CITA CON LAS URNAS

Barras de bar, vertederos de sueños

En la sobria velada de ERC, las miradas apuntan más allá del 26-J, a la independencia

Gabriel Rufián (derecha), Oriol Junqueras y Marta Rovira (izquierda), en la reunion del comité de campaña de ERC en la sede electoral del partido, en el museo del Born.

Gabriel Rufián (derecha), Oriol Junqueras y Marta Rovira (izquierda), en la reunion del comité de campaña de ERC en la sede electoral del partido, en el museo del Born. / periodico

EMMA RIVEROLA

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Los bares siempre son una fuente de inspiración. The Doors buscaba la siguiente whiskería en su versión de 'Alabama song (Whisky Bar)'. Sabina se enamoró de la reina de la barra en 'Y nos dieron las diez'. Pero fue justo hace 40 años, en el verano del 86, cuando los bares fueron elevados inapelablemente a los altares por una canción. El Último de la Fila estrenó 'Insurrección' y esta pieza se convirtió en himno generacional. Había quien la interpretaba como una llamada a la sublevación colectiva y quien la entendía como una rebeldía más íntima. Pero había un verso, un gran verso, que generaba unanimidad. Quién más, quién menos, todos nos reconocíamos en aquel 'Barras de bar, vertederos de amor'.

En el bar del complejo cultural del Born no se respira amor ni desamor, básicamente porque no hay ni rastro de la militancia de ERC ni, en consecuencia, de sus emociones. Los suyos están ejerciendo de interventores. Solo un resultado excepcional los movilizaría hasta el bar. Aunque esta vez no les espera ni un triste bocadillo. "Parece que no había de esto", responde la camarera mientras frota el dedo índice y el pulgar en un signo inequívoco.

Llega Gabriel Rufián. Repite camisa negra, como en las elecciones de diciembre, pero esta vez huye del monocolor y elige un pantalón verde caqui. Sin duda, un toque más insurreccional, aunque su porte relajado y su sonrisa auguran que la rebelión se presenta tranquila. Se dirige a la pequeña sala donde se reúne la plana mayor de ERC, una mesa sobria de agua y cuatro bocados para aguantar la noche. A las 20.00 cierran las puertas del museo. Por los pasillos desiertos aparece Rufián. Solo. "Puede ser un resultado histórico", responde sin muchas ganas sobre las expectativas de la noche. "Aunque tampoco me dejan hablar demasiado", agrega en un susurro. En estas, un eufórico Eduardo Reyes se echa en sus brazos al grito de "¡La que has liado, pollito!".

"Es como un hijo para mí", confiesa después Reyes, al fin sentado en la barra desierta del bar. Ante él, un 'botifler', un bocadillo de butifarra negra y escalibada. "Catalunya será independiente y dará una lección de cómo se puede gobernar". Al fin, más allá del amor, todas las barras del bar son vertederos de sueños.