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Juan Carlos Monedero, intelectual en guerra
El número tres de Podemos no logra documentar sus ingresos y pone bajo lupa a la organización
«Esperanza Aguirre nos acusa de intelectuales. ¡Ohhh!». La exclamación la pronunciaba Juan Carlos Monedero, con sorna, pero sobre todo con halago, ante el candidato de IU, Alberto Garzón, y el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, en un encuentro sobre federalismo en MadridfederalismoMadrid. Sus allegados sonríen y explican, con una mezcla de ternura y puñalería, que no hay mayor lisonja para Monedero que ser considerado un erudito. El número tres de Podemos es un ser poliédrico, que cita con pedantería a Gramsci y a Laclau -alardea incluso de conocer el número de páginas de sus referencias-, se va de cañas con Carmen Lomana y grita exabruptos en los mítines. Monedero, a decir verdad, no cabe en las etiquetas. El público le adora o le detesta, como si una personalidad tan explosiva no admitiese escalas de grises.
En el cóctel de su temperamento se sacude la provocación con el dolor que -dicen sus conocidos- le causan las críticas. «A Pablo [Iglesias] le resbala cualquier ataque, en cambio a Juan Carlos, tan fuerte como parece, le destruyen», explica un miembro de Podemos. Monedero es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid desde 1992 y sus primeros alumnos todavía recuerdan cómo se colaba en sus fiestas de disfraces, la capacidad seductora que despliega con las mujeres y su tono doctrinal. A partir del año 2000 simultaneó su trabajo de profesor universitario con asesorías políticas al entonces líder de IU, Gaspar Llamazares, y al presidente venezolano, Hugo Chávez, relación que le valió duras críticas de sus detractores. Al principio fueron acusaciones de cariz ideológico, pero el ingreso de 425.000 euros de origen incierto a través una sociedad a su nombre ha desatado un escándalo que está dañando la marca Podemos.
GASOLINA AL FUEGO
En el partido reconocen que fue el propio Monedero quien echó gasolina al fuego con su locuacidad en los platós de televisión. Oficialmente, la dirección de Podemos sostiene que es solo una anécdota, pero en privado admiten que el 'affaire' resulta pernicioso. Algunas voces expresan el malestar que ha causado que el número tres acudiese sin avisar a entrevistas en televisión, reconocen que el escándalo ha finiquitado una eventual candidatura al Ayuntamiento de Madrid, y aunque él se jacte ahora de no haber tenido nunca esa ambición, el partido reconoce en privado que se lo estuvo planteando.
Irreverente y provocador, el cofundador de Podemos ha aceptado técnicamente la orden de limitar su exposición mediática, pero parece incapaz de guardar silencio. En un mitin en Leganés, el pasado jueves, dedicó el 80% de su discurso a justificarse diciendo que todo es un complot de «la casta». «Nos han declarado la guerra», gritó, y en su organización se desesperan porque argüirlo con semejante agresividad solo transmite que a quien se ha declarado la guerra es a sí mismo.
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