gran acto en el pabellón de vistalegre

Iglesias busca seducir al votante de centro sin renunciar a Marx

Pablo Iglesias y parte del núcleo dirigente de Podemos aplauden a los asistentes a la asamblea en el pabellón de Vistalegre.

Pablo Iglesias y parte del núcleo dirigente de Podemos aplauden a los asistentes a la asamblea en el pabellón de Vistalegre.

IOLANDA MÀRMOL / MADRID

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Cuando Pablo Iglesias subió este sábado, con su irreverencia, su osadía y sus 36 años recién cumplidos, al pódium de la asamblea ciudadana de Podemos, las expectativas eran tan mayúsculas que el discurso se quedó pequeño. No fue su mejor intervención. Sin embargo, fue suficiente como para atenuar las críticas internas y tuvo el arrojo necesario para hablarles, no ya a los 7.000 simpatizantes que estaban en el Palacio de Vistalegre, en Madrid, sino a todos los votantes de centro que están indignados.

Podemos se crece. Ya no se conforma con robarle electorado al PSOE y ahora, alentado por las encuestas, apunta directo al PP. Iglesias sabe que en los extremos del eje izquierda-derecha no crece el voto, de modo que ayer habló de temas transversales, como la corrupción o la dignidad, para inocular seducción donde anida la victoria: en el electorado blando de socialistas y populares. «Queremos ocupar la centralidad del tablero político», confesó Iglesias, y confirmó que Podemos deja de ser un «movimiento ciudadano» para convertirse en una «fuerza política preparada para gobernar».

GANAR ELECCIONES / Con el objetivo de persuadir a ese voto de centro, Iglesias habló como si tocase la Moncloa con la punta de los dedos, y con el afán de despertar el efecto del carro vencedor, tiró de épica. Aseguró que Podemos puede ganar las elecciones generales del 2015, y comparó el reto de su partido con la final olímpica de baloncesto entre España y Estados Unidos en el 2008. La norteamericanos consideraban la victoria un mero trámite,  pero la mejor generación de jugadores españoles los pusieron contra las cuerdas y casi les arrebatan el oro. Iglesias sabe que la final de las elecciones generales puede ser tan agónica como ese partido, y por ello pidió que no se cometan errores. «Podemos ganar», dijo, pero para ello recordó que en un juego tan ajustado no se puede fallar «ni un triple». Volvió a reivindicar la victoria tratando de persuadir con consignas heroicas. La mejor se la pidió prestada a Karl Marx, parafraseando el fragmento de una de las cartas que envió a su amigo Ludwig Kugelmann: «El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto», dijo, y en el pabellón de Vistalegre una ovación ensordecedora ratificó su disposición a apoderarse de ese «cielo» llamado Moncloa en el 2015 con un «sí se puede» de apoteosis.

DIVIDIDOS. O NO / Dicen que soy aburrido». Es uno de los espots electorales más exitosos, protagonizado por el argentino Fernando de la Rúa, que logró situar como virtud uno de los defectos que le reprochaba la oposición, su personalidad tediosa, y con el que le arrebató la presidencia a Carlos Menem en 1999. Pablo Iglesias desplegó ayer esa estrategia. Ante los ríos de tinta que han corrido en los últimos días  sobre discrepancias internas, él mismo cogió el toro por los cuernos y entonó el «dicen». «Dicen que llegamos a aquí divididos», afirmó, y pidió «un aplauso irónico» a los que hablan de discrepancias. Hubo una ovación y, tras ella, Iglesias habló como si esas tensiones fuesen alimentadas por la prensa y no por los sectores críticos de Podemos. Una vez más insistió en que en Podemos «no hay censura».

Pero la tensión es real. Pablo Iglesias ha intentado rebajarla esta semana no apareciendo en los medios de comunicación y no respondiendo a las críticas que le acusan de crear un partido donde él, como secretario general, tendría un control férreo, casi absoluto.  Fuentes cercanas han confirmado que el  número uno de Podemos evita a toda costa un choque de trenes con las bases. Ayer, Iglesias intentó calmar los ánimos explicando que no hay miedo a discutir y que en Podemos no se cierran los acuerdos con repartos de poder entre familias, «como en el PP y el PSOE». A partir de hoy se verá si al final engancha más la adrenalina del éxito o el disenso.