recta final de la campaña para las municipales y autonómicas

Desconcierto general por la cifra de indecisos

cálculo 3Expertos estiman que el voto oculto y sin decidir ronda los tres millones consecuencia 3El votante con dudas se convierte en centro del universo electoral a unos días de la cita con las urnas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La campaña electoral para las autonómicas y municipales sigue arrancando hojas al calendario. Última semana del bucle mitinero en el que está instalado casi todo el país. En los cuarteles generales de los partidos y agrupaciones se estudia la letra pequeña de las encuestas de última hora, calculadora y legislación electoral en mano, mientras se asean estrategias y se buscan mensajes con cierto lustre para los actos de broche final que llegarán el viernes. Desconcierto general en todas las sedes por el alarmante número de indecisos que aún parece haber en territorios clave para saber a quién o quiénes hay que levantar el brazo en señal de victoria la madrugada del 25 de mayo: los que aún no saben -o no confiesan- a qué papeleta se abrazarán o si se acercarán siquiera a la urna el domingo pueden tener en sus manos el color o colores con los que se teñirán las administraciones autonómicas y locales en los próximos años. Son demasiados (calculan algunos veteranos estrategas que pueden estar cerca de los tres millones), lo que conlleva que algunas proyecciones electorales, que esos empates técnicos de los que tanto se habla últimamente, puedan mutar en cuentas de la lechera y cántaros rotos en tan solo seis días.

El último macrosondeo que dio a conocer al Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el 7 de mayo, alertaba a los que en estos días buscan con ahínco concejalías o asientos en parlamentos regionales que los que dudan eran masa, rondando el 40%. Transcurren las jornadas, se publican nuevas encuestas y la indecisión sigue siendo el misterioso convidado en las reuniones de los equipos de campaña. Valga como ejemplo la encuesta que publicó EL PERIÓDICO el pasado 11 de mayo sobre Barcelona, señalando que el alcalde Xavier Trias le aguantaba el pulso a la lista que encabeza Ada Colau aunque con dificultades y evidencias de fragmentación de voto. En ese sondeo el «no sabe, no contesta» superaba el 25%. Barcelona no es una excepción, sino una de las ciudades cruciales donde la indecisión política campa a sus anchas.

¿Pero entre qué se debaten o qué ocultan los indecisos? Los partidos que están en el poder suelen reivindicar parte de ese voto que no se luce con orgullo en los sondeos. El desgaste avergüenza, sostienen. Creen que no se trata de indecisión, sino en buena parte de apoyo oculto. El equipo de Mariano Rajoy, sin ir más lejos, cuenta con que el PP será la lista más votada el 24-M y que para ellos será una porción del importante pastel que conforman los que ahora dudan. «Mejoraremos las expectativas», apuntan desde la sede de la madrileña calle Génova con cierto optimismo. La dirección del PP cuenta con que la mayoría de sus votantes desencantados les dan la espalda y amenazan con llamar a la puerta de otras fuerzas como Ciudadanos, aunque todavía no hayan cruzado el umbral para echarse en brazos de Albert Rivera.

Algo que sí parecen haber hecho, incluso vía afiliación, los exvotantes de UPD. «Los nuestros son reconvertibles. Dos semanas dan para mucho», señala una de las fuentes del PP citadas. Y bajo el palio de esa creencia, a la que él ha dado una pátina de certeza absoluta, ha salido a pasear por las tierras de España el expresidente José María Aznar. Se ha puesto a la cabeza de la reconquista, a pesar de que la actual cúpula de su partido lleva años desoyendo sus interminables regañinas y no le ha preparado a su esposa, la alcaldesa de Madrid Ana Botella, un adiós precisamente con honores, como él se encargó de afear ayer en un mitin junto a Esperanza Aguirre (otra de la que , a buen seguro, tampoco guardará el mejor de sus recuerdos la regidora que ya está de salida).

Aznar ha retado a duelo a la volatilidad. Advierte a todo el que le quiere oír que votar a Ciudadanos no es lo mismo que votar al PP «con condiciones», y que los «inexpertos» como Rivera pueden acabar usando el voto prestado de los populares para fortalecer al PSOE. En lo mismo está el propio Rajoy, que aprovecha sus actos para, con algo menos de contundencia que el expresidente, tratar de poner en valor su veteranía y la de sus candidatos frente a «experimentos» o «tertulianos», en alusión a Rivera. Buscan que a sus indecisos les pueda el miedo a lo desconocido y les pese la lealtad.

 También atacan los conservadores en campaña a Podemos, pero saben que ese fantasma persigue más al electorado natural del PSOE de Pedro Sánchez que a los de la gaviota (lo que no significa que no crucen los dedos para que a la izquierda no le salgan números susceptibles de aguantar una hipotética coalición en lugares como Valencia, Baleares o Madrid).

Sánchez obvia ahora a Pablo Iglesias y los suyos y centra sus ataques en Rajoy y su esfuerzo en afianzarse, sabedor de que algunos de sus barones pueden necesitar a Podemos y hasta a Ciudadanos para cumplir su sueño de echar de las instituciones a un PP con mucha corrupción a sus espaldas y una recuperación económica demasiado incipiente. Por su parte, Rivera e Iglesias se presentan a sí mismos, con estilos bien diferentes, como perfectos anfitriones para los que amagan con divorciarse de una vez del bipartidismo. No es descartable que esta semana hagan un último intento de impulsar un debate a cuatro (Rajoy, Sánchez y ellos dos) precisamente para que los que aún no saben qué votar puedan comparar de primera mano entre «lo viejo y lo nuevo» o «los de arriba y los de abajo». Tampoco se ha abandonado la idea de que si PP y PSOE no aceptan el órdago, termine habiendo un cara a cara entre Podemos y Ciudadanos.Todo por cazar al que deshoja aún la margarita. Indeciso, llega la recta final. Y van a por ti.