Pablo Iglesias se pone íntimo

El candidato de Podemos trata de limar su imagen agresiva en un periplo de precampaña por las televisiones

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IOLANDA MÁRMOL / MADRID

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Dicen los expertos en comunicación política que es imposible cambiar la imagen de un candidato durante una campaña electoral porque los ciudadanos ya tienen preconfigurada una percepción. Pablo Iglesias es consciente de las dificultades que implica, pero parece decidido a intentarlo con una sobredosis de intervenciones en televisión que traten de limar el tono áspero que le ha caracterizado en los últimos meses y le permitan mostrar su cara más amable. Borrar al político del exabrupto, el del ceño fruncido, y acercar su lado humano al otro lado de la pequeña pantalla para recuperar una caída en la valoración como líder que puede ser un lastre para su partido. 

El primer reto no fue precisamente sencillo. Una entrevista en Telecinco este martes moderada por Ana Rosa Quintana y cuatro niños que le preguntaron absolutamente de todo. Si Podemos quiere "quitar" la Giralda, si va a prohibir los toros, o si va a expropiarles la casa de vacaciones en la playa, lindezas que, dijeron, han escuchado en sus padres y a las que Iglesias respondió a carcajada limpia, divertido con las ocurrencias y con la complejidad de explicar los entresijos de la vida política en un lenguaje para niños de nueve años. ¿Qué es la campaña? "Es como prometer chuches", les dijo, y se los metió en el bolsillo.  Por si quedaba alguna duda, les explicó que Podemos propone que no haya deberes en primaria. "No sé por qué me han hablado mal de ti. Visto aquí pareces más majo que en la tele", admitieron unánimes. 

El segundo reto, se lo llevó la competencia. Antena 3, que emitió su programa a continuación del de Telecinco, tras varios cambios en las escaletas para evitar coincidir. Susanna Griso pasó dos días con Iglesias y emitió un reportaje de pretensiones intimistas en el que el líder de Podemos se fue encontrando con retales del pasado. Lo llevaron a su instituto, recordó el patio de su primera asamblea, jugó al baloncesto, volvió a su aula y habló de dos compañeras empollonas a las que llamaban Harvard y Cambridge. 

Explicó de nuevo que su padre barajó llamarle Germinal, Progreso Espartaco. Pero se impuso la cordura, y le llamaron Pablo, en honor al lugar en el que se conocieron sus padres, en la tumba del fundador del PSOE. 

En lo político contó que ha conocido recientemente a Felipe González, y que el expresidente "fue muy cordial" pero le dio largas a su sugerencia de encontrarse más adelante para poder conversar con calma. Le preguntaron por lo de siempre. Venezuela. El precio de la fama. Las mujeres. Y respondió lo de siempre. Que no conoce a Nicolás Maduro. Que le gusta ponerse el casco y huir en moto. Y que no quiere hablar de su vida privada. Alabó la capacidad intelectual del Rey. Se comprometió con el referéndum catalán. Y al volante de un coche, sentado en su despacho de Podemos, o en la cancha de baloncesto fue cambiando el tono pero nadie logró arrancarle una sola novedad. Titular plano. Candidato amable. A fin de cuentas, lo que busca en esta campaña.