análisis

Mas y el Govern de los bastante buenos

Marçal Sintes

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Artur Mas prometió reiteradamente formar «el gobierno de los mejores». Pero el sudoku consistente en aunar variables partidarias, territoriales, de género, etcétera, nunca resulta sencillo. Si consideramos además que el desprestigio de la política impide que personas valiosas se atrevan a meterse en política y la reducción del número de conselleries a repartir, hemos de colegir que, en estas condiciones, formar un gobierno presentable constituye una ardua labor. El ejecutivo del que dispondrá Mas, un ejecutivo de hombres y mujeres de mediana edad, no es el mejor de los imaginables, pero sí bastante bueno, lo que sin duda tiene su mérito. En todo caso, se encuentra netamente por encima de los del tripartito y de los últimos que presidió Jordi Pujol.

Para empezar, consta de un amplio núcleo duro conformado por acreditados representantes de CiU. Destacan también el profesor Andreu Mas-Colell, cuya labor académica es reconocida en todo el mundo, y Ferran Mascarell, junto con algunos independientes de notable prestigio. El exconseller y exconcejal socialista se había distanciado mucho de su partido o, para ser más exacto, de los que todavía mandan en él. De alguna forma, Mascarell, estrechamente relacionado con Pasqual Maragall (hoy exmilitante del PSC), representa a ese sector de centroizquierda catalanista parte del cual en las elecciones de hace un mes se abstuvo o votó a CiU. Artur Mas no le ha pedido que deje de ser quien es, pero a nadie se le escapa el intenso contenido simbólico que entraña el fichaje de Mascarell, que cabe situar en el contexto de la batalla por la hegemonía ideológica e intelectual que vienen librando las dos principales fuerzas políticas catalanas.

Sin embargo, Artur Mas constituye, a mi entender claramente, el mejor activo del Govern, de este gobierno de los bastante buenos. Además, tras la dura travesía del desierto, goza como presidente de la Generalitat de mucha más autoridad sobre los suyos de la que nunca soñó. Su liderazgo, indiscutido, le otorga un amplio margen para imponer coherencia y orientar las políticas concretas. La buena sintonía con Duran Lleida le ha de facilitar la relación con los consellers democristianos.

El problema colateral que puede causar la conformación de este primer gobierno de Artur Mas se halla en la estructura del partido del presidente de la Generalitat, Convergència Democràtica, que, de golpe, ve como cuatro de sus mejores hombres (Mas, Puig, Homs y Gordó) se incorporan a la Generalitat, mientras que otro dirigente clave, David Madí, abandona su puesto para dedicarse a su carrera profesional. Artur Mas y el resto de la cúpula de CDC deberán meditar muy a fondo cómo lograr que su formación política, lejos de averiarse o languidecer, continúe funcionando como una máquina bien engrasada.