La celebración del 12 de octubre

Las elecciones y ETA monopolizan la última fiesta nacional de Zapatero

PARADA MILITAR 3A la izquierda, el Rey pasa revista a bordo de un vehículo militar descapotable, mientras, en las siguientes fotos, se ve a algunos presidentes autonómicos a la espera de ser saludados por el Monarca; a los candidatos Rubalcaba y Rajo

PARADA MILITAR 3A la izquierda, el Rey pasa revista a bordo de un vehículo militar descapotable, mientras, en las siguientes fotos, se ve a algunos presidentes autonómicos a la espera de ser saludados por el Monarca; a los candidatos Rubalcaba y Rajo

PILAR SANTOS / MAYKA NAVARRO
MADRID

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

José Luis Rodríguez Zapatero vivió ayer su última fiesta nacional como presidente del Gobierno con una actitud que denota que ya está en la cuenta atrás para salir de la Moncloa. El jefe del Ejecutivo fue discreto durante el desfile militar (qué lejos queda aquel desplante que hizo a la bandera de EEUU en el 2003) y durante la recepción que dieron los Reyes a más de mil invitados en el Palacio Real, donde habló solo con quien realmente le apetecía. Muy diferente a lo que tuvo que hacer el presidente del PP, Mariano Rajoy, que prácticamente protagonizó un besamanos de dos horas en una esquina del Salón de Columnas mientras en los numerosos corrillos se hablaba, sobre todo, de las elecciones del 20-N, del posible final de la banda terrorista ETA y de la crisis.

Los festejos del 12 de octubre empezaron, a las diez y media, en la plaza de Neptuno de Madrid con la tradicional parada militar que estrenó recorrido (más céntrico y 600 metros más largo) y estilo: más festivo y cívico que en el pasado gracias a la apertura gratuita de varios museos y palacios de la capital.

ABUCHEOS Y SILBIDOS LEJANOS / La ministra de Defensa, Carme Chacón, consiguió que no se volvieran a repetir los abucheos que recibió Zapatero el año pasado en los momentos más solemnes del desfile. Para empezar, el público no pudo acercarse a más de 200 metros de la tribuna de autoridades. Además, el locutor que narraba por los altavoces la parada no anunció la llegada del presidente del Gobierno, de cuya presencia solo tuvieron constancia cuando le vieron en las pantallas colocadas a lo largo del recorrido. En ese momento, los silbidos se hicieron más presentes, pero, por lo general, el público respetó la petición de silencio que recibió tanto por parte del locutor como desde las pantallas.

Poco después de Zapatero llegó el Rey, que por primera vez pasó revista a bordo de un vehículo militar descapotable. El Monarca se está recuperando de una operación del talón de Aquiles, circunstancia que también obligó a modificar su actuación durante el desfile. El Rey siguió casi toda la parada sentado en una silla en la tribuna y solo se levantó en los momentos más solemnes.

PACTO DE SILENCIO / Antes, en la tribuna de invitados, se había podido ver una de las imágenes del día. Rajoy y el candidato del PSOE a las generales, Alfredo Pérez Rubalcaba, charlando durante 15 minutos. Ninguno de los dos quiso explicar después de qué habían hablado. «La vida en general, la campaña electoral y el fútbol», dijo Rubalcaba. «Yo solo de fútbol», apuntó Rajoy. Ayer parecía que tanto ellos como Zapatero, el propio Rey y el Príncipe hubieran sellado un pacto de silencio para que la recepción del Palacio Real, a apenas 40 días de las generales, no se convirtiera en noticia.

DEBATES CARA A CARA / Solo Rubalcaba, en clave de campaña, explicó a los periodistas que él cree que debe mantener debates cara a cara con el líder del PP, aunque no dijo cuántos. Si fuera por el presidente popular, según fuentes del partido, sería suficiente con uno, para que no se diga que no cumple sus promesas.

Rajoy, acompañado de su esposa, Elvira Fernández, vivió un día dulce, consciente de que era uno de los hombres más solicitados entre los mil invitados a la recepción. El líder conservador no pudo ni moverse de la esquina donde se colocó en el primer momento del cóctel. Políticos, diplomáticos y empresarios acudieron a saludarle y presentarse, mientras en otra parte de la sala Zapatero charlaba relajadamente y daba abrazos que parecían de despedida.

Mientras, en los corrillos en torno al ministro del Interior, Antonio Camacho, y de su antecesor, Rubalcaba, se intentaba escuchar sus análisis sobre la situación de la banda terrorista y las posibilidades de que, en los próximos días, ETA dé algún paso hacia la paz.