Fèlix Millet: cuando 'El lobo del Palau' entró en 'Polònia'

Guardo un especial recuerdo del regalo que el equipo de guionistas nos brindó con la versión de 'El lobo de Wall Street' sobre el expresidente del Palau de la Música

QUECO NOVELL / BARCELONA

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El día que supe que Fèlix Millet había hecho pagar a su consuegro la mitad del alquiler del Palau con motivo de la boda de sus respectivos retoños mientras cargaba los fastos a la Fundació del Palau me imaginé levantándome de una de las butacas de platea del fantástico templo modernista iniciando un aplauso in crescendo hacia el hombre que la semana que viene se sentará en el banquillo de los acusados. Aquella “hazaña” fue definitiva para empezar a moldear el personaje que los guionistas de 'Polònia' terminaron de cocer. Un personaje que es capaz de tal actuación, pensé, no puede ser interpretado de otra manera en el circo polaco si no es desde la desfachatez, la sinvergonzonería y la caradura. Un adorable viejecito de voz grave y serena que esconde --como escondió durante sus años de prosperidad-- las mil y una maneras de llevarse tajada en nombre de una institución más que respetable y con el presunto asentimiento en modo mirar-hacia-el-otro-lado de una parte importante de los gobernantes del momento.

Gusta en buena parte de la profesión interpretar a “malotes” o “malotas” y nuestro hombre no ha sido una excepción. Y guardo un especial recuerdo del regalo que el equipo de guionistas de 'Polònia' nos brindó cuando escribieron una versión de 'El lobo de Wall Street' adaptada a las noticias que los medios escupían a diario sobre Fèlix Millet. Todavía no me había repuesto de la interpretación de Leonardo di Caprio en la obra de arte de Scorsese cuando cayó en mis manos aquel guion: “Vamos a hacer 'El llop del Palau'”, me comentó en primicia mi adorado Jaume Buixó, a quien mando un beso de los grandes. Todas las escenas míticas de la película pero a la catalana y resumidas aquí en este fragmento del guion que proclama mi personaje: “Somos el país de las oportunidades, donde los procesos judiciales se eternizan, donde los crímenes prescriben cuando conviene o te indultan cuando toca”.

TRANSFORMAR EN CÓMICO ALGO TRISTE

No deja de ser triste. Pero esta es también la labor de los que nos dedicamos a esto del humor 'polaco': transformar en cómico algo triste. Como triste es que este fulano haya tardado lo que no está escrito en sentarse en el banquilllo por haber utilizado el prestigio de una institución querida por muchos y que tiene como sede una de las joyas del Modernismo visitada por otros muchos más.

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Mi entorno está convencido que no va a pasar nada (mal vamos cuando esta sensación se extiende). Yo soy de los ingenuos que piensan o quiero pensar que la vergüenza, si es que la tiene, que ha vivido este otrora prohombre de la cultura catalana desde que se destapó el caso ya es suficiente pena.

Y no puedo dejar de preguntarme si ha saldado cuentas con el consuegro.

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