LA LUCHA CONTRA EL OLVIDO

La Garriga pagará las identificaciones de desaparecidos en la guerra civil

Es el primer ayuntamiento catalán que asume el coste de las extracciones de ADN

ALBERT SEGURA / LA GARRIGA

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La Garriga se ha convertido en el primer municipio catalán que asume el coste íntegro de las identificaciones de ADN de familiares que perdieron a sus seres queridos durante la guerra civil. Las extracciones de información genética deberán facilitar la identificación que aquellas personas, soldados o civiles, que se encuentran enterrados en las diferentes fosas comunes repartidas por todo el Estado.

Han pasado 80 años desde el inicio de la guerra civil. Miles de familias se rompieron para siempre, dejando en una triste incógnita el paradero de tantas personas de las cuales nunca más sabrían nada. En algunas ocasiones, una carta o un mensaje a un compañero de batallón han sido los únicos testigos de su muerte. Sin que nunca se lograra localizar el cuerpo, muchos reposan en fosas comunes sin que se hayan abierto ni hayan podido ser identificados.

La iniciativa del Ayuntamiento de La Garriga parte del interés en el municipio para localizar a algunos de sus vecinos desparecidos en aquél entonces. El julio de 2015, el pleno aprobó por amplia mayoría apoyar los trabajos para aportar muestras al banco de ADN de la Universitat de Barcelona. “Nuestra voluntad es asumir los 150 euros que cuestan las extracciones de ADN a los familiares del municipio, para que a medida que se vayan exhumando restos de personas se puedan cruzar los datos”, explica la alcaldesa, Meritxell Budó.

La idea nació de la voluntad de colaborar en la recuperación de la memoria histórica y dar respuestas a las familias del municipio. Es el caso de Montserrat Ferrándiz, que perdió a su padre durante la guerra: “Marchó el 28 de agosto de 1936, era farmacéutico aquí en el municipio y miembro de la Liga de la Perseverancia, una liga de Acción Católica, y al ver que empezaban a matar compañeros suyos decidió abandonar el pueblo”, explica emocionada.

Miquel Rovira perdió también a su padre cuando tan solo tenía dos años. Lo último que saben de él fue gracias a un compañero de batallón: “Vino a casa a entregarnos una carta que guardaba, su cartera y su reloj, nos dijo que lo vio morir cuando se acercó a auxiliar a unos heridos, pero lo alcanzó una ráfaga de ametralladora”, señala Rovira.

Toda su vida ha intentado localizarlo sin éxito, y si bien sabían de fuente directa que perdió la vida en el campo de batalla, nunca llegaron a localizar su cuerpo. “Nuestra ilusión sería encontrarlo, después de tantos años nadie nos ha podido dar ni una pizca de orientación, llamas a las puertas y nadie respondía, sientes mucha impotencia y es desesperante”, explica mientras sostiene entre sus manos las últimas letras de su padre.

La intención del banco de ADN es disponer del máximo volumen de datos genéticos para que a medida que se abran las fosas se puedan cruzar los datos ya obtenidos. La perspectiva es que la Generalitat tome cartas en el asunto e intensifique las labores para devolver la dignidad a tantas familias ansiosas por conocer el paradero de sus seres queridos.