EL OCASO DE UNA SAGA

La despujolización de Catalunya

La estatua de Pujol en Premià de Dalt apareció derribada el 30 de septiembre del 2014.

La estatua de Pujol en Premià de Dalt apareció derribada el 30 de septiembre del 2014.

JOSE RICO / BARCELONA

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Jordi Pujol Soley cruzó la puerta del Palau de la Generalitat por última vez el 20 de diciembre del 2003, después de dar el relevo a Pasqual Maragall. Con todos los honores del cuerpo de guardia de los Mossos d'Esquadra concluían 23 años de gobierno cuyos detractores asemejaron a un auténtico régimen político: el pujolismo. La mañana del 25 de julio del 2014, el 'expresident' cruzó por última vez la puerta de la sede de CDC tras confesarle a Artur Mas que estaba a punto de hacer añicos su propio mito. A partir de ese día, el partido que fundó y toda Catalunya, entre la indignación y el estupor, se afanaron en borrar las huellas del hombre que reconstruyó casi de la nada el autogobierno catalán y que regalaba lecciones morales y correctivos éticos aun después de su marcha.

Baldío fue el intento inicial de Mas de limitar las secuelas del terremoto político que se avecinaba circunscribiendo la evasión fiscal confesa de todo un 'expresident' a un "asunto familiar privado". En menos de una semana desde su autoinculpación, Pujol había perdido todas las prebendas vitalicias que le correspondían como exjefe del Govern: el tratamiento de 'molt honorable', la pensión de 82.000 euros, la oficina, el coche oficial y los tres asesores y el chófer. De su cuello se cayó también la Medalla d'Or de la Generalitat que compartió con Maragall en el 2007 y las que le concedieron ayuntamientos como los de Barcelona y Tarragona. Para nueve universidades Pujol dejó de ser merecedor de 'honoris causa'. Y el centro de estudios al que daba nombre bajó la persiana.

Esta contrición forzosa fue un pacto de mutuo interés sellado por teléfono entre Mas y su padre político, recluido entonces en un magnífico caserón en la Cerdanya francesaCerdanya. Con esta autoinmolación política, Pujol dinamitaba el halo de prestigio que rodeó toda una vida "al servicio de Catalunya", pero su delfín se desprendía de un lastre que amenazaba con sepultar a una Convergència que se precipitaba en las encuestas y a un proceso soberanista que caminaba renqueante hacia la consulta del 9-N. Por eso la conmiseración de Mas -"El dolor es muy grande. Siento mucha pena y compasión"- no era óbice para mostrar firmeza -"El país pasa por delante de cualquier persona"-. Más claro se lo dijo Xavier Trias"Pujol tiene que desaparecer". Dicho y hecho, un reguero de ayuntamientos fueron retirándole sus honores y, en una imagen que en otros países y regímenes tendría un simbolismo histórico, una efigie de Pujol en Premià de Dalt fue derrocada el 30 de septiembrePremià de Dalt .

BRONCA A LOS DIPUTADOS

Aquel día, los cascotes de la reputación del hombre al que muchos calificaron de estadista ya se habían desintegrado con la inédita reprobación parlamentaria de los "actos delictivos" de un 'expresident', y con su bronca a los diputados tras no aclarar el lado oscuro de la opulenta fortuna familiar. Luego, una comisión de investigación asociaría para siempre el apellido Pujol con el fraude y la corrupción.

Como si nadie la hubiese fundado, CDC dejó de defender con alharacas el legado político de Pujol y fió la catarsis al devenir del 'procés' y a una apertura interna que solo se ha traducido en promesas de celebrar algo parecido a unas primarias e instalar "paredes de cristal" en la organización. En paralelo, Mas desempolvó 51 medidas anticorrupción de las que, según denunció la CUP en sus conclusiones de la 'comisión Pujol', solo se han implementado cuatro, 41 están en fase de ejecución, 19 no se han empezado a aplicar y siete no dependen de la Generalitat.

"UN PAÍS LIMPIO"

Por su lado, el secesionismo trató de exorcizar lo antes posible los efectos que pudiera tener la confesión en el tortuoso camino hacia Ítaca olvidando las loas que dedicó a Pujol por su resignada conversión independentista y aplicando el dicho de que no hay mal que por bien no venga: "Queremos que salga absolutamente todo para construir un país limpio. Es una buena noticia", clamó Carme Forcadell, entonces presidenta de la ANC.

Un año después, una placa junto a la sala de prensa es la única referencia visible a Pujol en la sede de CDC donde presidió tantas y tantas reuniones. El edificio está en venta. La despujolización continúa.