«'Mas, no perdi mai el caràcter'!»

JOAN /Tapia

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El jueves -la víspera de la ley de consultas y la noche de Escocia- Artur Mas fue al programa de Josep Cuní y logró 525.000 espectadores (15,2% de cuota) batiendo de largo a TV-3. La expectación era máxima. ¿Sacará las urnas como le piden la ANC y ERC o acatará la suspensión que dictará el Tribunal Constitucional (TC) como asegura la vicepresidenta Ortega y como él mismo insinuó en el debate de política general al decir que la consulta solo se haría con «plenas garantías democráticas»? ¿Unas anticipadas plebiscitarias, con lista única CDC-ERC, serían la alternativa a la consulta? ¿Hay tormenta en el pacto con Oriol JunquerasMas, relajado, no soltó prenda. Solo insistió en que el 9-N era una gran oportunidad y que la fuerza de Catalunya era el consenso político y la movilización de la gente.

¿Qué hará pues ante el auto de suspensión del TC? Lo que está claro es que va a administrar el poco tiempo que le queda a su favor. Retardará la firma de la convocatoria para retrasar la prohibición y engordar la movilización. ¿Esperará a que Rajoy marche a China para que haya más morbo? Luego recurrirá la suspensión ante el mismo TC e intentará pactar la respuesta con los partidos de la consulta. Ganar tiempo para avanzar en la voluntad unitaria. Pero casi seguro que se enfrentará al dilema: acatar al TC con el riesgo de decepcionar a la calle o romper la legalidad y penetrar en territorio desconocido.

Siempre adelante

Intentará hasta el final convencer a ERC y la ANC para mantener la unidad. ¿Luego? La clave del personaje es su tenacidad. Tirar siempre adelante y no darse nunca por derrotado. En los años 90, el sucesor natural de Pujol era Miquel Roca, y el aspirante bastardoDuran Lleida. Ganó Mas, menos conocido pero mejor colocado. En el 2003, Pasqual Maragall le ganó en votos (no en diputados) y sumaba mayoría con ERC e ICV. Tras 23 años de pujolismo, el tripartito era inevitable. Mas luchó hasta el último momento y luego aseguró que le habían robado la victoria y ERC se había vendido al españolismo. En el 2006 pactó con Zapatero el Estatut y que la lista más votada obtendría la presidencia (como ahora quiere hacer Rajoy con las alcaldías), pero el PSC no obedeció a la Moncloa y repitió tripartito. Artur Mas acusó de todo a ERC, al PSC, a Zapatero. ¿Cómo podía el sucursalista Montilla plantar cara a Madrid? ¿Le habían engañado? Aguantó. Luego la sentencia del TC le permitió proclamar el fin de la era estatutaria y destruir al ya muy maltrecho tripartito.

Y en el 2010 -a la tercera va la vencida- ganó con el cauto lema de Per una Catalunya millor. No logró la mayoría absoluta pero el tripartito no sumaba. Se dispuso a gobernar con el PPC y como un buen político business friendly suprimió el impuesto sobre las herencias. Esperaba un buen pacto con Rajoy (¿un maxi Majestic?) cuando el PP ganara en el 2011 sin mayoría suficiente. Pero se equivocó. Rubalcaba y el PSC se desplomaron y Rajoy tuvo mayoría. Se sintió ninguneado. Él necesitaba cada día a Alicia Sánchez Camacho y Rajoy solo hacía algunos gestos, como permitir que Durán Lleida fuera presidente de la comisión de Exteriores. Y tenaz y también orgulloso, juzgó indigno el trato.

Castigo electoral

Además, a primeros del 2012 las encuestas revelaron el drama. La crisis, los recortes y la alianza con el PP llevaban a CiU a sufrir un serio castigo electoral. En julio optó por disolver el Parlament antes de presentar los presupuestos del 2013 que solo podían contener mas recortes. Pero septiembre alumbró la gran manifestación independentista. Orgasmo general en CDC. Hizo un intento de órdago sobre Rajoy (frustrado) y se lanzó, cual mesías, a la campaña electoral. Gran decepción aquella noche. Perdió 12 diputados que fueron a Junqueras, que para muchos independentistas era más del morro fort. Estuvo a punto de tirar la toalla, pero pactó con Junqueras e hizo suyo el proyecto de una consulta independentista en el 2014. Era un terreno peligroso y resbaladizo pero… En el límite, siempre podría cumplir su palabra -firmar la convocatoria- y sustituirla por unas elecciones plebiscitarias.

Pero sopla en todas partes un viento de protesta. Junqueras se explica bien y parece un entusiasta y culto mosén cuya vestimenta es ya una reconvención a los formales trajes de Artur Mas. En las encuestas, ERC superaba a CiU y en las elecciones europeas Junqueras se negó a  una lista conjunta. Y ganó.

Ahora los republicanos ponen como condición para todo que saque las urnas y Mas sabe que no puede ignorar el Estado de derecho. Cualquiera se sentiría atrapado. Sin remisión. Pero carácter es tenacidad. En octubre del 2012, la acreditada escuela Aula, fundada por el ya fallecido Pere Ribera, un antiguo y prestigioso profesor del Liceo Francés que preconizaba inculcar la cultura del esfuerzo, invitó a su antiguo alumno Artur Mas. Y el ya presidente de la Generalitat no vaciló en mostrar su respeto por Ribera y, con orgullo, dijo que le contestó así una felicitación de Navidad: «Masno perdi mai el caràcter» (Mas, no pierda nunca el carácter).

¿Que hará el presidente de la Generalitat cuando esté a punto de chocar con una  locomotora de muchas más toneladas si Junqueras -pese a todo- no le sigue en el cambio de vía? Pues lo que cuadre más con una escuela que primaba la fuerza de carácter y el trabajo bien hecho.

¿Acaso ha perdido Alex Salmond el carácter?