JxSí y la CUP dan por hecho que no habrá pacto antes de las elecciones generales

Antonio Baños y Artur Mas se saludan antes de que el 'president'  entre en el Palacio de Justicia, el jueves.

Antonio Baños y Artur Mas se saludan antes de que el 'president' entre en el Palacio de Justicia, el jueves.

XABIER BARRENA / FIDEL MASREAL / Barcelona

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Desaceleración. La política catalana ha entrado en un periodo de impasse a la espera de que, justo en dos meses, se celebren las elecciones generales, el próximo 20 de diciembre. Los principales actores de esta parte del serial llamado proceso soberanista, Junts pel Sí y la CUP, coinciden, cada uno por sus propios motivos, en que la posibilidad de cerrar un pacto que facilite la creación de un Govern, y por ende la investidura de un president, es muy remota mientras no se sepa la composición del nuevo Congreso de los Diputados.

Hay dos motivos que hacen muy difícil el pacto ante de las generales: uno, la premura de tiempo, y el otro, el interés de unos y otros en conocer cómo quede el hemiciclo madrileño. El conseller de Empresa i Ocupació en funciones, Felip Puig, afirmó ayer que no creía que hubiera «investidura ni el 9 de noviembre en primera votación ni el 11 de noviembre en segunda», según informa Olga Grau. En un almuerzo-coloquio con empresarios organizado por Esade en el monasterio de Sant Benet del Bages,  Puig manifestó su opinión de que hay líneas rojas que CDC no puede cruzar, especialmente en el modelo económico y de gobernanza, lo que dificulta un acuerdo con la CUP a pesar del esfuerzo negociador que están realizando ambas partes.

Ante los empresarios, Puig aseveró que ve difícil que haya mayoría para investir a Artur Mas. «A día de hoy no hay ninguna posibilidad de que la CUP vote a favor en la primera votación ni en la segunda», de manera que lo más probable es que Catalunya continúe con un Govern en funciones hasta el 2016. Puig considera que a partir del 11 de noviembre se abrirá un periodo de dos meses en los que habrá elecciones generales en España con un resultado que todavía es incierto y en el que Junts pel Sí podrá explorar otras posibilidades, como buscar nuevos pactos o la convocatoria de una nuevas elecciones el 9 de enero.

En esta vía, si el resultado del 20-D propulsara a Pedro Sánchez a la Moncloa, no falta quien en Convergència piensa en desempolvar las relaciones con el PSC. Eso sí, la aritmética sigue fallando por cuanto, a buen seguro, un acuerdo con el PSC que aportara 16 diputados a la investidura provocaría la baja de los 30 escaños de ERC y satélites.

Así, en el caso de CDC, el aplazamiento de la eventual investidura hasta la primera semana de enero sería fruto más de la constatación que en las tres semanas que faltan para las dos primeras votaciones no va a haber acuerdo que a otra cosa.

EL ÚLTIMO CARTUCHO / La óptica de la CUP es otra. La fuerza anticapitalista considera que el 20-D el único partido de implantación estatal que aboga por un referéndum de autodeterminación en Catalunya (Podemos) quedará lejos no solo de ganar, sino de ser decisivo, por lo que aquellos que aun confían en la consulta pactada con el Estado van a quedarse huérfanos. Momento en que ese espacio, que en Catalunya se reparten ICV, EUiA, y los fieles seguidores de Ada Colau, pueden abrazar un proceso constituyente de nuevo cuño que prevea, en su camino, un referéndum sobre la secesión. Siempre que no esté Mas y que la orientación social sea meridiana.

Calcula la CUP, por tanto, que el 20-D puede producir entre los votantes y parte de los diputados de Sí que es Pot un efecto de desencanto parecido al vivido por una buena parte del electorado del PSC, en el 2010, cuando se dio a conocer la sentencia del Estatut del Tribunal Constitucional.

Así, la participación de Ada Colau y la presencia de Joan Herrera en la manifestación de apoyo a los tres imputados por el 9-N, Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau, cabe entenderse como una señal de buena voluntad después de una campaña de alto voltaje en la que el soberanismo y Sí que es Pot se las tuvieron tiesas.

El ahínco de la propia Colau de implicarse a fondo en la candidatura de confluencia catalana para el 20-D cabe interpretarse como una maniobra de la alcaldesa para hacer evidente que, por su parte, ha hecho todo lo posible por hallar una interlocución en el Estado. Cabe recordar que la propia Colau; su número dos en el Ayuntamiento de Barcelona, Gerardo Pisarello, y el cabeza de lista de Sí que es Pot, Lluís Rabell, acudieron a votar en la seudoconsulta del 9-N y lo hicieron en favor de la independencia. Lo mismo que la coordinadora de ICV Dolors Camats.

HACIA LA IZQUIERDA / De darse ese escenario, el bloque soberanista podría situarse en torno a los 80 diputados, en los que los 34 en que se sitúa CDC e independientes satélites quedarían más desleídos; es decir, con menos fuerza para sustentar a Mas y, a la vez, con menos razones para ir a unas elecciones en vez de empujar hacia la ruptura.

ERC tendría ahí un papel clave para decantar la balanza hacia un proceso más escorado a la izquierda aunque sin arrinconar nunca a CDC y a su espacio político. Antes de la campaña, tanto la CUP como Esquerra señalaron la importancia de poder llegar a acuerdos con el espacio de Podemos-ICV tras las elecciones.