Pablo y las dos 'Gemmas'

JOAN TAPIA

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Oler el primer mitin de Pablo Iglesias, un fenómeno relevante de la España del 2014, era una obligación. Y una fuerte tentación.

Había mucha gente haciendo cola para entrar en el pabellón de la Vall d¿Hebron. Dentro, lleno total. Público expectante y esperanzado pero con poca liturgia. Ni una bandera 'estelada', ni española, ni republicana... ni roja. Público de clase trabajadora de orden. Sin estridencias. Pluralidad de edades pero mucho mayor de 50 años. Podía ser un mitin de hace pocos años con Felipe González de estrella invitada. Incluso estaba Pasqual Maragall. Aunque las 'Gemmas', Galdón y Ubasart, licenciadas de la UAB, en sus 'treintas' y que hicieron de teloneras con un toque de impertinencia (educado), sonaban distinto a Carme Chacón, no digamos a José Montilla. Extraño, uno de los lemas mas coreado, aparte del "Sí, se puede" o el mas esporádico "Pablo, presidente", fue aquel de "El pueblo unido jamás será vencido". Como en los viejos tiempos, el entusiasmo hace creer que el fin de Salvador Allende fue un triunfo.

Vamos a los discursos. Gemma Ubasart marcó el terreno al proclamar que la Ítaca a la que va Artur Mas (pitos) no es la de la Grecia de Homero, sino la de los recortes. Y Pablo Iglesias insistió en que Esperanza Aguirre y Mas eran lo mismo frente a la sanidad pública. Y logró el clímax al remachar que los que se llevan el dinero a Suiza son traidores, "llámense Jordi Pujol o Rodrigo Rato". Y abordó el 'procés' sin manías: "No quiero que Catalunya se vaya de España pero la casta española ha insultado a Catalunya y no comprende que España es un país de países". Buen punto de partida -similar al del PSC o ICV-, pero sin apuntar concreta vía de salida. Salvo hacer saltar los candados del 78 a través de un proceso constituyente. ¿Diferente a lo que dicen Pedro Sánchez y Miquel Iceta sobre la reforma de la Constitución en sentido federal? Más directo, más desacomplejado. Sin errores pasados.

NÚCLEO DE IGLESIAS

Pero el núcleo del mensaje es la protesta social: "Soy de Vallecas y estoy en casa en Cornellà o en l¿Hospitalet". Entendido. Derecho a decidir, sí, pero extendido a todo (fiscalidad, hipotecas). Como Joan Herrera, pero con más rotundidad.

Y el desparpajo se tiñe de demagogía. Los de arriba son gatos -el gato Mas y el gato Rajoy- y solo gobiernan para los gatos. Para comerse ratones. Y ahora en Ratolandia deben mandar "los de abajo, que somos muchos más". Eso es Podemos. "Podemos somos todos, sois vosotros y vamos a acabar con el régimen fallido del 78". "No he venido a Catalunya a prometer nada (crítica oblicua a José Luis Rodríguez Zapatero) pero os puedo prometer que no abrazaré nunca a Rajoy o a Mas" (descalificación al PP y a CiU y patada en la espinilla al cabeza de lista de la CUP, David Fernandez). El público, nostálgico del buen felipismo (e incluso de más allá) aplaudió con ganas.

El verbo es potente, la crítica fundada y no tiene la exclusiva de la demagogia. Pero de propuestas razonables, pocas. Salvo cazar gatos y asaltar el cielo para que el 2015 sea el año del cambio que empezará el 31 de enero con la marcha sobre la capital de España.

Una Gemma (no recuerdo cuál) dijo que a Zapatero se le pidió el 15-M del 2004 que -despedido Aznar y vencido el PP en las urnas- no fallara. Falló. Y de ahí surge Podemos. Quizás tenga razón. El paquete de austeridad del 2010, ni explicado ni defendido, ha desembocado en una sabiduría convencional que dice que se obedece a Berlín y al BCE. Y sobre este supuesto pecado mortal cae la lluvia del 'nosaltres sols' de Mas y los recortes extra de Rajoy. La suma algebraica es el parto de Podemos. Una sacudida de protesta potente y honda que será clave en el 2015 que en breve empieza. El 'establishment' se la ha buscado.