo cierto es que hay voces en el partido que hacen una lectura más amplia: las urnas han demostrado que los populares están paralizados y no logran parar una dinámica a la baja que ya se vio en las municipales, las autonómicas y las europeas. No se ofrece un proyecto ilusionante de una España moderna y reformada, baza a la que sí juega Ciutadans.

En la campaña, por ejemplo, los sobres electorales preguntaban ¿Estás harto?, el lema central era Plantemos cara y el mensaje predominante eran las consecuencias económicas de la independencia. «Todo crispación», lamenta un dirigente, a lo que hay que añadir la «reacción adversa» que genera Rajoy en parte de Catalunya y su «contribución» a la causa independentista con sus visitas y sus deslices en la recta final hacia el 27-S. Para algunos sectores, el presidente se ha convertido en un problema por sí mismo.

El anticapitalismo crece y se enfrenta al ‘dilema Mas’

La candidatura de la izquierda independentista encabezada por Antonio Baños es, junto a Ciutadans, la opción que más ha crecido en las elecciones del 27-S. El salto de 3 a 10 diputados y de 126.000 a 336.000 votos ha sido acogido por la CUP con satisfacción atenuada. El avance la convierte en la fuerza política explícitamente anticapitalista con mayor músculo institucional en la Europa comunitaria, pero el resultado final, con ese 47,74% de sufragios otorgados a las opciones independentistas, ha quedado por debajo de las altas expectativas de la CUP –«ho volem tot»–, que confiaba en una mayoría incontestable del secesionismo en votos para forzar una inmediata declaración unilateral de independencia.

El escenario poselectoral ha puesto, además, a los cupaires en una posición delicada. Los 62 escaños de Junts pel Sí convierten en imprescindible el apoyo de la CUP para investir al president, pero los anticapitalistas se comprometieron durante la campaña a no respaldar la reelección de Artur Mas. Más allá de una cuestión de coherencia con el discurso electoral, la CUP alega que su apuesta de izquierda radical ha atraído al independentismo a 210.000 nuevos votantes, mientras que la suma de CDC y ERC solo ha sumado 6.000 apoyos desde el 2012. La partida está abierta. Y las presiones arrecian.

Resistencia frente al rival democristiano naciente

Unió ha decidido no tirar la toalla. Pese al fracaso de la navegación en solitario, de momento los democristianos mantienen su intención de seguir adelante y presentarse a las elecciones generales. Con todo, Josep Antoni Duran Lleida avisa de que la dirección del partido «no alargará niguna incertidumbre» sobre su futuro. Un mensaje críptico.

Unió trabaja con la vista puesta no solo en las generales sino en una posible nueva convocatoria electoral autonómica. Y por el momento, manteniendo sus tesis críticas con el independentismo. Pero frente a la formación que lidera Duran, Demòcrates de Catalunya (DC) ha iniciado los pasos previos a un congreso fundacional que tiene un objetivo claro: ocupar todo el espacio democristiano soberanista, para lo cual cuentan con el terreno del exdirigente de UDC y exalcalde de Vic, Josep Maria Vila d’Abadal, así como de la presidenta del Parlament en funciones, Núria de Gispert. También está por ver si el único diputado de DC, Antoni Castellà, seguirá fielmente la disciplina de voto de CDC en Junts pel Sí o bien actuará con distancia crítica. En cualquier caso, el espacio democristiano está en reconstrucción y una figura clave de la política catalana, Duran Lleida, también. De todos modos, la inminencia de los comicios generales pospone las posibles decisiones definitivas