Análisis

Desencadenados

TONI AIRA

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Los tiempos en que el lenguaje y la gesticulación de Artur Mas eran de un políticamente correcto que daba miedo ya pasaron. Ayer en el Parlament tuvimos una nueva muestra de ello, con su descripción de ciertas prácticas del Gobierno español: «¡Esto es cutre! ¡Cutre, cutre, cutre... pero muy cutre!». Y sí, pidió excusas por el lenguaje, pero añadió otras exclamaciones como: «¡Es de burros!». También citó en versión original una frase que atribuyó a políticos españoles, «esto de los catalanes con un poco de alpiste se resuelve...», que por instantes pensé que desembocaría en un grito parecido al de aquel Jordi Pujol del «¡tites-tites, la menjadora, nosaltres no hem vingut a la política per la menjadora!, ¡Qui s'han cregut que som, nosaltres!». Pero en Pujol aquellos golpes de genio eran habituales. En Mas no tanto. No hasta hace poco, en todo caso.

En la especie de salvaje Far West en que se está convirtiendo la política catalana, la referencia a la última película de Quentin Tarantino parece inevitable: Django, desencadenado. Y no va solo por el más enfático y gesticulador Mas que recuerdo en un debate parlamentario. La mayoría de líderes catalanes han definido bastante su discurso, lo han limado de matices y ponen más énfasis y contundencia a la hora de defenderlo. Es el caso de un Joan Herrera muy contundente en la crítica pero no agrio. Es el caso de un David Fernàndez (CUP) con buena retórica y con coloreado surtido de camisetas-pancarta. Y es el caso también de un Oriol Junqueras siempre gesticulador, muy aficionado a hablar con sentencias, nunca con papeles en la tribuna de oradores, y ayer en el hemiciclo ben d'hora, ben d'hora, ben d'hora (Pep Guardiola style), esperando turno de palabra, cuando casi ni habían abierto las luces del lugar. La cuestión es fijar imágenes potentes en la retina del espectador-votante. Una técnica que se le resiste a un Pere Navarro que queda desdibujado porque quiere ser contundente pero otros lo son estratosféricamente más que él, y quiere extender la mano pero otros lo practican ya de hace tiempo y concretando. Navarro ayer fruncía el ceño como queriendo poner gravedad a aquello que decía, mirando de evitar su sonrisa cándida, pero frente a Mas y el proceso soberanista ya están Albert Rivera y Alícia Sánchez-Camacho.

La presidenta del PPC, ya de natural con cierta querencia al histrionismo, buscó el cuerpo a cuerpo con Mas, y lo encontró. Eso sí, también buscó al socio de CiU, Junqueras, recurriendo al clásico del presidente en la sombra. El líder de ERC reía bastante, escuchando a Sánchez-Camacho. Sus dardos ya le van bien. Como a Mas. Como a ella, que busca desesperadamente superar un contundente y claro estilo Ciudadanos que por ejemplo califica a Mas de «presidente bomba». Definiendo antagonistas, movilizando a la propia tropa contra un adversario claro en un momento crudo. Casi todos los partidos han identificado que el momento reclama posturas claramente diferenciadas, y eso se deja notar en su discurso, en fondo y forma desencadenados. Wild, Wild West.