ANÁLISIS DEMOSCÓPICO

El Gobierno pone en riesgo el voto centrista con su giro conservador

Mariano Rajoy, entre su jefe de gabinete, Jorge Moragas, y el ministro Alberto Ruiz-Gallardón, en el Congreso.

Mariano Rajoy, entre su jefe de gabinete, Jorge Moragas, y el ministro Alberto Ruiz-Gallardón, en el Congreso.

ORIOL BARTOMEUS / BARCELONA

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Primero fue la recuperación de la Religión católica como asignatura evaluable en el currículo en el marco de la ley orgánica para la mejora de la calidad educativa (LOMCE) -también conocida como ley Wert, con su ofensiva para garantizar la condición de lengua vehicular del castellano-; después, un proyecto de ley de seguridad ciudadana que amenaza con restringir el derecho de manifestación y refuerza la protección de las autoridades y las fuerzas del orden, y la última medida pero no la menos importante, la nueva ley de protección del no nacido, que hace retroceder 30 años la legislación sobre el aborto en España. Parece evidente que el Gobierno de Mariano Rajoy ha decidido pisar el acelerador de la contrarreforma conservadora justo cuando se cumple la mitad de la legislatura.

Está claro que el PP pretende contentar su electorado más fiel, las bases ultraconservadoras de la derecha dura que lo sostuvieron y lo auparon, a golpe de manifestaciones, pitidos y boicots, durante la última legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero. Ahora Rajoy les paga la cuenta con una batería de leyes a su gusto. Y aun así, la estrategia no deja de tener su riesgo. Si bien es cierto que la derecha es el espacio de predominio tradicional del PP, también lo es que en el conjunto del censo, los electores situados en este espacio constituyen una minoría. Según los datos del último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), correspondiente al mes de octubre del 2013, el 78% de los entrevistados que decían situarse en la derecha en la escala ideológica declaraban haber votado a los populares en los comicios legislativos del 2011. Ahora bien, el conjunto de electores que se confesaban «de derecha» solo representaban el 1,6% de todo el censo (muy por debajo de los ubicados en el centro o el centroizquierda, con el 30% cada uno).

LA MINORÍA FIEL / Es decir, que el giro conservador impulsado por el Gobierno de Rajoy va dirigido a un segmento de poco más de medio millón de electores (sobre un censo total de 34 millones). Incluso considerando solo los votantes declarados del PP en el mismo sondeo, el voto de la derecha apenas representa el 5,5% de todo el apoyo que Rajoy cosechó en el 2011. Una pequeña minoría.

Pequeña pero fiel, eso sí. El 84% de los votantes del PP ubicados en el espacio ideológico de la derecha declaran que volverían a votar lo mismo de celebrarse ahora nuevas elecciones generales. No está nada mal, si se considera que la fidelidad de voto a los populares en el conjunto del sondeo es solo del 43%. Ahora bien, precisamente porque este parece un voto fiel, podría pensarse que no tiene mucho sentido que se legisle a su gusto. La lógica indica que la acción política tiene que ir encaminada principalmente a la atracción de nuevos votantes o, como mínimo, a la recuperación de aquellos que en algún momento has perdido. En este sentido, el problema del PP no parece residir en la derecha, precisamente, sino en el centro.

De los electores que dieron su voto a Rajoy en el 2011, cuatro de cada diez se situaban en el espacio de centro. Es, con diferencia, el grueso más importante del apoyo al PP. Pero de estos, solo una tercera parte tiene ahora intención de volver a votar a los populares. Es decir, cerca de tres millones de votantes del PP del 2011 ubicados en el centro no votarían a Rajoy si se celebraran ahora elecciones generales (entre los electores de  la derecha, las pérdidas serían de solo 90.000, es decir, 30 veces menos).

TRASVASE HACIA UPD / Alguien en la Moncloa debería preguntarse cómo afectará el reciente giro conservador a este segmento de votantes. Porque mientras se intenta contentar al ala más dura -que ha marcado distancias con el Gobierno en asuntos como la gestión del fin de la doctrina Parot-, se puede perder el apoyo del ala moderada, que además es ocho veces más numerosa. Sobre este contingente de voto dispara precisamente Rosa Díez, que se ha manifestado claramente en contra de la ley de seguridad pública y de la reforma del aborto. Los estrategas del PP deberían mirar con cuidado los movimientos de UPD, que ya ha robado a los populares un 5% de su voto centrista (un poco menos de un cuarto de millón de sufragios).

Los riesgos del giro conservador de Rajoy no acaban aquí. La competencia política es siempre un juego de vasos comunicantes y virar a la derecha no solo pone en peligro los apoyos ganados en el centro, sino que puede provocar una reacción en el otro extremo del arco ideológico. No sería la primera vez que un giro demasiado conservador del PP da alas al PSOE en el centroizquierda. Ya ocurrió en el 2004.

Entonces los socialistas fueron capaces de movilizar en poco tiempo un voto que al final fue crucial para asegurar su victoria, sobre la base del rechazo a un PP demasiado derechista. En tan solo dos años, el voto al PSOE creció en cerca de 20 puntos tanto en la izquierda y el centroizquierda como en el centro. Esto representó para los socialistas sumar dos millones de votos a su resultado, de los cuales un millón y medio declaraba en la encuesta poselectoral del CIS que había votado al PSOE «para evitar una victoria del PP». En esa convocatoria, la ventaja del PSOE sobre los populares fue de 1,2 millones de votos.