Junqueras ante su hora cero

El vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, toma posesión de su cargo, este jueves en el Palau.

El vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, toma posesión de su cargo, este jueves en el Palau. / periodico

XABI BARRENA / BARCELONA

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El compositor y bandeonista argentino Astor Piazzolla definió en su día la hora cero como aquella en que todo acaba y, a la vez,  todo empieza. Tras cuatro años de larga preparación como presidente de ERCOriol Junqueras afronta a partir de ahora su particular hora cero, deja atrás las siglas y la dialéctica partidista y se instala en la vicepresidencia del Govern y en el debate de lo público. Alegará alguien que para lo que se ha preparado en la última década este historiador y doctor en Pensamiento Económico es para ser 'president'. Pero en tanto esto no llegue, si llega, la vicepresidencia es, con mucho, su mayor reto.

Y doble. Por un lado, el área elegida, fruto de la negociación en el verano del 2015 con Artur Mas, es nada menos que la de Economia i Hisenda. La piedra angular que sustenta todo el proyecto independentista catalán. De él dependerá, pues, nada menos, que se cumpla el adagio soberanista que reza que con la recaudación y gestión íntegra de los impuestos que se pagan en suelo catalán esta parte de mundo sería, poco menos, que una arcadia feliz. 

Llámese premonición, pero en la gira que Junqueras llevó a cabo, precisamente, por las tangueras tierras de Argentina y Uruguay, en julio, en los días previos al pacto que dio pie a la lista única de Junts pel Sí, los ítems en los que centró el líder de ERC sus conferencias públicas fueron, por un lado, hacer pedagogía sobre la tremenda diversidad de la sociedad catalana. Y por el otro, desarrollar, extensamente y exclusivamente en términos económicos, el por qué de su seguridad de que una Catalunya independiente sería más próspera que la actual.

OFRECER UNA CARA AMABLE Y DIALOGANTE

Ante el inevitable choque que liderará contra las estructuras del  Estado, cuanto más en un asunto tan sensible como el ecónomico, Junqueras se fija como prioridad mostrar una cara amable, según fuentes de los republicanos. Así, no es casualidad su acercamiento al ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, en la toma de posesión del 'president' Carles Puigdemont. Tampoco su deseo de poder celebrar un cara a cara, o cualquier derivado siempre amistoso, con los ministros de Hacienda y Economía del Gobierno central. Ya lo intentó con Cristóbal Montoro, sin poder celebrarse y le encantaría que accediera a uno Luis de Guindos. Se jactan en ERC que la menra en que el titular de Exteriores salió "trasquilado", en la campaña del 27-S, en su cara a cara con Junqueras hace improbable que se repita algo parecido. En cualquier caso, el nuevo vicepresidente quiere huír de una imagen hosca y radical que siempre se ha asimilado, sobre todo más allá de La Sènia, a ERC.

En el área de Economia i Hisenda, Junqueras se ha rodeado de su núcleo duro. Su inseparable jefe de Gabinete, Lluís Juncà, y su jefe de Comunicación, Sergi Sol. Con ambos prepara y se asesora, cuando quiere, sobre todos los frentes que se le avecinan. En cuanto a lo estrictamente a económico y fiscal, Junqueras ha trasplanatdo a dos miembros de su ejecutiva, el número 3 de ERC, Lluís Salvadó y al diputado Pere Aragonés para llevar el día a día. Salvadó, como responsable de edficiar la Agència Tributària Catalana, será, en buena parte, el que propicie el éxito o el fracaso del propio Junqueras.

En total serán seis los miembros de la ejecutiva del partido republicano que engrosarán las filas del Gobierno catalán. Otra pieza importante, Cesc Iglésies, ira a Treball. La única 'conselleria' sin un delegado político, porque a ese trabajo se dedicará en cuerpo y alma el titular del departamento, Toni Comín, es Salut. El día a día del partido quedará en manos de Marta Rovira.

El otro gran frente que se le abre al flamante vicepresdiente es la cohabitación con Convergència. Cabe recordar que en un primer momento, hace meses, Junqueras valoró la opción de no entrar en el Govern. La desconfianza con Artur Mas le desaconsejaba ponerse a sus órdenes. Salvado ese momento, el panorama tras la batalla con la CUP, no puede ser más favorable.

PAISAJE TRAS LA BATALLA

Sin dejar de defender nunca a capa y espada a Mas, incluso cuando asomaron las primeras voces que pedían al entonces 'president' en funciones que diera un paso al lado, el republicano se encuentra ahora con un paisaje en el Palau de la Generalitat mucho más despejado. Su entorno afirma que de los primeros contactos con Puigdemont ha traslucido una "buena sintonía". Nada que ver con la tormentosa relación con Mas. Y precisamente la sombra de este puede ser el único nubarrón, aunque grande, que el vicepresidente otea desde su despacho.

Sea por la tardanza en alcanzar un pacto con la CUP, lo que causó que se hubieran definido ya las lineas maestras del Ejecutivo, o por su voluntad de mantener a sus colaboradores más allegados como retén dentro de Palau, lo cierto es que el Govern tiene un fuerte componente 'masista'. Así, el secretario del Govern, cargo de campanillas que se sitúa por encima, incluso al de 'conseller' lo oocupará el antiguo jefe de Gabinete del convergente: Joan Vidal. Su antecesor Jordi Baiget ha pasado a ocupar un departamento (Empresa i Coneixement ). E incluso el colaborador de Mas que menos relevancia política tiene, su ayudante de prensa, mantiene, parece, su cargo en la plaza de Sant Jaume. Así, por afinidad, pero también por interés, el apoyo de Junqueras a Puigdemont será máximo. Nada cohesiona mejor que un elemento exterior.

Confían los republicanos en que la batalla sucesoria de Mas que se anuncia, con varios candidatos ya semi-postulados, dentro y fuera del Consell Executiu, si finalmente ha lugar, mantenga los focos fuera de las plazas republicanas. Esa voluntad de mantenerse lejos de los focos -la experiencia de ERC en los tripartitos, en ese sentido, es ejemplificante sobre lo que no ha de hacerse- será extendible, si puede, a la relación con la CUP. Ninguna intención de abrir guerras declarativas con los anticapitalistas, una norma que ya ha seguido a rajatabla en las negociaciones para la investidura. Y es que la comodidad republicana, con el fuego cruzado entre CDC y la CUP, ha sido máxima.