Mas y ERC pactan una declaración de independencia exprés

Romeva, en una sesión del Parlamento europeo, hace unos meses.

Romeva, en una sesión del Parlamento europeo, hace unos meses.

XABIER BARRENA / FIDEL MASREAL / BARCELONA

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Puede entenderse como la contraprestación a Esquerra por haber aceptado algo, la lista unitaria, contra lo que los republicanos habían batallado durante más de ocho meses o simplemente la firme voluntad de los partidos (CDC y ERC) por llevar adelante su plan independentista. Lo cierto es que el acuerdo entre Artur Mas y Oriol Junqueras del pasado lunes se incluye un notable recorte de los plazos necesarios para declarar la independencia. Así, tras una primera declaración, llamada nominal, en la que, sin efectos jurídicos, se constata la voluntad de emprender el tramo final hacia la independencia, la proclamación de esta llegaría en un plazo de entre seis y nueve meses. En el peor de los casos, por tanto, la mitad del periodo que los mismos partidos protagonistas, CDC y ERC, firmaron el 30 de marzo en la llamada hoja de ruta.

El Consell Assessor per a la Transició Nacional (CATN), en su informe sobre el proceso constituyente, ya fija un plan en el que el primer paso es una «declaración solemne a favor de la creación de un Estado independiente» después de unas elecciones plebiscitarias. El CATN añade que la proclamación «debería formularse de tal forma que ofreciera una oportunidad de negociación al Estado para que este proceso se pudiera llevar de una forma más ordenada».

A partir de entonces, tocaría preparar el nuevo Estado con cuatro objetivos: «negociar con el Estado las condiciones de la separación, buscar el reconocimiento internacional, negociar las condiciones de la incorporación del nuevo estado a la UE y preparar internamente la creación del nuevo Estado». Es decir, en esos meses entre la declaración nominal y la proclamación, el Govern debería tirar adelante las estructuras de Estado aun pendientes de crear (así por encima, todas) y garantizar la seguridad jurídica mediante una ley de transitoriedad, en la que se fijaran de aplicación las leyes españolas hasta el momento en que el Parlament promulgue otras.

En cuanto a la táctica electoral, ayer se dieron a conocer los primeros nombres de la lista única, la de los independientes. En un intento por reforzar el flanco progresista, habida cuenta de que el peligro para Mas ahora se llama Podemos-ICV, el president (y Junqueras) apostaron por Raül Romeva, exeurodiputado precisamente de Iniciativa, como cabeza de lista.

El perfil de Romeva, progresista, buen fajador en los debates y que mantiene una excelente relación con el presidente de Esquerra, de los años en que Junqueras estuvo en Bruselas, era poco menos que cantado. La número dos será Carme Forcadell, expresidenta de la ANC que, a diferencia de su sucesor, Jordi Sànchez, causó hondo malestar en el entorno de Mas cuando en noviembre le exhortó convocar las elecciones al grito de «President, ponga las urnas». La número tres será Muriel Casals, presidenta de Òmnium hasta este miércoles.

La exjefa de filas de Romeva, la coordinadora de ICV, Dolors Camats, entendió la elección del exeurodiputado como la prueba del nueve de que «Mas ha situado» a su fuerza «como adversario». «Y nosotros aceptamos el reto», sentenció.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, también dio su punto de vistaMariano Rajoy sobre la lista única, a la que calificó «maniobra de confusión». Con todo Rajoy recordó que «el Gobierno hará cumplir las leyes y el PP va a defender la Constitución Española y la soberanía nacional».

En la cúpula de ERC creen que si las negociaciones con Romeva, que cerró el propio Junqueras en persona, hubieran fructificado 12 horas antes, otro gallo hubiera cantado en el consejo nacional celebrado el martes por la noche. Un cónclave que uno de los presentes define de «resignada disciplina». Hubo muchas intervenciones que sin entrar en confrontación directa con la cúpula del partido, si demostraron que muchos de los presentes estaban «tocados», según define otro asistente: «La mayoría quería la lista civil sin políticos o, en su defecto, las tres listas». Otra voz, más alineada con el oficialismo afirma, a modo de resumen, que el tono era de «no sabemos dónde vamos, pero confiamos en la dirección».

La intervención del diputado en el Congreso, Joan Tardà, fue decisiva. Con un currículo impecable de lucha por lo social, es decir, nada sospechosos de ser un critpto-convergente, fue él el que propuso aceptar por asentimiento el pacto. Así se hizo. A la salida de Junqueras de la sede republicana incluso se oyeron algunos aplausos.