MEMORIA HISTÓRICA

El ADN de la esperanza

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ROGER PASCUAL / BARCELONA

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"Yo no me quiero morir sin encontrar a mi padre", asevera a sus 80 años Isabel Domènech. Su padre murió en la retirada de la batalla del Ebro, una contienda en la que fallecieron más de 20.000 personas. "Su cuerpo podría haber ido río abajo", explica con las lágrimas rodándole por las mejillas en el Hospital Universitari Vall d'Hebron, después de dejar muestras de su ADN con la esperanza de encontrar los restos de su padre para poder cerrar el duelo.

"Llegamos tarde pero llegamos", asegura Carme Garcia, directora general de Relacions Institucionals. Los Departamentos de Afers Exteriors, Relacions Institucionals i Transparència, de Salut y de Justícia han comenzado este mes de noviembre las pruebas genéticas a los familiares de desaparecidos durante la Guerra Civil y la dictadura. Para ello han mandado información a 1.100 de los 4.917 inscritos en el censo para tomarles muestras de frotis bucal (saliva entre el paladar y mucosa). Ya se han hecho pruebas a unas 80 personas de la provincia de Barcelona y en las próximas semanas también se hará la recogida en Lleida, Tarragona y Girona. "Tenemos urgencia a la hora de hacer las pruebas genéticas porque vamos perdiendo a gente a la que tomar las muestras", admite Garcia. 

Las muestras pueden durar más de 20 años y se añadirán a una base de datos de perfiles genéticos que se cruzará con los de los de restos encontrados en fosas comunes. La Generalitat tiene localizadas 390 fosas comunes de esa época, de las que 166 están confirmadas. Desde 1999 se han excavado 21 fosas en Catalunya y se han recuperado restos de al menos 56 individuos. El 'conseller' Raül Romeva ha fijado este tema como una de las prioridades de su departamento, que tiene previsto incrementar sensiblemente la actividad de apertura de fosas en el 2017.

"Estas pruebas quizás ayudan, pero me parece que será imposible encontrar a mi padre. Es demasiado tarde", reflexiona Rosa Cirera, ante la mirada atenta de su marido. A sus 80 años y afectada de párkinson, no alberga muchas esperanzas de poder despedirse del cadáver de su padre, al que vio por última vez cuando tenía dos años y medio, antes de que se fuera a combatir en la batalla del Ebro. La ausencia paterna marcó su infancia y juventud en la posguerra. "Éramos muy pobres. Mi madre tuvo que trabajar muchísimo. Era valiente, estaba sola y tenía que hacerlo todo". 

Aunque la mayoría de desaparecidos en Catalunya luchaban del bando republicano, también hay muchos que estaban del lado franquista. "Mi padre era de derechas", explica Juan Antonio Gallardo. A su padre, Manuel, nacido en Caniles (Granada) y encarcelado por un homicidio involuntario, le liberaron para que se uniera a las tropas franquistas. Residía en Palafolls con su mujer y sus seis hijos cuando, a finales de la guerra, se esfumó entre Figueres y Girona. A sus 82 años, Juan Antonio tiene el mismo deseo que Rosa e Isabel. Porque, sea el bando que sea en el que lucharon sus desaparecidos, todos los familiares comparten la necesidad de enterrar a sus muertos para cerrar el duelo y vivir en paz.