¿Hacia una España ingobernable?

JOAN Tapia

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En Italia la volatilidad de los gobiernos ha sido el cáncer de la democracia. Ahora, para garantizar la estabilidad, el primer ministro, Matteo Renzi, promueve una nueva ley electoral para que al partido que obtenga el 40% de los votos le correspondan el 60% de diputados.

España no es Italia aunque Felipe González teme que se le parezca dentro de poco. Aquí, incluso sin mayoría absoluta, nunca ha habido serios problemas de gobernabilidad. Tampoco en las comunidades autónomas o ayuntamientos. Pero ahora sí surge ese miedo. En Andalucía, Susana Díaz no ha podido ser investida y aunque lo normal es que el asunto se solucione pronto (hasta hoy nadie ganaba nada apoyándola), puede aparecer en otras comunidades. E incluso en los ayuntamientos, aunque menos porque ahí en último extremo gobierna la lista más votada (con dolor si carece de mayoría).

Hasta ahora la aberración española no era la inestabilidad, sino el sistema de listas que da a las cúpulas de los partidos un poder excesivo y que esclaviza al diputado, convertido en un funcionario del aparato algo distinguido. Si no es obediente se le saca de la lista electoral. Punto final. Este dominio de las cúpulas es menor en los grandes países europeos y Estados Unidos porque el diputado de circunscripción tiene más relevancia.

Pero la jornada de hoy abre una época en la que la inestabilidad sí puede convertirse en un dolor de cabeza agudo. Primero en muchas comunidades y algunos ayuntamientos (quizás Barcelona). La razón es que los partidos dominantes han ido a menos y al surgir nuevos partidos el logro del pacto para formar una mayoría será mas complicado. Y, según las encuestas, este fenómeno se repetiría tras las elecciones catalanas de septiembre y las españolas de fin de año.

Respecto a estas últimas, la encuesta de EL PERIÓDICO de abril situaba a los dos partidos tradicionales (PP y PSOE) y los dos emergentes (Podemos y Ciudadanos) en una horquilla de voto de entre el 18 y el 23% y la atribución de escaños (siempre complicada) daba una situación endiablada. El PP y Ciudadanos no llegaban a los 175 diputados de la mayoría absoluta y el PSOE tampoco la conseguía ni con Ciudadanos ni con Podemos. La única mayoría posible sería una gran coalición PP-PSOE (a la alemana), muy difícil en España porque falta cultura de coalición (en Madrid no ha habido gobiernos de este tipo desde la restauración de la democracia) y porque el antagonismo entre los dos grandes es mucho mas fuerte que el alemán, el inglés, o incluso el francés. Cierto que el sistema electoral le da muchos menos votos de los proporcionales al tercer partido (no digamos al cuarto) y que esto beneficia a los dos primeros.

Pero ahora, pese a que la economía mejora, la situación política sigue pastosa y no se cree que Rajoy pueda obtener una mayoría suficiente (no inferior a 150 diputados) que le permitiera algún pacto laborioso (la encuesta de EL PERIÓDICO le daba 107). Los empresarios del Instituto de Empresa Familiar (que no son marxistas) aprueban por primera vez en la legislatura la marcha de la economía (le dan un 5,15 de nota en una escala de 0 a 9), pero llevan ya tres años censurando el estado de la política. No deben ver a Rajoy con 150 diputados, ni al PSOE como alternativa sólida y ganadora y les inquietan fenómenos como el de Podemos. Ahí está el fantasma de la Syriza griega.

Pero esta desconfianza política está generalizada, no es privativa de los empresarios. Y el amplio descontento, con más actores políticos en juego que hace cuatro años, puede llevar a la inestabilidad. Cuando el PSOE perdió por goleada las elecciones generales de finales del 2011, el índice de aprobación del gobierno Zapatero en abril de aquel mismo año era (en una escala de 0 a 100) de un 30,7, algo superior al registrado por Rajoy hoy (29,1).

Aquello condujo a la mayoría absoluta del PP porque la mayor parte de la protesta se tradujo en voto a Rajoy. Pero si ahora una desaprobación similar no se traslada a un único partido, sino que se reparte de forma aleatoria entre tres fuerzas (PSOE, Podemos y Ciudadanos) nos podemos encontrar con un parlamento ingobernable, similar al que refleja la encuesta de EL PERIÓDICO. Y algo parecido (incluso con mas fragmentación) puede suceder en Catalunya tras las elecciones anunicadas para septiembre.

Habrá pues que leer con atención y cuidado los resultados de hoy, pese a que en las elecciones municipales se vota más en clave de ciudad que política. Pero una alta fragmentación podría augurar un futuro Parlamento español que tendría serios problemas de gobernabilidad. Y la subsecuente inestabilidad generaría desconfianza, algo que siempre resulta negativo para la recuperación económica.