PASEOS ELECTORALES: EL VENDRELL

La ventanilla de la crisis

El Vendrell es la ciudad de su tamaño con la tasa de paro más alta de Catalunya. Los ayuntamientos, como Administración más cercana a los ciudadanos, han tenido que lidiar con los efectos de la depresión sin tener ni los recursos ni las competencias para aplicar las políticas necesarias.

JOAN CAÑETE BAYLE / EL VENDRELL

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Las cifras, la dureza del titular: El Vendrell (Baix Penedès) cerró el primer trimestre del año con una tasa de paro registrado del 25,79%, según datos de la Direcció General d'Administració Local de la Generalitat. 4.356 parados entre 37.000 habitantes convierten a El Vendrell en la localidad de su tamaño con la tasa de paro más alta de Catalunya, 11 puntos por encima de la media. A partir de este dato, surgen otros muchos relacionados. Por ejemplo, que el 54% de los vecinos que tienen empleo trabajan fuera de la localidad; que es la ciudad con menor porcentaje de población con títulos superiores de Catalunya (el 13,7%, según la Associació d'Empresaris del Garraf, Alt Penedès i Baix Penedès); que el 90,9% de los contratos que se firmaron en el 2014 fueron temporales; que un 43% de los hombres y un 47% de las mujeres en paro llevan más de un año desempleados; que la hostelería y el comercio son los sectores que más sufren; que el 60% de los vendrellenses, según el Observatori de Convivència i Civisme, creen que hay un conflicto entre autóctonos e inmigrantes a pesar de que el 93,5% admiten que nunca han tenido problemas de convivencia.

El reflejo de las cifras en la calle: "Llevamos dos años viviendo en El Vendrell y hemos visto cómo van cerrando comercios. Paseas por el centro y dices: 'Mira, estos están en traspaso, estos han cerrado, esta tienda es nueva'. Hay muchas tiendas de toda la vida a las que sustituyen franquicias", cuenta Nàdia Grau, de 29 años, traductora y correctora titulada en la UPF y con posgrado de traducción en la UAB. "Pasas por delante de una tienda y piensas: '¿Estará aquí dentro de un mes?' Nunca lo sabes", coincide su pareja, Anna Ibáñez, de 25 años, con formación en gestión administrativa, comercio y producción audiovisual. Pasear con ellas por el centro de la ciudad es percatarse de las persianas bajadas en el lugar más transitado de la localidad, en un día del típico e inclemente viento de El Vendrell. No solo la crisis ha dañado el comercio; como en otros municipios, la actualización de alquileres por la ley de arrendamientos urbanos ha supuesto el cierre de algunos locales históricos, como el bar Montserrat, Cal Guitarra, el más antiguo de la ciudad.

Nàdia y Anna son dos vecinas de El Vendrell que ponen nombre y apellido a algunas de las cifras que radiografían la ciudad. Como tantos otros, se mudaron a El Vendrell porque fue aquí donde encontraron una vivienda asequible, a través de la obra social de un banco. «Tuvimos que decidirnos en dos días. Nos convenció que el piso era bastante nuevo, cerca del centro y de la estación y por un precio que ni se puede comparar con los del mercado. Nuestra intención no era venir aquí. Antes dijimos que no a Reus porque para moverse en tren incluso está peor que El Vendrell», recuerda Nàdia. "Vimos el pueblo y no nos desagradó, nos tomamos un café y lo decidimos. No miramos cómo estaban otros asuntos, como el del trabajo". Nàdia, como dicen las estadísticas, trabaja desde hace poco fuera de la ciudad, en Barcelona. A Anna le costó aún más. "Nos mudamos en mayo del 2013 y desde entonces estuvimos buscando trabajo en todas partes, en la ciudad y en los alrededores, pero nada, no había nada. Lo único que nos salía era cuidar de abuelos, con la edad que tenemos, con la formación que tenemos. A eso dijimos que no", explica Nàdia. Finalmente, Anna también ha logrado el pequeño milagro de abandonar la lista de parados.

Cercanía al ciudadano

El paro, en El Vendrell y en el resto del país, es la expresión más tangible de la crisis. Para El Vendrell, igual que para el resto de ayuntamientos, este mandato que ahora acaba ha sido el de los efectos de la tremenda depresión económica que empezó a asomar las orejas en el 2009 y que en el 2011, fecha de las anteriores elecciones, se encontraba en la cúspide de la dureza. Los municipios, como Administración más cercana a los ciudadanos y proveedora de algunos servicios sociales, fueron la primera ventanilla a la que acudieron los afectados por realidades tan dramáticas como el fin de los subsidios, los desahucios, la malnutrición infantil o la pobreza energética. Al mismo tiempo, la Administración local tuvo que lidiar con impagos, el descenso de ingresos, los recortes de las administraciones autonómica y central y los efectos de esos recortes en sectores como la educación y la sanidad, en los que los municipios no tienen competencias.

Según el ayuntamiento, El Vendrell ha pasado de 9.170 intervenciones sociales en el 2011 a 12.810 en el 2014, la mayoría por motivos económicos y laborales. Para desmentir rumores (no en vano El Vendrell se proclamó este año "ciudad libre de prejuicios y rumores hacia la diversidad cultural"): el 72% de los atendidos en servicios sociales eran de nacionalidad española.

¿Por qué el paro castiga con más dureza a El Vendrell? Frederic Porta, arquitecto de 28 años y "vecino de toda la vida", reflexiona enla terraza de La Xocolateria, en la plaza Nova: "No se ha diversificado la economía más allá de los tres sectores básicos: construcción, servicios y turismo estacional". El problema no es solo de la ciudad, sino comarcal: el PIB por habitante del Baix Penedès está muy por debajo de la media catalana, y de las 10 comarcas de la demarcación de Tarragona, es la última.

Oleada

Aunque El Vendrell tiene aspectos particulares. "Hace 20 años éramos la mitad de la población y las infraestructuras y los servicios eran más o menos los mismos"», dice Frederic. En efecto, El Vendrell tenía en 1960 6.124 habitantes; en 1990, 15.161, y en la actualidad, 37.093. "Ha habido una oleada migratoria procedente en gran parte del cinturón del área metropolitana de Barcelona que vino a buscar una vida más económica en el Baix Penedès. No había estructura para asimilar todo este volumen de gente que se empadronó no por voluntad sino porque no había más remedio: la vivienda tenía precios más bajos, por ejemplo», añade Frederic. Y Nàdia corrobora: "Ese es nuestro caso, no vinimos por voluntad propia".

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