elecciones municipales

La experta sin clichés

Manuela Carmena, candidata de Ahora Madrid a la alcaldía de la capital española, rompe con las despectivas etiquetas que usa el PP para azotar a Podemos y C's

Veterana  Manuela Carmena, el lunes pasado, en Madrid.

Veterana Manuela Carmena, el lunes pasado, en Madrid.

IOLANDA MÁRMOL / MADRID

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Ella misma lo admite. Cuando supo que Esperanza Aguirre se presentaba como candidata del PP al Ayuntamiento de Madrid Esperanza Aguirre Ayuntamiento de Madrid se decidió a dar el paso. Decidió que podía tragarse la vergüenza que le da ver su imagen en los carteles electorales, que podía posponer su jubilación y que, a fin de cuentas, podía incluso atender la petición de Pablo Iglesias, el líder de Podemos, que le había rogado -hasta entonces sin éxito- que encabezase la lista de Ahora Madrid.

Manuela Carmena dijo «sí» por enfrentarse a Aguirre como adversaria y porque sigue sorprendida del «atrevimiento» que ha tenido la presidenta del PP madrileño para presentarse a unas elecciones sin sonrojo, a pesar de que buena parte del equipo que ella dirigió está comprometido por casos de corrupción. Carmena no cree ni uno solo de los motivos que esgrime Aguirre tratando de justificar su candidatura como trinchera para frenar a Podemos. «Es demasiado inteligente para pensar eso. Lo que quiere la señora Aguirre es mantenerse en el poder», arguye.

En los embates de la precampaña, de momento, nadie acaba de encontrar balas que hieran el reconocido prestigio de una exjueza progresista, exabogada laboralista y exrelatora de la ONU. La dureza de los acontecimientos que le ha tocado vivir -sus compañeros de despacho fueron asesinados en 1977- no han forjado un carácter agresivo, ni extremista, sino a una luchadora que trata de no dejarse arrastrar al barro de la política.

Ella se sigue sintiendo de izquierdas, pero anda tan desprovista de etiquetas, siglas y ortodoxias que paradójicamente esa desnudez la ha acabado revistiendo de un cierto halo de invulnerabilidad. Carmena no encaja entre esos «reyes jóvenes que los dioses envían para castigar a los pueblos», como amenazó María Dolores de Cospedal, la número dos del PP, ni se presenta a las elecciones con una «pandilla de amigos» reclutados en las cafeterías, como ironiza Mariano Rajoy para desprestigiar a los nuevos partidos.

«Yo no soy de Podemos», insiste Carmena. Y explica que solo ha hablado una vez con Pablo Iglesias, cuando este le hizo una entrevista, y que le pareció «una persona buena e inteligente» pero, subraya, no dudó en repasarle «los errores que están cometiendo»: copiar la estructura y los vicios de los partidos que tanto critican. El propio Iglesias lo admite. «Tiene lo mejor de Podemos y nada de lo malo».

Ciudadanos, a la derecha

Sobre el surgimiento de Ciudadanos, Carmena opina que es un partido para la clase media alta, sin visión social. «Son una derecha como debe ser, no especialmente preocupada por la igualdad de oportunidades ni por los sectores más devastados. No conocen los bancos de desigualdad», explica.

A sus 71 años se considera un puente para que los jóvenes puedan acceder a las instituciones y repite como un mantra que más de una legislatura no se queda. «Estoy bien, pero la edad tiene sus tributos, así que hago esto por la gente joven. Hago esto por rescatar a las instituciones del pozo de la desilusión, el desengaño y la corrupción», explica, y se excusa por no hacer una campaña al uso, visitando mercados y besando bebés. «Me da mucha vergüenza ir a un mercadillo a molestar», admite. Las próximas semanas de dura brega política, campo donde a ella sí le faltan kilómetros, demostrará si vale para esa nueva carrera. Mientras, se termina el café y sugiere que su acto de cierre de campaña ideal sería una marcha ciclista, puesto que sigue yendo en bicicleta a diario.