MIRADOR

Golpe al Estado de derecho

El llamado "proceso participativo" es solo un nombre que enmascara un golpe al Estado de derecho

JOAQUIM COLL

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Blanco y en botella, leche, dice la expresión. Pues bien, si hay colegios, urnas y papeletas, no hay duda de que estamos ante una consulta o referéndum. Como también que el falso proceso participativo que impulsa el Govern mediante instrucciones verbales, declaraciones políticas y mucha propaganda es un fraude de ley que no tiene otro objetivo que burlar la suspensión del Tribunal Constitucional. Fíjense que va a llevarse a cabo el mismo día, el 9-N, para responder a la misma pregunta y con la misma papeleta que estaba diseñada para la consulta convocada por Artur Mas el 27 de septiembre.

El llamado proceso participativo es solo un nombre que enmascara un golpe al Estado de derecho. En realidad, estamos ante algo inaudito en la Europa democrática: una administración que actúa de facto, que se resiste a explicar -a los directores de instituto, por ejemplo- qué marco legal ampara su actuación. Y no lo quiere hacer porque sabe que está en falso. Además, es evidente que su iniciativa no responde al interés general, sino solamente al del movimiento secesionista, que al entrar en mutua e íntima asociación hace saltar por los aires el principio de neutralidad de los poderes públicos. Si la primera consulta ya tenía graves deficiencias en cuanto a garantías democráticas, la que ahora se anuncia como alternativa no será más que otra gran performance independentista, pero pagada descaradamente con el dinero de todos.

Puede que alguien crea exagerada la afirmación de que estamos ante un golpe al Estado de derecho. Sin embargo, lo que está sucediendo me recuerda mucho a cuando un ladrón se disfraza de payaso para asaltar un banco. Si lo pillan, dirá que se trataba solo de un juego o una simple burla, y si la policía se pasa un pelo en su detención, exclamará que ha sido víctima de un grave atropello. En cambio, si se lleva felizmente el botín, nuestro ladrón payaso se convertirá, a ojos de sus colegas, en un héroe y puede que hasta en un genio. Mas dijo que iba a actuar con astucia. Y lo está haciendo, hay que reconocérselo. Pero eso no significa que se salga con la suya el 9-N. Expresé mis dudas el primer día de que ese falso proceso participativo fuera a culminarse. Pues bien, sigo creyendo que al final prevaldrá el Estado de derecho y el principio democrático.

Lo que sorprende es que los independentistas sinceros se presten a un juego que, acabe como acabe, solo da protagonismo al president, que muchos creían ya liquidado. De ahí seguramente las amargas lágrimas de Oriol Junqueras de hace unos días en su reveladora entrevista con Mònica Terribas. Porque teme que, mientras Mas intenta perpetrar ese golpe al Estado del derecho, y en medio de tanta confusión política, al final le acabe robando la cartera.