Los otros cambios

Firmado, Felipe VI

De las monedas a los sellos, de los retratos oficiales al nombre de algunos centros públicos, el relevo en la Corona tendrá un reflejo en la vida cotidiana de los ciudadanos españoles

El euro actual.

El euro actual.

JUAN FERNÁNDEZ

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Los primeros que van a notar de forma práctica en sus vidas el relevo en la Corona española serán los estudiantes que finalicen sus carreras universitarias este verano. Cuando cuelguen sus diplomas en sus despachos, podrán presumir de pertenecer a la primera promoción de graduados cuyos títulos fueron concedidos por el rey Felipe VI. Seguramente Juan Carlos no pensó en ellos cuando eligió el mes de junio para abdicar en su hijo, pero el calendario lectivo les va a brindar la oportunidad de estrenar la rúbrica oficial del nuevo reinado: «A partir del día 18, todos los documentos que emita la Corona los firmará el nuevo rey. Como el curso acaba en julio, sus diplomas llevarán la firma de Felipe, no la de Juan Carlos», explica un portavoz del ministerio de Educación y Cultura.

En este caso, la transición será fácil: los títulos universitarios se imprimen cada año incluyendo sobre una plantilla el nombre del estudiante que la universidad comunica al ministerio, así que solo habrá que cambiar la identidad del monarca en dicha plantilla. No variará el diseño del documento ni la heráldica que lo adorna, como sí ocurrió en los títulos de la primera generación de universitarios de la democracia, libres al fin de águilas imperiales y plus ultras.

Más lenta, complicada y costosa será la sustitución de un rey por otro en el multiforme universo de retratos oficiales, monedas, sellos, carteles públicos, nombres de edificios y entidades varias que pueblan la vida cotidiana del ciudadano recordándole a cada paso la figura del Monarca. Nos aguardan meses de jugar al juego de lo viejo y lo nuevo cuando acudamos a entregar una instancia a un organismo público y sea Felipe, o todavía Juan Carlos, el que nos salude desde la pared, o nos echemos mano al bolsillo y las monedas que encontremos en él lleven esculpido el rostro del hijo o todavía el del padre.

Euros en el horno

Por su ubicuidad y uso diario, probablemente el de los euros será el entorno donde más claramente vamos a visualizar la nueva etapa que ahora estrenamos. Pero habremos de esperar para comprobarlo. Cuando esta Navidad asistamos al primer discurso de Nochebuena del rey Felipe, el turrón que nos llevemos a la boca lo habremos pagado aún con euros con la efigie de Juan Carlos. Servidumbres de pertenecer a la moneda única: el reino de España no puede acuñar euros sin informar de su diseño al Banco Central Europeo, ya que las mismas monedas con el rostro de Felipe servirán para comprar en Granollers igual que en Helsinki.

Por otro lado, el de la fabricación de monedas no es un negociado dado a la improvisación. El Banco de España ya le comunicó a la Fábrica de la Moneda a finales del 2013 la calderilla que iba a necesitar para el año siguiente -500 millones de unidades-,

y esas son las piezas que ahora mismo están en el horno, o en vías de fabricación, todas con el rostro de Juan Carlos en el anverso de las de uno y dos euros.

Para llegar a ver la cara de Felipe brotando de las máquinas tragaperras, primero tendrá que reunirse la Comisión de la Moneda, formada por el Tesoro Público, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y el Banco de España. Es esta entidad la que debe encargar el retrato del futuro rey que servirá de modelo para hacer el molde sobre el que un grabador, a golpe de buril, esculpirá la moneda definitiva. Su diseño no entrará a la troqueladora sin recibir antes el visto bueno de la Casa del Rey y las autoridades monetarias europeas, un proceso que durará algo menos de un año, según fuentes de la Fábrica de la Moneda. Aunque anuncien la fecha del 2014, año de la proclamación de Felipe, los primeros euros con su efigie no estarán la calle antes de principios del 2015.

Con Franco y Juan Carlos todo fue más rápido. No había que pedir permiso a Europa para acuñar moneda y solo hicieron falta dos meses para que los españoles sintiéramos en los bolsillos que el régimen había cambiado para siempre. El 31 de enero de 1976 llegaban a las calles las primeras pesetas con el rostro del Rey en su anverso. Prueba de lo transitorio del momento fue la mezcla de estilos, y de épocas, que portaban muchas de ellas: si bien en todas aparecía Juan Carlos mostrando su perfil izquierdo, las de una y 100 pesetas continuaron llevando en el reverso el escudo franquista con el águila imperial. En cambio, en las de 5 y 50 pesetas lucía el escudo borbónico y las de 25 pesetas aparecieron decoradas por una simple corona.

Larga cohabitación

Franco y el Rey cohabitaron en las huchas de los españoles durante toda la década de los 80. Aunque el Banco de España fue retirando de la calle las monedas con la efigie del dictador, no fue hasta 1990 cuando ordenó su desaparición completa. «Con la excusa de poner orden en el caos que había en ese momento en los monederos, ya que durante varios años llegó a haber piezas de distinto diseño y tamaño para cuantías del mismo valor, las pesetas de Franco pasaron a ser material de coleccionista», explica Isabel Encinas, conservadora del Museo de la Casa de la Moneda. Queda por saber qué perfil preferirá Felipe para transmutar su rostro en dinero, si el derecho que eligió el dictador o el izquierdo que lucieron su abuelo Alfonso XIII y su padre, aunque este último aparece en las de euro de medio lado, no de perfil.

La experiencia numismática de los ciudadanos hoy no es la que era cuando Juan Carlos fue coronado rey de España. Sin embargo, los sellos de las cartas aportarán otra oportunidad para visualizar a escala pedestre el relevo en el trono. ¿Cuándo podremos pegar el rostro de Felipe a nuestras misivas? De momento, los responsables de Correos no han recibido aún ninguna orden para preparar la sustitución de monarca en la serie básica de sellos, los que habitualmente se utilizan en las cartas. La decisión corresponde a las subsecretarías de los ministerios de Hacienda y de Fomento y a la Comisión Filatélica Nacional, de la que Correos forma parte, y son estos organismos los que han de poner en marcha el proceso.

En la transición de la dictadura a la democracia, los primeros sellos con el rostro del Rey no llegaron a los estancos hasta septiembre de 1976, pero diez meses antes, a las pocas semanas de la muerte del dictador, Correos lanzó un sello conmemorativo para celebrar la coronación, en el que aparecían el Rey y la reina Sofía. De momento, los felipistas de nuevo cuño pueden consolarse con el sello conmemorativo de 5 pesetas que Correos emitió el 22 de diciembre de 1977 con la efigie del entonces púber Príncipe de Asturias. En total se hicieron 40 millones de copias, algunas de las cuales hoy se venden en internet por 400 euros.

En el caso de las monedas y los sellos, al menos el coste de cambiar a un rey por otro no será en balde, ya que los viejos euros y timbres de Juan Carlos podrán seguir siendo usados. Situación diferente es la de los retratos oficiales del jefe del Estado que, por ley, deben presidir centros escolares y sanitarios, oficinas de Correos, embajadas, consulados, sedes de gobiernos autonómicos, empresas públicas, diputaciones y ayuntamientos. Hablamos de una ingente cantidad de fotos de Juan Carlos -a veces él solo y otras acompañado de la reina Sofía, y la mayoría de las ocasiones mostrándole con 35 años menos de los que hoy tiene-, que inevitablemente van a ir al cubo de la basura. La pira soñada de un republicano.

En su lugar, el Estado tendrá que colocar en todos esos organismos el nuevo retrato del hoy todavía Príncipe, aunque nadie a estas horas se atreve a calcular el precio que tendrá tamaña operación.

Al menos, para los organismos que tomaron su nombre prestado de miembros de la Familia Real, la decisión de actualizar, o no, su nomenclatura va a quedar al albur de cada centro. El país está plagado de polideportivos Príncipe Felipe, teatros Reina Sofía y colegios Rey Juan Carlos. ¿Tiene sentido cambiarles el nombre a raíz del nuevo reparto de cargos? La mayoría de las instituciones consultadas por este diario no están por la labor. «Sería tan absurdo como borrarle la identidad a la Universidad Carlos III porque ese Borbón ya no reina», explica un portavoz de la Universidad Rey Juan Carlos. «Nuestro nombre forma parte de nuestra marca, es un valor de la casa», añaden desde el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid.

De momento, en la Fundación Príncipe de Asturias no aclaran si en el diploma que recibirá en otoño el escritor irlandés John Banville, premio de las Letras de este año, pondrá Príncipe o Princesa.

Más allá de la anécdota nominal, en la operación renove se pueden ir una buena cantidad de euros. Sirva como referencia la poco calculada gestión que llevó a cabo la Comunidad de Madrid en la nomenclatura de sus centros de salud de reciente creación. Tras inaugurar los hospitales de Parla y San Sebastián de los Reyes, la presidenta autonómica, Esperanza Aguirre, decidió tener un detalle con la Corona y al primero, que se llamaba hospital del Sur, lo bautizó como Infanta Cristina, y el segundo, conocido como hospital del Norte, pasó a ser el Infanta Sofía. El cambio le costó a las arcas públicas 375.696 euros, que se añaden a los 272.365 euros que el Gobierno autonómico se gastó en el 2008 para convertir el hospital de Vallecas en hospital Infanta Leonor. Alguien debió advertirle de que algún día, a no mucho tardar, esa infanta se convertiría en princesa.