LA GESTIÓN DE LA PAZ

El suicidio de la serpiente

Manifestación en Ermua de repulsa por el asesinato de Miguel Ángel Blanco

Manifestación en Ermua de repulsa por el asesinato de Miguel Ángel Blanco / periodico

AITOR UBARRETXENA / SAN SEBASTIÁN

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Hoy hace 20 años, ETA intentó secuestrar a un joven de 29 años en un apeadero de tren en la localidad vizcaína de Ermua. No lo logró, porque Miguel Ángel Blanco utilizó el coche aquel 9 de julio de 1997, su último día en libertad. Pero al día siguiente, sus asesinos le encontraron. La banda había decidido dar un golpe de efecto tras la liberación de otro secuestrado, José Antonio Ortega Lara, tras 532 días de cautiverio.

Y optó por un asesinato a cámara lenta, de una inhumanidad extrema; tras capturar al edil popular, fijaron una condición de imposible cumplimiento y un límite de 48 horas. Lo que no esperaban es que la cobarde ejecución de Blanco, nada más terminar el plazo, iba a provocar una conmoción social que llevaría a la propia ETA hacia su final.

El alcalde de Ermua, el socialista Carlos Totorica, se convirtió en aquellos sombríos días en un referente ético. Una llamada recibida el 10 de julio por la tarde, apenas unas horas después del secuestro, le concedió un protagonismo que nunca hubiera deseado. Pero supo encabezar de inmediato la respuesta social y encauzar una rebelión que no tenía precedentes.

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LA PÉRDIDA DE LA CALLE

Hace 20 años, la izquierda aberzale controlaba la calle, y sobre todo, las protestas y manifestaciones. Los movimientos pacifistas, que por aquel entonces a apenas lograban reunir a unas decenas de personas tras cada atentado, debían hacer frente a contundentes contramanifestaciones con megafonía y amenazas personales a cada uno de los presentes, cuando no con agresiones físicas.

Nada más recibir la noticia, Totorica confió que dar continuidad a otras manifestaciones masivas que se habían producido en los meses previos, como las que condenaron el asesinato del ex presidente del Tribunal Constitucional Francisco Tomás y Valiente o los secuestros de Julio Iglesias Zamora José María Aldaya.

El pueblo de Ermua asumió el desafío. Acababan de secuestrar a un vecino de 29 años, que se había afiliado al PP años antes, que tocaba en un grupo de música y que planeaba casarse en breve con su novia. La empatía que despertó la amenaza de ETA hizo que la población vizcaína se levantara como ninguna había hecho antes.

"TODOS SOMOS MIGUEL ÁNGEL"

Se sintieron fuertes y lograron desterrar el miedo de dar la cara, de verse señalados y amenazados, y comenzaron a ocupar las calles al grito de "Todos somos Miguel Ángel" o "ETA, aquí tienes mi nuca". Pasaron las noches frente al ayuntamiento, en vigilias cargadas de rabia y de esperanza.

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Esa dignidad caló en el resto de la sociedad vasca, que entendió que aquel momento suponía un punto de inflexión. Durante las primeras horas de secuestro, el lendakari José Antonio Ardanza convocó el Pacto de Ajuria Enea, un instrumento que también fraguó una sintonía mínima entre todos los partidos salvo la izquierda aberzale para hacer frente a ETA.

Y decidieron convocar una manifestación el Bilbao para el sábado 12 de julio, pocas horas antes de que se cumpliera el plazo fijado por los terroristas. Decenas de miles de vascos salieron a decir NO a ETA con más fuerza que nunca.

ATAQUES A SEDES DE BATASUNA

Pero apenas terminada la marcha, se supo que Miguel Ángel había aparecido con las manos atadas a la espalda y dos tiros en la cabeza en una senda forestal en la localidad guipuzcoana de Lasarte-Oria. Xabier García Gaztelu, 'Txapote', quien nunca ha mostrado el menor arrepentimiento, fue el autor de los disparos. Irantzu Gallastegi le esperaba en el coche. Ambos terroristas son actualmente pareja y han tenido dos hijos en prisión. El tercer miembro del comendo, José Luis Geresta, quien sujetó al edil de Ermua mientras era ejecutado, se suicidó en 1999.

El responsable político del crimen fue Mikel Antza, firme seguidor de la socialización del sufrimiento que había marcado la ponencia Oldartzen. Hace 20 años, el liderazgo de ETA sobre la izquierda aberzale era evidente, hasta el punto de que los propios dirigentes de la Herri Batasuna defendían públicamente esa estrategia. Pensaban que una sociedad que había digerido atrocidades como la de Hipercor, o la muerte de niños, podría aceptar el asesinato de un edil.

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Pero la extrema crueldad de esta muerte provocó un estallido de rabia con una intensidad que nunca más se ha repetido en Euskadi. Miles de personas se echaron espontáneamente a las calles, y rompiendo muchos años de miedo, se dirigieron directamente a los locales de Herri Batasuna. Esta vez no hubo el menor atisbo de contramanifestación, porque la superioridad numérica era aplastante. En Ermua llegaron a prender fuego a una sede, y en otras poblaciones hubo conatos de linchamientos.

En San Sebastián, la capital vasca con más implantación de la izquierda aberzale, solo la presencia de la Ertzaintza impidió que la multitud accediera al interior de su sede principal. En medio de gritos contra ETA, también por primera vez los agentes de la Policía Autonómica se vieron respaldados de manera masiva por la población, y se quitaron los cascos para dejar sus rostros al descubierto, en una época en que eran objetivo prioritario de la banda.

LA DERROTA DE ETA

La indignación situó a Herri Batasuna a la defensiva. El rechazo a ETA se disparó, y desde entonces los partidarios de mantener la 'lucha armada' se redujeron años tras año, cada vez más rápido. Se había hecho evidente que la banda actuaba contra la voluntad de los vascos, que se sintieron libres de expresarlo públicamente pese a los riesgos. De hecho, dos de los principales impulsores de lo que se llamó el Espíritu de ErmuaJosé Luis López de la Calle y a su amigo Joseba Pagazaurtundua, fueron asesinados años después por la banda.

Todavía tuvo alguna opción ETA de dejar las armas con alguna contrapartida política, pero ni el Pacto de Lizarra de 1998 ni los contactos con emisarios del Gobierno español, con el visto bueno de José María Aznar primero y José Luis Rodríguez Zapatero después, permitieron acortar los años de terrorismo.

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Finalmente, la propia izquierda aberzale, debilitada tras años de ilegalizaciones y tras comprobar que la inmensa mayoría de los vascos les habían dado la espalda, fue quien asumió el liderazgo del todo el mundo radical para llevar a ETA hasta su final. Han pasado cinco años desde que anunciara que dejaba las armas a cambio de nada, y este mismo año se ha desarmado de forma unilateral e incondicional.

Incluso sus presos defienden mayoritariamente la aceptación de la legalidad española para disfrutar de permisos, progresos de grado y beneficios penitenciarios. Y la petición de acercamiento a cárceles del País Vasco que sirvió de coartada para ejecutar a Miguel Ángel Blanco sigue tan lejana como entonces.