Iceta pidió a Mas que no convocara elecciones antes de las generales

Miquel Iceta y Artur Mas. el pasado noviembre, en el Parlament.

Miquel Iceta y Artur Mas. el pasado noviembre, en el Parlament.

XABIER BARRENA / BARCELONA

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En las sesiones de control del Parlament, existe un obvio cambio de tono y de formas en los intercambios entre Artur Mas con Miquel Iceta respecto a los que el president mantenía con Pere Navarro. No solo son más respetuosos, sino que a veces, especialmente en las semanas en las que el líder convergente se las ha tenido tiesas con Oriol Junqueras, rozan la complicidad. Ambos líderes, como ya explicó EL PERIÓDICO ayer, se reunieron en el Palau de la Generalitat el viernes 29 de mayo para abordar distintos asuntos, entre ellos, los pactos locales (pese a que Iceta negó este punto ayer en TV-3). Pero el principal asunto de conversación fue la coyuntura política catalana. Que tras los comicios municipales solo tienen un horizonte: el 27-S. Iceta, en concreto, pidió a Mas que se olvidara de convocar las elecciones para ese día de septiembre y trató de convencerle de la conveniencia de esperar a ver qué sucede en los comicios al Congreso que tendrán lugar, muy probablemente, en noviembre.

Las razones expuestas fueron varias. La primera es que, visto lo sucedido en las municipales, la composición del Congreso que salga de las urnas diferirá mucho de la actual mayoría absoluta del PP. Es más, unas elecciones al Parlament en las que el secesionismo obtuviera la suficiente fuerza como para iniciar el proceso de independencia podría alimentar de votos al PP -siempre ávido de argumentos territoriales, como se vio con la polémica de los silbidos al himno- en el resto de España y abortar una Cámara más abierta a posiciones favorables al federalsimo y el derecho a decidir.

Pero, sobre todo, Iceta y Mas analizaron el posible impacto de las fuerzas emergentes en el tablero catalán. De Ciutadans (que aunque se presenta desde el 2003 tiene ahora una dimensión española) y Podemos. Los convergentes manejan encuestas en las que la fuerza de Rivera sale muy bien parada. Algo que cabe relacionar con el aviso que miembros del Govern van dando, sotto voce, como arma para reclamar el voto útil a CiU (o CDC, ya se verá): «Si el independentismo suma mayoría, pero el primer partido en votos no es soberanista, todo se va al traste».

En estas encuestas, y siempre que las elecciones tuvieran ese aire plebiscitario que los soberanistas pretenden, el gran peligro para CiU y el PSC (a quien le roba un buen puñado de sus ya menguantes votos) es Ciutadans. Por el contrario, si se impone, pese a los esfuerzos de Mas, el eje derecha-izquierda, el gran enemigo sería lo que se conoce como Catalunya en Comú, fuerza aún no nata ni concebida -apenas se está en los preámbulos- y que tendría como pilares a ICV-EUiA y Podem.

Mas repite a sus colaboradores que el 27-S es el 9-N legal, el que no se pudo hacer porque el Estado lo impidió. Es decir, el president lo entiende como un referéndum independentista. Y sí se da el caso de que el 27-S pierde ese aire plebiscitario para convertirse en unas meras elecciones al Parlament, Mas no convocaría y dejaría correr la legislatura, hasta finales del 2016. Con todo, Mas reconoció a Iceta que no lo tenía fácil para no convocar, y que, tras empeñar su palabra, solo podría hacerlo tras una petición expresa en esta línea de la ANC y de Òmnium Cultural. Algo muy poco probable ahora mismo.

En TV-3, el primer secretario de los socialistas confirmó los acuerdos locales alcanzados con CiU, de los que este diario dio cuenta también ayer, y basados en el respeto a la lista más votada, aunque con excepciones (Badalona, Castelldefels y Sabadell)

Iceta aseguró que no es un pacto aplicable a todos los municipios porque cada lugar es mundo: «No hay un pacto de tipo general. Lo que intentamos es cumplir criterios y hablar de algunos casos concretos. Este pacto, por ejemplo, permitiría al PSC mantener la alcaldía de Terrassa y a CiU, la de Reus.