La mutación que impuso el 15-M

Pablo Iglesias se dirige al hemiciclo en la segunda sesión del debate de investidura con Pedro Sánchez sentado en su escaño.

Pablo Iglesias se dirige al hemiciclo en la segunda sesión del debate de investidura con Pedro Sánchez sentado en su escaño. / periodico

IOLANDA MÁRMOL / MADRID

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Les costó leerlo. Los partidos no comprendieron la profundidad de lo que significaba el estallido social cuando los indignados ocuparon la puerta del Sol hasta mucho tiempo después. Y sin embargo, cinco años más tarde, esas reivindicaciones han acabado transformando tanto sus dinámicas internas como las propuestas programáticas que defienden y han propiciado la irrupción de nuevas fuerzas en el tablero político, que ponen en jaque a un bipartidismo erosionado y tambaleante. El 15-M actuó como válvula de escape para las frustraciones de las clases medias y asalariadas que pusieron a las viejas élites políticas frente al espejo y evidenciaron una crisis orgánica que no se iba a solventar con operaciones de maquillaje. Los gritos en las plazas ocupan hoy un lugar en el hemiciclo del Congreso: propuestas para hacer partidos más transparentes, la renuncia a los privilegios, la reforma de la ley electoral, la renta garantizada o las primarias. 

A los partidos les costó varios años hacer el diagnóstico de ese terremoto social. No fue hasta la aparición de Podemos Podemos en la arena de las elecciones europeas, la primavera de 2014, cuando se arremangaron para asumir las demandas que los indignados habían gritado en las plazas, por primera vez amedrentados porque aquellas reclamaciones eran algo más inquietante que un desorden social: habían alumbrado un heredero político que amenazaba al sistema hegemónico imperante desde la Transición, el partido de Pablo Iglesias. 

Podemos evita reivindicarse como la expresión política del 15-M, y menos ante los toques de atención de los movimientos sociales que delimitan una clara frontera, pero juega con el simbolismo cuasi mágico de aquel referente. La gran manifestación del cambio, el 31 de enero de 2015 fue en Sol y también el abrazo entre Iglesias y Alberto Garzón el pasado lunes para sellar su coalición electoral.

Fuese por riesgo o por convicción, el legado de aquel cuestionamiento de los valores dominantes ha propiciado un cambio irreversible en la vida política, que se ha adaptado a la nueva cultura contestataria y ha agregado las nuevas demandas generadas desde la crisis. Podemos logró traducir esas inquietudes en un lenguaje nuevo que les permitió abrirse un hueco en los medios de comunicación y catapultarse como partido. La izquierda tradicional las defiende como propias. Ciudadanos hace bandera aduciendo que están en su ADN regenerador. E incluso el PP ha asumido parte de esas transformaciones como inevitables. Estas son algunas de las más destacadas.

LEY ELECTORAL

PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos admiten que es necesaria la reforma de la ley electoral y la incluyeron en su programa para el 20-D, pero con propuestas muy distintas. Aunque conservadores y socialistas la han modificado en varias ocasiones, nunca tocaron la principal queja del 15-M: que deje de beneficiar aritméticamente a los partidos grandes y que se establezca un sistema con el cual los pequeños traduzcan también en escaño buena parte de los votos que ahora resultan estériles.

En la breve legislatura tras las generales de diciembre, el pacto entre PSOE y Ciudadanos proponía que la elección de diputados sea por listas desbloqueadas y poner fin al sistema del voto rogado desde el exterior. Podemos propone establecer un método que garantice la igualdad del peso del voto de todos los ciudadanos y el establecimiento de la circunscripción autonómica. El PP propone una modificación que dé una prima de escaños al partido más votado.

RENUNCIA A PRIVILEGIOS

Fue el grito más visible de los indignados y los partidos han tomado nota conscientes de que algunas exigencias son estéticas y que la reducción real del gasto es mínima, pero sabedores también de que la sociedad tolera cada vez menos las prebendas de las élites. Podemos, Ciudadanos y el PSOE son los que mayores renuncias han anunciado.

Los coches oficiales para los portavoces del grupo parlamentario y de la Mesa del Congreso, los 3.000 euros para taxis y la conexión pagada a internet en sus domicilios son algunas de las medidas más visibles. También, la negativa de los podemistas a viajar en clase business. Y episodios como el del senador morado, Ramón Espinar, ferviente madridista, que tras recibir entradas al palco del Bernabéu sin haberlas solicitado las devolvió. 

PARTIDOS TRANSPARENTES

Señalados como el ‘establishment’ , los partidos históricos han realizado un verdadero esfuerzo por parecerse más a los emergentes, que han conseguido imponer, no solo un nuevo lenguaje, sino la exigencia de ciertos valores éticos en la vida orgánica y parlamentaria. Los escándalos de corrupción en PP y PSOE han actuado como catalizadores y, especialmente los socialistas, han marcado distancias con un pasado contaminado. 

Los indignados pidieron primarias, y todos salvo el PP, se han abierto a que los simpatizantes tenga una mayor capacidad en la elección de los dirigentes -Mariano Rajoy las admite pero “para el futuro”-.

La claridad en la financiación de los partidos es otro de los grandes cambios que las viejas formaciones han tenido que capear, aunque hay grados de exigencia dispares. Distintos estudios ratifican que la información que proporciona Podemos sobre sus cuentas en su página web es la más detallada. 

El requerimiento ha afectado no sólo a los partidos, también a las instituciones. Gobierno del PP aprobó la ley de la transparencia, que no llega donde los expertos reclamaban, pero significó un primer paso y aprobó también un paquete de medidas anticorrupción. En el pantanoso terreno del debate político queda pendiente la decisión sobre limitar los aforamientos o el endurecimiento de las sanciones a los cargos corruptos.

POLÍTICAS PARA LOS EMPOBRECIDOS

Es probablemente el logro del que se sienten más orgullosos los dirigentes de Podemos: haber logrado que la mayor parte del arco parlamentario admita que no se puede salir de la crisis y “dejar en la cuneta” a las clases empobrecidas. El partido de Iglesias abrió el debate y fue fuertemente criticado en las elecciones europeas de 2014 por proponer una “renta universal”. Ante el aluvión de golpes, los morados ajustaron su iniciativa a una ayuda por hogar (no individual) para aquellas familias que no dispongan de ningún otro ingreso. Tras criticarla durante meses, finalmente el PSOE la asumió como “renta básica” en su último programa electoral. 

Incluso en las negociaciones de esta investidura fallida fueron asumidas otras propuestas, como las cinco medidas estrellas de la Plataforma Anti-Desahucios (PAH), para impedir que ninguna familia se quede sin vivienda si no tiene una alternativa habitacional, promulgar la dación en pago y evitar el corte de los suministros básicos a las familias con pobreza sobrevenida.