Mas se declara rebelde

FIDEL MASREAL / BARCELONA

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Nadie negará a estas alturas que Artur Mas es un político hábil y resistente. Accedió al Palau de la Generalitat con la abstención del PSC, logró aprobar presupuestos con el PP, viró 180 grados hacia ERC y ahora proclama su desobediencia política al Estado y se declara rebelde ante la citación como imputado por haber organizado el proceso participativo del 9-N. Y lo hace cuando todos tienen presente la dificilísima negociación que tiene por delante, no con el PSC, el PP o con ERC, sino con la fuerza anticapitalista e independentista de las Candidatures d'Unitat Popular (CUP).

En una entrevista en Catalunya Ràdio, Mas cargó contra la actitud del Gobierno central, al que hace directamente responsable de que la Fiscalía General del Estado le haya imputado -junto a la exvicepresidenta Joana Ortega y la titular de Ensenyament en funciones, Irene Rigau- por la consulta del 9-N. Una actitud, dijo, propia de «un Gobierno herido en su orgullo, rabioso, torpe, que actúa a lo bruto y que hará todo lo posible por cargárseme a mí también». Ante ello, aseguró no tener vocación ni de «héroe» ni de «mártir», pero sí proclamó que su actitud ante el veto estatal a la consulta fue la de no desobedecer legalmente pero sí «plantar cara». Por ello se declaró a sí mismo «democráticamente rebelde» ante la prohibición del Gobiernodel proceso del 9-N.

Hablando de desobediencias políticas, a la pregunta de sí podría haber desobedecido de entrada manteniendo intacta la consulta fijada inicialmente, alegó que siempre habrá quien crea que se puede hacer más.

El president en funciones exhibió pues firmeza ante el Gobierno, con quien dijo no haber hablado tras las elecciones del domingo. Tampoco ha recibido mensajes de la comunidad europea o internacional.

El cable de Podemos

Las críticas contra la independencia del poder judicial siguieron arreciando. El eurodiputado de Podemos Pablo Iglesias y el de ICV Ernest Urtasun registraron una pregunta parlamentaria dirigida a la Comisión Europea en la que critican las imputaciones del TSJC y consideran que «poner las urnas para que la gente exprese su opinión nunca puede ser un delito». Así, preguntan a la Comisión «qué acciones van a llevar a cabo las instituciones europeas para garantizar la separación de poderes y el libre ejercicio de sus funciones de los cargos electos». Por su parte, Los eurodiputados de ERC, Convergència, Unió e ICV han enviado una carta al vicepresidente de la comisión europea pidiendo una reunión para hablar de las imputaciones a Mas, Ortega e Rigau. Estos parlamentarios manifiestan su profunda preocupación por el hecho de que poner las urnas pueda ser considerado como una causa de imputación y reclaman soluciones a las autoridades de la UE, informa Sílvia Martinez.

En clave doméstica, Mas dejó claro que no piensa regalar su cabeza en las negociaciones con la CUP. Y esgrimió sus armas: la diferencia de votos obtenidos por Junts pel Sí (1,6 millones) respecto a los 336.000 de la CUP. También su propia figura política y trayectoria: «No he ayudado a llevar el país hasta aquí para decir '¿sabéis qué?, ja us ho fareu'». También avisó de que la alternativa si no hay pacto son otros comicios autonómicos. «No tengo ganas de hacer otras elecciones», lanzó como aviso. La CUP argumenta que no quiere avalar a un candidato identificado con los recortes y como respuesta el president adujo que si los practicó fue por orden de Madrid («no admito que seamos el Govern de los recortes», sostuvo). Y se mostró dispuesto a negociar un plan social, siempre que se asuman las limitaciones económicas. El argumento clave de Mas fue que la alternativa al acuerdo es la explosión nuclear. Que todo salte por los aires, y por eso apeló a la CUP a «no estropearlo todo ahora» que se ha obtenido una victoria clara del independentismo. Clara, aunque «nos hubiera gustado ir algo más allá», admitió el líder de Convergència.