El desafío soberanista

"La hora de las decisiones"

Mas, ayer, en la reunión del Consell Executiu, en el Palau de la Generalitat.

Mas, ayer, en la reunión del Consell Executiu, en el Palau de la Generalitat.

XABIER BARRENA
BARCELONA

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Críptica comparecencia del portavoz del Govern, Francesc Homs, tras la primera reunión del Govern una vez vencida la pausa estival. Tras desgranar los acuerdos rutinarios de todo gobierno, que en el caso del catalán siempre incluyen alguna medida para evitar la invasión competencial del Estado en tal o cual materia (ayer, la enseñanza), el también conseller de Presidència cortó todo atisbo de los periodistas de entrar en la actualidad más recalcitrante, es decir, la consulta y, como derivada, las relaciones con ERC. Y lo hizo con un anuncio de resonancias churchillianas. «Se ha acabado el tiempo de las especulaciones. Ha llegado la hora de las decisiones».

Sí es cierto que Winston Churchill no habría dejado al auditorio así y habría pormenorizado, o al menos apuntado, qué tipo de decisiones se iban a tomar en breve, «a partir de la semana que viene», según el portavoz. Homs no. Como mucho indicó que tales decisiones irían en la línea de los acuerdos suscritos (con ERC y también con ICV-EUiA y la CUP sobre la consulta). Unos pactos que «tienen un amplio respaldo social».

Es más, la frase se convirtió en una especie de frontón contra el que rebotaron las preguntas de los medios deseosos de conocer la reacción del Govern a lo dicho poco antes por el  socio de estabilidad parlamentaria, Oriol Junqueras. Porque, sí, a estas horas decisivas se llega con una relación bajo mínimos entre los socios. El invierno está llegando a las aguas que comparten CiU y ERC y el avance del hielo es implacable. Las palabras de ayer del líder republicano fueron la primera escaramuza pública de esta tensión, iniciada tras una turbulenta reunión, el 7 de agosto, entre Mas y Junqueras y desvelada por El Mundo.

VOLUNTAD CONOCIDA / La trascendida voluntad de Artur Mas de no sacar las urnas a la calle si llega un veto del Gobierno es la causa de esta progresiva congelación. Junqueras, ayer, en una entrevista en el canal 3/24, señaló, en su ya conocido tono de sutileza cardenalicia,  que no quería «ni imaginar» que hubiera «quien firmara pactos [es decir, CiU] para no cumplirlos», y que no le cabe en la cabeza «que ERC firme nuevos pactos con aquellos que han incumplido» lo firmado con anterioridad. Lo que traducido al román-paladino significa que si Mas sigue adelante con su idea de entregar la cuchara en cuanto el Tribunal Constitucional vete la ley de consultas y el decreto de convocatoria del 9-N no cabe ningún acuerdo posterior. Tampoco sobre una lista única para unas eventuales plebiscitarias.

«Futuros acuerdos se realizarán en función del grado de cumplimiento de acuerdos pretéritos», señaló el presidente de ERC. El republicano dio, con todo, una solución al propio Mas: «Si se vota el 9-N, Esquerra garantizará la estabilidad del Govern». Es decir, porfiar en la celebración de la consulta le otorgaría al president y a CiU algo que precisan como el aire -tiempo- para remontar en las encuestas, en la esperanza de que la economía mejore de ahora hasta el 2016, fecha límite de caducidad de la actual legislatura.

CON 9-N, TODO; SIN 9-N, NADA / Expuso, por tanto, Junqueras a la luz pública el wait and see que, puertas adentro, hace ya semanas que tienen interiorizado en la sede del partido en la calle de Calàbria y que también podría resumirse en un con 9-N, todo; sin 9-N, nada de aires bíblicos. Porque no observan los republicanos ningún motivo para que, como prevé el pacto de estabilidad parlamentaria, CiU y ERC acuerden posponer la consulta. Y, por otro lado, temen que el president haya dado garantías a Rajoy de que acatará el veto del Estado.

En el lado del Govern, cerrojazo a la espera de las «decisiones». Lo único que se permitió señalar Homs, en la línea enigmática de la comparecencia, es que «el compromiso del Govern es conocido e inequívoco». De ahí solo se puede descifrar que si el Estado veta la consulta, se abortará la votación. Baste recordar lo que mil veces ha señalado Mas y, hace dos semanas, precisamente tras la turbulenta reunión entre el president y Junqueras, subrayaron los consellers Santi Vila y Joana Ortega. Toda la artillería apuntando a la misma línea: la de la inexcusable legalidad para seguir adelante.

Homs no quiso comentar la lista de dificultades logísticas que, según fuentes del Govern (tal como adelantó este diario ayer), harían inviable  llevar a cabo una consulta vetada por el Estado. «No queremos entrar en las especulaciones», dijo, entendiendo como tal el que el Estado prohíba la votación. Un previsión que, en efecto, es tan especulativa como más que altamente probable.

Se abre, por tanto, un compás de espera hasta la semana próxima. El día 2 coinciden la próxima reunión del Govern (donde se supone que esas «decisiones» empezarán a tomar forma) y la comparecencia del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, en el Congreso para abordar el caso Pujol. Y si este lo tuviera a bien, al programa se podría sumar la propia presencia del expresident en la Cámara catalana. Como dijo una vez uno de los iconos del proceso independentista, Pep Guardiola: «Abróchense los cinturones».