ANIVERSARIO DE LA LEY DE LEYES

"Ahora nos toca a nosotros"

Los jóvenes reclaman reformas cara a la regeneración y moralización de la política

Entre todos. Encuentro con un grupo de jóvenes para hablar de la Transición / CARLA FAJARDO

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JOSEP SAURÍ / BARCELONA

Mucho antes de que ellos nacieran, la Transición dibujó las que todavía son las líneas maestras del país en el que les toca vivir y luchar para abrirse camino. Esa Transición del 78 no es la suya; fue la de sus padres, o de sus abuelos. Ahora que se le ven todas las costuras, no por ello le pierden el respeto: "Se hizo lo que se podía hacer en ese momento y en esas circunstancias", coinciden. Han transcurrido casi cuatro décadas, y este momento y estas circunstancias tampoco son nada fáciles. Pero Ariadna, Jordi, Jesús, Patricia y Eva, los cinco jóvenes de entre 18 y 30 años que participaron esta semana en un debate organizado por EL PERIÓDICO, asumen su responsabilidad y su compromiso en lo que, como entonces, puede suponer el fin de una etapa y el principio de algo nuevo: "Ahora nos toca a nosotros". Sus miradas, sus propuestas y sus pronósticos son dispares, pero hay unanimidad en la sed de cambio. Empezando, de modo urgente e ineludible, por reformar la Constitución.

"Es fácil decir ahora que la Transición debería haberse hecho de otra manera, que es lo que yo pienso", abre fuego Jesús Soler, barcelonés de 30 años, ingeniero de formación pero reconvertido en teatrero. "Eran tiempos muy difíciles, de miedo e incertidumbre, con el Ejército detrás casi apuntando con la pistola". "Gracias al esfuerzo de mucha gente, en aquel momento fue un avance que hoy deberíamos agradecer más", añade la publicista en ciernes Patricia Sardà, de 21 años y de Sant Boi. También Jordi Comerma (25 años, estudiante de Comunicación, entrenador de baloncesto y dinamizador cultural de Peralada) tiene un recuerdo para "los muchos palos que se daban en las manifestaciones" de la época.

HERIDAS ABIERTAS

Aunque ese reconocimiento de los méritos de la Transición no supone pasar por alto sus carencias. Se abrieron muchas puertas y ventanas, sí, pero "el auténtico poder, de profunda raíz antidemocrática, supo adaptarse al cambio, mantener el statu quo y seguir repartiéndose el pastel. Y quedaron heridas del franquismo por cerrar. Nadie fue juzgado por los crímenes de guerra y de la dictadura, nadie pidió perdón y decenas de miles de personas siguen en las cunetas. La Transición no se puede considerar completada", recuerda Jesús.

Patricia apunta además al peso de la historia, a la falta de tradición democrática y de una cultura de participación en la política en un país acostumbrado al caciquismo, a que unos manden y otros obedezcan, para explicarse los déficits democráticos. "La Transición se quedó estancada y nos conformamos con ello, con ir a votar de vez en cuando. Y más o menos nos había ido bien hasta hace cosa de unos años, cuando nos hemos dado cuenta de que no, de que esto no nos sirve".

CONSTITUCIÓN "OBSOLETA"

Así, a los llamémosles pecados originales se ha sumado el desgaste de estas cuatro décadas, acelerado en los últimos años. "La Constitución está totalmente obsoleta", afirma con contundencia Ariadna Pepió (29 años, de Premià de Mar, en paro y a punto de graduarse en Publicidad y Relaciones Públicas). "Funcionó bien para reintroducir la democracia en España, pero ha quedado anticuada", coincide Eva Llorens, barcelonesa de 18 años, estudiante de Derecho. Una crisis económica socialmente devastadora, la caída en barrena de la confianza en el sistema en general y en los políticos en particular y el agravamiento de la siempre latente tensión territorial han puesto la Carta Magna contra las cuerdas y van resquebrajando, uno por uno, los consensos de la Transición. Vienen cambios, ¿no? Entre estos jóvenes hay coincidencia en que sí y en que hacen mucha falta, pero no en el alcance que creen que puedan tener.

Eva milita en el flanco entusiasta: "Viene una nueva generación de políticos, como Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, con ideas y aires distintos. Estoy convencida de que estamos en un punto de inflexión», asegura. También Jordi: "Hay un movimiento que va por fin de abajo arriba, que hoy por hoy canalizan Podemos en España y el independentismo en Catalunya, y que va a cambiar muchas cosas".

Pero vamos a por el sector escéptico. Jesús recuerda que los poderes económicos globales han desplazado a la política: "No sé si lo que se hará no será un simple maquillaje. Saldremos de la mayor crisis del neoliberalismo con una sociedad aún más capitalista neoliberal, con menos derechos y más desigualdad. Vamos a peor, no soy nada optimista". Patricia se teme "más de lo mismo" y una regeneración "de cara a la galería". Y Ariadna le atiza a Podemos: "El país es el que es y por muy buena voluntad que le pongan, si llegan a gobernar difícilmente podrán cumplir sus promesas sociales. Eso es vender humo".

Por estos cinco jóvenes no va a quedar, sin duda. Pero tampoco hay entre ellos unanimidad sobre si su generación es consciente de vivir a las puertas de un cambio de época, ni sobre su grado de compromiso político. Parece que la cosa va por barrios, o mejor dicho por facultades. "Estoy rodeada de gente que lucha mucho, que debate mucho, que argumenta mucho", sostiene Eva. "Tengo pocas amigas con las que pueda hablar de política", dice en cambio Ariadna. "Hay poca conciencia social colectiva y mucha resignación, aceptación de lo que hay. 'A mí de esto no me hables, que yo lo que quiero es ser feliz', te dicen", añade Patricia. "Creo en la gente, creo que la gente tiene ganas de hacer cosas y puede hacerlas. Pero si no nos lo creemos no lo haremos. Los jóvenes tenemos que implicarnos mucho más, y educarnos en el espíritu crítico, en el debate", concluye Jesús.

TRIPLE CRISIS

Debatido y aprobado queda, pues, que ante la triple crisis del sistema -política, socioeconómica y territorial-, es el momento de afrontar cambios profundos. Pero habrá que ver cuáles y cómo, claro. Sobre Catalunya, acuerdo en que sin el 'cepillado' del Estatut y con un reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado y una interpretación menos restrictiva de la Constitución «no habríamos llegado hasta aquí». Y división de opiniones, en cambio, sobre cómo salir del atolladero, desde la profundización asimétrica del Estado de las autonomías hasta la independencia, que Jesús interpreta en clave inequívocamente regeneracionista: "Para mí es sobre todo la oportunidad de un cambio, de construir algo nuevo. Una Catalunya independiente que siga siendo el coto de los Pujol y Millet no me vale".

Porque ahí está, a juicio de todos, la madre del cordero: en la regeneración democrática y la moralización de la política. "La clave es hacer participar a la gente, que nos sintamos partícipes de las decisiones que se tomen, que nos sintamos escuchados, que las preocupaciones vengan desde abajo y las soluciones también", desgrana Jordi. Y a partir de ahí se desata un diluvio de propuestas y demandas: democratización de los partidos con estructuras más participativas y aplicación de las nuevas tecnologías, listas abiertas, todos los referéndums que hagan falta, transparencia en los partidos y en su financiación y en la Administración pública. Y, por supuesto, una auténtica separación de poderes. También medidas revocatorias: "Si un político incumple su palabra, que tenga que dejar de ejercer su cargo si la gente así lo decide", plantea Jordi.

Y en el fragor de la tormenta no solo los políticos, también los medios de comunicación acabamos calados hasta los huesos: "Son empresas y sus propietarios pueden gestionarlas como quieran, pero lo que no pueden es gestionar la realidad como quieran. Para que la democracia funcione la gente tiene que estar bien informada", sostiene Patricia.

CONTRA EL CINISMO

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Acontecimientos en Catalunya aparte, las próximas elecciones legislativas y una posible mayoría que no incluya al PP tendrán la llave de la reforma constitucional, coinciden todos. Una reforma "en la que los ciudadanos deberían participar activamente», afirma Ariadna. Y que debería «cargar de ética y moral la acción política", defiende un Jesús que se indigna al recordar la imagen de diputados populares riéndose mientras Pedro Sánchez hablaba de malnutrición infantil: "Fue el mayor acto de cinismo que he visto nunca". Jordi añade otra foto dolorosa y reciente, la de un Senado desértico durante un pleno sobre desahucios.

Y hay que tratar de preservar el Estado del bienestar, claro. "Es un poco tópico, pero la desigualdad hace que los que tienen más todavía tengan más y los que tienen menos todavía tengan menos y puedan hacer menos para tener algo digno", denuncia Patricia. "No digamos que es un tópico, eso es una trampa. No es un tópico, es una realidad, y hay que repetirla las veces que haga falta", concluye Jesús.