Mas desvincula la fecha de los comicios de los presupuestos

Artur Mas se limpia las gafas y conversa con Lluís Corominas durante la sesión de ayer en el Parlament.

Artur Mas se limpia las gafas y conversa con Lluís Corominas durante la sesión de ayer en el Parlament.

XABIER BARRENA / FIDEL MASREAL /BARCELONA

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Sea por la afición de Oriol Junqueras al ajedrez o, simplemente, por tirar de tópico, mucho se ha comparado el pulso que mantienen Artur Mas y el líder republicano desde el 9-N a propósito de un eventual adelanto de las elecciones con una partida de ajedrez. Visto lo sucedido ayer habría que convenir que sí, que uno de ellos, sin adscribir, quizá juega al ajedrez, pero el otro se emplea a fondo en las damas o el backgammon. Es difícil hallar una solución a un problema si las visiones de la relaidad difieren, y eso es lo que sucede entre Mas y Junqueras. Donde Mas ve un pacto de estabilidad parlamentaria plenamente vigente y que él, dice, está cumpliendo a rajatabla, los republicanos solo contemplan un acuerdo que ha quedado vencido por los hechos. Donde Junqueras ve una relación de causa efecto entre la discusión sobre los presupuestos del 2015 -y su acto de «responsabilidad» de dejar que sigan su curso parlamentario- y una próxima convocatoria de elecciones, Mas no ve vínculo alguno entre ambos asuntos.

El president y el líder de la oposición llevaron ayer su pulso al Parlament. Tras unas formas versallescas -o con espíritu navideño, como bromearon ambos protagonistas y, antes, Miquel Iceta-, asomó el acero. Por ejemplo, cuando el líder republicano apremió al jefe del Ejecutivo a convocar las elecciones antes de fin de año, algo que ya había adelantado poco antes en una entrevista televisiva. La respuesta de Mas, como en otras ocasiones -por ejemplo, en una visita hace meses al Ayuntamiento de Sant Vicenç dels Hortssancta sanctorum de Junqueras-, fue recordarle que la convocatoria de elecciones era una potestad exclusiva del presidente de la Generalitat: «Usted no las puede convocar», sentenció Mas mirando al líder de la bancada ahora sí opositora.

 La petición de inmediatez de Junqueras decaía del razonamiento por el cual los presupuestos que ayer se debatían (en concreto, con las enmiendas a la totalidad de los grupos) eran «inviables» desde el punto de vista del «calendario y del reparto de las partidas». Lo primero, porque su aprobación, que debería llegar en el pleno del 4 de febrero, impediría el adelanto electoral que tanto anhelan los republicanos para conseguir así el mandato democrático que avale el proceso independentista.

Lo de las partidas tiene más miga. No hizo tanto hincapié Junqueras en la dificultad para conseguir los 2.200 millones que el Govern pretende cobrarse del Estado en concepto de deudas varias, más allá de que el Gobierno de Mariano Rajoy, el mismo que tiene al propio Mas bajo querella, no parece muy dispuesto, sino en el reparto del gasto. Una forma acerada y sutil de remarcar que el gasto fijado para la vertebración de las estructuras de Estado es tan mínimo que no solo es imposible llevarlas a cabo, sino que, además, entra en contradicción flagrante con la hoja de ruta que el president desglosó el 25 de noviembre en el Fòrum. Hay, pues, a ojos de ERC, una tremenda incoherencia.

La respuesta de Mas fue desvincular los presupuestos de las elecciones. Puso el caramelo en la boca del republicano. «Se pueden convocar perfectamente elecciones para antes de las municipales de mayo», dijo, antes de echar el acostumbrado jarro de agua fría : «Si es para llevar a cabo el referéndum pendiente», sentenció. Y ello significa la lista única.

En cuanto al debate puramente presupuestario, fueron el resto de grupos, en especial el PSC, PP Ciutadans, los que dieron valor al gesto de Esquerra de permitir el pase de las cuentas a la siguiente estación parlamentario. Estas fuerzas exigieron a los republicanos que tumbaran ya las cuentas de Mas. De haberlo hecho, se temen los republicanos, los convergentes no habrían tardado ni un segundo en meter a ERC en el saco de los contrarios al proceso soberanista.

El debate entre el conseller Andreu Mas-Colell y Pere Aragonès (ERC) fue de guante blanco, como corresponde a la buena relación que guarda el exprofesor universitario con el ala económica de ERC. Aragonès señaló que no era intención de su grupo retornar los presupuestos a los toriles, sino que lo que era menester era «cambiar de Estado». Y tras dejar en evidencia lo imposible que resultará que Cristóbal Montoro abone un euro por los fondos de competividad o por las infraestructuras no ejecutadas, pese a las promesas de Mas-Colell de fajarse con el Gobierno por conseguir esas partidas, reclamó, de nuevo, la convocatoria de las elecciones.