EL ÓRDAGO INDEPENDENTISTA

Cursillos exprés de antidisturbios en los Mossos

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Guillem Sànchez / Barcelona

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Los Mossos d'Esquadra últimamente acumulan demasiadas jornadas históricas. Lo demuestra la cara de su mayor, Josep Lluís Trapero, que parece fatigado. La fidelidad al Govern les ha metido en un callejón judicial de difícil salida. Pero mientras la buscan, no pueden descuidar la protección de una sociedad que, últimamente, se echa masivamente a la calle avisando con poca antelación.

El principal problema es que los Mossos necesitan más antidisturbios de los que tienen. Porque las movilizaciones son constantes y porque el nivel de amenaza yihadista -un terror olvidado- sigue incandescente, a 4 sobre 5.

Para solucionarlo, según fuentes policiales consultadas por EL PERIÓDICO, los Mossos llevan varios días reconvirtiendo en agentes de orden público a funcionarios asignados a otras tareas. La Brigada Móbil (Brimo) les imparte una formación exprés: si habitualmente generar un antidisturbios requiere meses, el curso que reciben ellos es de pocas horas. "Reciben mono de la Brimo, una boina de la ARRO y una porra. Están bien equipados", relativiza una fuente policial. 

Los primeros 'conversos' han sido los efectivos asignados a la vigilancia perimetral de los centros penitenciarios. Tras ellos, han acudido funcionarios que habitualmente hacen labores de oficina. Últimamente, incluso los efectivos adscritos a grupos de investigación criminal han recibido la orden de desempolvar la camisa y los pantalones ‘xester’, una pieza de ropa operativa que se combina con las botas. Estos agentes desempeñarán funciones de apoyo, como la protección de edificios. "No los van a meter dentro de las manifestaciones", presupone un mosso.

"Serán carnaza"

Tras el 1-O, ha aparecido en una pared este grafiti anónimo: "Fuera la Guardia Civil: a nosotros solo nos pegan los Mossos". Lleva razón. Podría afirmarse que, tras muchos disgustos, los Mossos son conscientes de que, al usar la fuerza, no conviene rebasar el umbral de tolerancia catalán. "Lo aprendimos definitivamente con el desalojo de la plaza de Catalunya", admite un mando. No es casualidad que los dos directores de Mossos que han dimitido (Rafael Olmos y Manel Prat) lo hayan hecho por conflictos relacionados con el orden público. El primero se marchó tras una revuelta estudiantil contra el Plan de Bolonia en el 2009 y el segundo, en gran parte, por la gestión que hizo la 'conselleria' en el caso Ester Quintana.

Durante los últimos años, y bajo la tutela de Trapero, se ha potenciado la unidad de mediación y se ha dado orden de aguantar mucho más tiempo la presión, incluso bajo una lluvia de objetos. Los disparos con proyectiles de foam -las pelotas de goma están prohibidas- no son frecuentes y los gases lacrimógenos se usan en contadas ocasiones. El 'botijo' -un tanque de agua a presión- lleva años cogiendo polvo en un garaje. Lo que sí hacen los Mossos es grabar sus propias imágenes y redactar atestados detallados para denunciar a manifestantes por delitos de atentado contra agente de la autoridad.

El aviso de un exantidisturbios

Un policía con pasado de antidisturbios, antes de que los agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil -que el Ministerio de Interior desplazó a Catalunya para impedir el referéndum- se cobraran casi 1.000 heridos, avisó de que todos ellos terminarían siendo "carnaza" de la opinión pública. Lo decía porque sabía que aquí cada actuación contundente levanta polvareda. Pero los agentes españoles, además de ignorar que pisaban un escenario sensible, también se ensañaron. Rodeados por cámaras, dieron golpes injustificables. El agente que le ha sacado el ojo a un hombre en el colegio Ramon Llull, por ejemplo, disparó demasiado cerca y apuntó a su cabeza. La sociedad catalana ya se ha movilizado para llevarlo a juicio. No será el único. 

La decisión de generar contrarreloj antidisturbios se toma porque los Mossos tienen en exclusiva la competencia de orden público en Catalunya. También para evitar que, en el ambiente de tensión actual, sea necesario recurrir de nuevo a las unidades del ministerio.