la gestación de una nueva fuerza política

Sol, el icono del cambio

Las transformaciones políticas más profundas de los últimos 300 años en España han pasado por la puerta madrileña, una tradición que la marcha de Podemos ansía prolongar hoy

Indignados 8Concetración del movimiento Democracia Real Ya en la Puerta del Sol, en mayo del 2011.

Indignados 8Concetración del movimiento Democracia Real Ya en la Puerta del Sol, en mayo del 2011.

IOLANDA MÁRMOL / MADRID

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hay lugares que retienen la memoria y transpiran el recuerdo de los acontecimientos históricos de los que han sido escenarios. La Puerta del Sol, en Madrid, es uno de esos enclaves sin los que no se podrían entender las transformaciones que ha sufrido España en los últimos tres siglos. Para los madrileños, el kilómetro cero es mucho más que el epicentro de las carreteras del país, y constituye, sobre todo un símbolo de protesta. La llamada Marcha por el Cambio que organiza hoy Podemos reivindica esa leyenda transformadora, que se remonta al motín de Esquilache, en 1766, cuando los madrileños utilizaron la orden del marqués de ese nombre de recortar capas y sombreros de ala ancha como pretexto para rebelarse por la subida de los precios de los alimentos de primera necesidad.

La siguiente revolución ciudadana que vivió la plaza fue contra las tropas francesas, el 2 de mayo de 1808, una jornada sangrienta que dio comienzo a la guerra de la independencia española contra Napoleón y que Francisco de Goya recogió en su lienzo 'La carga de los mamelucos [mercenarios egipcios] en la Puerta de Sol'.

Luz y campanadas

El centro de la capital se llenó de cafés literarios en los que personajes como EsproncedaLarra y Zorrilla discutían el futuro del país. Ahí se estrenó, en 1830, la primera iluminación pública por gas de España, y el pueblo celebró la victoria de las tropas españolas en la batalla de Tetuán, tras el discurso de la reina Isabel II en el balcón del edificio del Ministerio de Gobernación, que hoy es la sede de la Comunidad de Madrid y alberga el reloj de las campanadas en fin de año.

También en Sol inauguró Alfonso XIII el metro, en 1919, y, ya en el siglo XX, la plaza se convirtió en el icono reivindicativo por excelencia, en un enclave fundamental, a medio camino entre el Palacio Real y el Parlamento.

El imborrable 14 de abril de 1931, los ciudadanos llenaron la plaza para celebrar la llegada de la República, y al inicio de la guerra civil el propio Franco alardeaba de una rápida victoria pronosticando que en apenas unos días Madrid caería en manos de las tropas nacionales y él se tomaría «un café en la Puerta del Sol». Le costó tres años poder tomárselo, y aún hoy algunos recuerdan las torturas a las que sometían a los republicanos presos en el edifico de la Dirección General de Seguridad del Estado (DGSE), el edificio del reloj.

En los últimos años los madrileños han pisado Sol -casi nadie dice «la Puerta del Sol» en Madrid- para levantarse contra la guerra de Irak, en el 2003, durante el Gobierno de José María Aznar, y para reivindicar una nueva forma de hacer política. El movimiento 15-M, en el 2011, tomó la plaza como símbolo durante semanas, un reclamo que late en el ADN de Podemos.

Y ese es el escenario elegido por el partido lila para culminar hoy a mediodía una marcha que, según aseguran los dirigentes de Podemos, no tiene no tiene como objetivo «protestar ni pedirle nada al Gobierno» sino marcar el inicio de un cambio de ciclo que consideran «irreversible» e «imparable».

«Sol tiene una memoria simbólica, a pesar de los intentos que ha habido para despolitizarlo; siempre que los ciudadanos tienen que decir algo importante, van a Sol. Igual que los aficionados del fútbol van a Neptuno o a Cibeles, esta plaza es un símbolo del cambio y por eso la elegimos», explica Íñigo Errejón, responsable de la secretaría política de Podemos. El estratega del partido aduce que las verdaderas transformaciones políticas «no implican solo una sustitución de las élites» y que los ciudadanos deben sentirse implicados si es que se pretende que el «tic tac» no se quede solo en un eslogan fugaz.