Podemos se agrieta por una pugna de poder interno

Pablo Iglesias se aregla la coleta mientras escucha el discurso de Sánchez.

Pablo Iglesias se aregla la coleta mientras escucha el discurso de Sánchez. / periodico

IOLANDA MÁRMOL / MADRID

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Podemos no logra sofocar incendios orgánicos que le sobrevienen en un contexto de máxima dificultad para un partido con apenas dos años de vida que trata de afrontar, de momento sin éxito, unas negociaciones para formar un gobierno de cambio. La dimisión, este miércoles por la tarde, de nueve dirigentes de la cúpula regional de Madrid evidenció las dificultades que atraviesa la formación.

La marcha en bloque es de relevancia mayor que en otros cinco territorios en los que también hay crisis orgánicas, porque atañe a cofundadores del partido y a dirigentes de la máxima confianza de los líderes, Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. Es grave también porque aflora una pugna por el poder en la estructura estatal que hasta el momento se mantenía silenciada. Y, finalmente, es una decisión arriesgada porque les sitúa en una posición de debilidad ante un horizonte incierto donde la repetición de elecciones parece más cerca.

Los nueve dimisionarios se marchan en apoyo al secretario de organización regional, Emilio Delgado, considerado afín a Errejón, que presentó su renuncia por discrepancias con el jefe del partido en esta comunidad, Luis Alegre, de estrecha sintonía con Iglesias.

Aunque en su carta los dimitidos niegan la disputa interna estatal, a nadie se le escapa que su decisión evidencia el pulso de fuerzas y que desean el cambio de una cúpula que ahora controla Iglesias a través de Alegre. El jefe regional, de perfil bajo, necesitó el apoyo de la cúpula para ganar las primarias, por escasos votos, e imponerse al candidato del otro grupo en el partido morado, Miguel Urbán, de Izquierda Anticapitalista.

‘LA INTERNA’

La dirección negó este jueves la división a través de un tuit lanzado por Errejón, pero las discrepancias son patentes y se han recrudecido en los últimos meses. Con la salida de Juan Carlos MonederoJuan Carlos Monedero, el cofundador y número 3, en abril del 2015, el partido vivió un corrimiento de poder interno. Fuentes de la organización admiten que en aquel momento Iglesias ahondó en la configuración de un equipo de personas afines que fueron consiguiendo mayores cuotas de mando y fueron desplazando a colaboradores de Errejón, que se había rodeado de dirigentes con los que comparte otra lógica de proyección del partido.

No son posiciones antagónicas, ni una guerra, ni sectores claramente delimitados, sino opiniones distintas sobre cuál ha de ser el discurso y qué electorado deben atraer, lo que implica definir la identidad política y social de Podemos.

Los mensajes de Iglesias van directos a la clase obrera, con quienes se identifica. De ahí empeño en que su imagen y su estilo de vida humilde sea el reflejo de los sectores empobrecidos.  Errejón, en cambio, tiene un relato más aspiracional,  y opina que en Podemos deben sentirse representadas también las clases medias ilustradas, por eso se le etiqueta como un perfil más moderado y se le endosa el “viraje al centro”.

Además, existen posiciones intermedias que basculan entre ambos y sectores como la Izquierda Anticapitalista de la líder andaluza, Teresa Rodríguez, que también buscan aumentar su cuota de poder y podrían, en Madrid, inclinar la balanza hacia una facción u otra. Este miércoles IA emitió un comunicado en el que animaba a Podemos y a sus confluencias a prepararse para nuevas elecciones.

LAS MANIOBRAS

El recrudecimiento de la disputa ha incrementado el nerviosismo en la cúpula. La disputa se evidenció con las maniobras de apoyo a determinados candidatos en la confección de las listas para el 20-D y, más tarde, en el reparto de cargos en las comisiones en el Congreso de los Diputados. Ambos sectores buscan su influencia con gestos cada vez más difíciles de ocultar, aunque hasta ahora el discurso ha intentado ser monolítico y no es descartable que Podemos trate de resolver el incendio con su actitud habitual: repliegue de filas y un discurso de unidad para negar “la interna”, expresión que utilizan los dirigentes estatales para referirse a los movimientos por imponer la hegemonía en la estructura de la organización.